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Verónica Fumanal

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Sánchez, el más difícil todavía

El objetivo prioritario de Sánchez es volver a gobernar sin una repetición electoral, algo que pone de nuevo a prueba sus capacidades políticas

Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
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La carrera política de Pedro Sánchez no ha sido fácil. El punto más difícil de su carrera, hasta el momento, se sitúa hace siete años, cuando fruto de la presión del aparato decide abandonar la secretaria general de su partido y su escaño de diputado para no contravenir la disciplina de voto del PSOE que había decidido abstenerse ante la investidura de Mariano Rajoy. Desde entonces, la resiliencia de Sánchez, su determinación y capacidad para sortear los diferentes contextos le han permitido liderar el PSOE y gobernar España con varias marcas en este periodo democrático. Primer presidente fruto de una moción de censura. Primer presidente gracias a un Gobierno de coalición. Ahora quiere volver a batir un nuevo hito, ser el primer presidente que consigue armar una mayoría alternativa, sin haber ganado las elecciones.

El objetivo prioritario de Sánchez es volver a gobernar sin una repetición electoral, algo que pone de nuevo a prueba sus capacidades políticas. Conseguir el sí de ERC y Junts al mismo tiempo; el sí de PNV y Bildu al mismo tiempo; dar espacio a Sumar, y no menospreciar al BNG es ingeniería política de primer nivel, porque supone conciliar el apoyo de una serie de intereses contrapuestos y ponerlos, juntos, al servicio de la gobernabilidad de España. El segundo reto que tiene Sánchez es que esta suma no le reste apoyos a nivel orgánico, en un partido que territorialmente sale muy tocado de las elecciones del 28 de mayo y que está esperando que a se aclare lo nacional para empezar el despiece autonómico y local.

Foto: El rey Felipe VI recibe a la portavoz de Coalición Canaria en el Congreso, Cristina Valido, en la segunda ronda de consultas para la investidura. (EFE/Fernando Alvarado POOL)

Es un hecho, hay negociaciones entre todas las fuerzas políticas que pueden hacer presidente a Sánchez. Esta afirmación tan categórica no era evidente la noche del 23 de julio, en la que se afirmó que Puigdemont, llave de la gobernabilidad, tenía más incentivos para bloquear el sistema electoral español no formando parte de ninguna de las negociaciones posibles. Todo lo contrario, el expresident catalán, ahora eurodiputado, hizo una rueda de prensa el 5 de septiembre dejándose querer. Exponía sus condiciones, con la amnistía por bandera y construyendo un relato frente a su verdadero adversario: ERC.

Pero esa rueda de prensa había tenido una preparatoria previa. El día anterior, la líder de Sumar, Yolanda Díaz, hizo una visita histórica; era la primera política nacional que había ido a visitar a Puigdemont a Bruselas, otorgándole el reconocimiento explícito de actor político en esta legislatura. Poco a poco, la estrategia de Junts se iba ablandando, al mismo tiempo que desde Sumar se hablaba sin complejos, por primera vez, de la amnistía.

Foto: Manifestación por el sexto aniversario del referéndum del 1 de octubre. (EFE/Enric Fontcuberta)

Desde las filas del PSOE se han resistido a hablar con la misma claridad que la de su socio gubernamental. Existe una amplia hemeroteca de líderes socialistas que negaban tan posibilidad cuando justificaban los indultos, seguramente, porque nadie se esperaba encontrarse en esta tesitura. Pero Sánchez, desde que empezó a liderar el partido, ha ido rompiendo tabúes que para algunos (propios y ajenos) iban a destrozar España, uno tras otro. Por ejemplo, la imposibilidad de que PSOE y Podemos gobernaran en coalición. Resulta curioso ver a algunos líderes autonómicos y locales que negaron esa posibilidad aludiendo a la gran catástrofe económica y social que supondría, firmando pactos de coalición con los morados cuando la aritmética parlamentaria no fue suficiente para gobiernos en minoría. Tras cuatro años, los indicadores económicos del Gobierno de coalición entre PSOE y UP, así como los sociales, han sido una cura de humildad a los agoreros de aquella visión.

Muchas de aquellas voces profetas se escucharon el fatídico 1 de octubre del 2016, en aquel traumático Comité Federal que partió al partido por la mitad. Casualidad o no, es la misma fecha que los socialistas han elegido para emitir un comunicado de apoyo a Sánchez para formar Gobierno de todos los secretarios provinciales y del expresidente Zapatero. La elaboración del comunicado no fue un mero trámite. Los primeros borradores empezaron a circular a mediados del mes de septiembre, ante el más que previsible fracaso de Feijóo. No se cerró hasta las últimas horas de este fin de semana, con versiones sucesivas en las que todos los términos que aludían directamente a la cuestión catalana fueron eliminados ante la negativa a sumarse de alguna federación manifiestamente crítica con las negociaciones con los independentistas. Para conseguir la unanimidad, se hicieron concesiones a los más críticos. Sin embargo, lo importante a mi parecer es que una gran mayoría de secretarios provinciales, de todo el territorio español, estaban dispuestos a firmar la versión en la que se incluía alusiones a la agenda del reencuentro y a la forma “decisiva y valiente” en la que el Gobierno lleva el desafío territorial.

Foto: Pedro Sánchez, Nadia Calviño y Yolanda Díaz. (EFE/Kiko Huesca)

Por lo tanto, de los dos objetivos que tenía Sánchez, el más resuelto es el interno. La cuestión orgánica está solventada en el PSOE, porque, tras la celebración de los dos últimos comicios, el único liderazgo indiscutible en la organización es el del secretario general federal, con pequeñas excepciones que son numéricamente insignificantes. La lectura interna del 23-J es clara, Sánchez tiene la legitimidad para tratar de formar Gobierno con los independentistas, incluso con Bildu, que internamente siempre ha sido tremendamente incómodo… mucho más que hacerlo con los independentistas catalanes.

El primer objetivo se intentará, con la legitimidad de las urnas y de lo orgánico. Sin embargo, en el PSOE andan con el plan B activo, por si acaso. Los mítines que se están celebrando en Galicia, Andalucía y se multiplicarán por toda España durante las negociaciones. Fundamentalmente, porque de esta manera se intentará explicar qué se está haciendo y por qué. Pero también porque nadie se fía de que la suma de tantos actores, al final, dé el resultado esperado. Porque de lo que se trata es de encauzar en la gobernabilidad a los que querían desbordarla sin cruzar los límites de la ley y sin ningún voto confuso no-sí, porque el más difícil todavía le va a Sánchez de dos diputados.

La carrera política de Pedro Sánchez no ha sido fácil. El punto más difícil de su carrera, hasta el momento, se sitúa hace siete años, cuando fruto de la presión del aparato decide abandonar la secretaria general de su partido y su escaño de diputado para no contravenir la disciplina de voto del PSOE que había decidido abstenerse ante la investidura de Mariano Rajoy. Desde entonces, la resiliencia de Sánchez, su determinación y capacidad para sortear los diferentes contextos le han permitido liderar el PSOE y gobernar España con varias marcas en este periodo democrático. Primer presidente fruto de una moción de censura. Primer presidente gracias a un Gobierno de coalición. Ahora quiere volver a batir un nuevo hito, ser el primer presidente que consigue armar una mayoría alternativa, sin haber ganado las elecciones.

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