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El PP en Cataluña o la estrategia de la autoderrota
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Verónica Fumanal

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El PP en Cataluña o la estrategia de la autoderrota

Para llegar a la Moncloa, el PP necesita los votos de los catalanes. Pero el plan de Feijóo, que intenta surfear para no enfadar a nadie, nunca consiguió un buen resultado

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (Europa Press/Gabriel Luengas)
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (Europa Press/Gabriel Luengas)
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Una vez se aparque eso de la gobernabilidad de España y comience a andar la legislatura, el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, se tendrá que poner manos a la obra con las cuestiones internas, justamente en las comunidades autónomas en las que el PP no ha sabido dar con la tecla, las que tienen dos dimensiones políticas: la ideológica y la nacionalista, a excepción de Galicia. Este domingo, Feijóo (se supone) marchará junto con Abascal en la manifestación en Barcelona para protestar contra la amnistía elíptica que planea Sánchez en la negociación con Junts y ERC. Lo hace sin ganas y tenso por el encuentro con el, por ahora, líder del PP en Cataluña, al que quiere laminar a ver si encuentra un perfil que revitalice un partido que no acaba de encajar con las demandas modales de las sociedades de las comunidades históricas, excepto la suya. ¿Por qué?

El epicentro de la política nacional se antoja de nuevo Cataluña, básicamente porque los partidos independentistas catalanes van a tener un protagonismo inusitado. Al PP esto no le va tan bien como podría parecer a simple vista. Obviamente, esto le da argumentos para que Ayuso o Almeida, en lugar de hablar de lo sucias que están las calles en Madrid —contenedores a tope, aceras llenas de porquerías— o de las listas de espera en sanidad, entretengan al honorable con mociones en contra de la amnistía en gobiernos sin competencias para ello. Sin embargo, la parte negativa de que Cataluña siga estando en el foco nacional es que a Feijóo le aleja de un electorado que un día le votó en Cataluña cuando lo que centraba la agenda era lo económico: lo de la pela es la pela une más que muchas banderas.

El epicentro de la política es de nuevo Cataluña. Al PP esto no le va tan bien como parece

Sin un resultado mediano en Cataluña para el PP, Moncloa se aleja. En el histórico reciente, desde que el PP consiguió llegar a la Moncloa de la mano de Aznar, el PP en Cataluña ha fluctuado desde el único escaño que Casado logró en 2019, con unos 200.000 votos, a los 12 de Aznar en el año 2000, con cerca de 800.000. Pero es que ese récord del expresidente popular fue tras una legislatura en la que había pactado con CIU, en la que había afirmado con rubor que hablaba catalán en la intimidad, y tras la concesión en 1996 de 16 indultos a miembros de Terra Lliure, una banda terrorista catalana. Fue Mariano Rajoy quien tuvo que recoger las consecuencias de la segunda legislatura de Aznar, en la que desplegó su discurso más duro sobre Cataluña, reduciendo a la mitad los apoyos en 2004. Por lo tanto, el PP ha perdido cientos de miles de votos que no son votantes no nacionalistas que hayan pasado al bando independentista. Son electores que han dejado de ver al PP como la solución al desafío.

Desde que el PP pidió las firmas contra el Estatuto de Cataluña, allá por el año 2006, el PP no tiene un proyecto que seduzca en el epicentro del mayor conflicto territorial desde la Transición. Han sido otros partidos los que han recogido sus votos potenciales. Ciudadanos, el partido nacido en Cataluña, fue el primero. Rivera fue quien con más claridad acusaba a todos los partidos nacionales, también al PP, de traicionar a los votantes no nacionalistas cada vez que interesaba para llegar a la Moncloa ¿Les suena? Un argumento de plena actualidad. Y para ello, mentaba a Aznar y la gran traición del pacto del Majestic con la extinguida CiU. La estrategia tuvo éxito, porque desde 2012, el partido naranja ha obtenido mejores resultados que el PP en autonómicas y generales. En las últimas elecciones catalanas, también Vox sorpasó al PP con una idea clara y contundente: el 155 no fue lo suficientemente duro, porque Rajoy nunca disciplinó al independentismo.

placeholder Feijóo, junto a Carlos Iturgaiz. (EFE/Miguel Toña)
Feijóo, junto a Carlos Iturgaiz. (EFE/Miguel Toña)

En Euskadi, la cuestión no dista mucho de la catalana. Pero ahí, como adelantó El Confidencial, Feijóo ya ha tomado la decisión de cambiar el líder. Carlos Iturgaiz será sustituido por Javier de Ándres. Obviamente, un relevo en la dirección siempre puede suponer un revulsivo o un repulsivo, nunca se sabe. Sin embargo, la reflexión que debería hacer el Partido Popular es por qué no consigue penetrar en dos sociedades que comparten con la gallega una nacionalidad histórica, en la que sí supo hacerlo. ¿Qué diferencia el caso gallego del vasco o el catalán?

¿Han visto ustedes alguna manifestación del PP gallego en contra de su lengua cooficial? ¿O algún acto del PP en Galicia en el que no hubiera tantas banderas gallegas como españolas? Las respuestas negativas son las que definen una derecha gallega completamente identificada con las señas de identidad de su comunidad autónoma. Ahí la lengua no es un problema porque el PP decidió que no lo fuera, no porque los niños en Galicia no aprendan galego en la escuela. Fraga supo leer que el PP debía ser el partido de la lengua gallega, de la defensa de la idiosincrasia cultural: tanto es así que él acuñó la frase de "mi forma de ser español es ser gallego". Una expresión que repitió, sin mucha fortuna, esta semana Feijóo en la entrevista con Carlos Alsina. Por ello, en Galicia, el PP obtiene mayorías absolutas, mientras a duras penas consigue despegar de la cola de la representación en Cataluña.

Este domingo, el PP vuelve a manifestarse, esta vez en Cataluña, en Barcelona, la segunda circunscripción en número de votos de toda España, 32. De ellas, el 23 de julio Feijóo obtuvo 5, el 13%. Tras el éxito de la manifestación en el barrio Salamanca de Madrid contra la amnistía, Feijóo, presionado por los poderes fácticos que le impulsaron hasta la presidencia de Génova, ha decido confirmar su asistencia, para evitar que desde las tribunas más ultramontanas no vuelvan a afearle que no haga lo mismo que Ayuso. La diferencia es que a la señora Ayuso solo la tienen que votar en la Comunidad de Madrid, en la que en las mismas elecciones el PP obtuvo un 40%. No obstante, el candidato nacional popular debería procurar tener un apoyo más homogéneo, sobre todo en las circunscripciones que más aportan.

Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez durante la rueda de prensa ofrecida tras la cumbre informal de la Unión Europea. (EFE/Miguel Ángel Molina)

También cuenta Marcos Lamelas, nuestro compañero de El Confidencial, que Feijóo ha declinado la invitación al encuentro que Luis Conde celebra en Cataluña, en la que tradicionalmente mezcla en un entorno distendido a políticos y empresarios de distinto color político. Casado, en 2021, sí asistió, en un año electoral catalán en el que el gobierno concedió los indultos y en el que se volvió a detener en Cerdeña, sin éxito, a Carles Puigdemont. Este gesto de Pablo Casado, como el de asumir que en el 1 de octubre la actuación policial fue desproporcionada, pretendía enviar un mensaje de normalidad y de empatía que fue recibido bien en Cataluña, aunque con escepticismo o muy mal en el entorno de la M-40.

Y esta es la cuestión: que la manifestación convocada en Barcelona contra la amnistía estará encabezada y llenada mayoritariamente por personas que no ejercen su voto en esa circunscripción y que van a Cataluña a reafirmar la negativa ante unas medidas de gracia —llámense indultos llámense amnistía— que ahora nos van a pedir a la gente un doctorado en derecho administrativo, con las que una mayoría de la sociedad catalana está de acuerdo. Esto no quiere decir, de ninguna manera, que los manifestantes no deban hacerlo. Ni que el PP, Vox o Cs puedan ejercer su derecho a la libertad de expresión y de representación política como mejor crean oportuno. Lo único que evidencio es que las miradas con las que se está evaluando el camino emprendido por Sánchez circulan en un continuo que va desde la negativa total de una parte de la M-30 hasta un aprobado absoluto de otra parte de la ciudad condal. Por lo tanto, la asistencia de Feijóo es solo rentable en los lugares donde el PP ya no puede aspirar a más electoralmente, porque ya lo es casi todo.

Otro efecto negativo

Pero esta manifestación tiene una segunda derivada negativa para Feijóo. Pilar Gómez contaba el 6 de octubre en El Confidencial que Feijoo temía de la misma manera la foto con Alejandro Fernández, líder del PP catalán, que con Abascal, con el que ya sabemos que últimamente está bien avenido. El líder gallego quiere para el presidente del PP catalán el mismo destino que para el líder de Vox: acabar con su carrera política. Lo que los diferencia es que a Abascal le tiene que seguir haciendo la pelota para que no destartale los gobiernos autonómicos y locales que ha pactado allá donde ha necesitado. Sin embargo, al popular catalán —quien ha cuestionado la inverosímil estrategia de diálogo con Junts—, lo podría defenestrar si, como dice Gómez, consigue que el sector FAES deje de apoyarlo. De lo contrario, Feijóo el maniatado va a tener que seguir compartiendo mesa y mantel con uno y con otro.

Foto: Santiago Abascal, entre Iván Espinosa de los Monteros y Rocío Monasterio, junto a Jorge Buxadé. (EFE/Javier Lizón)
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La hemeroteca del PP respecto a Cataluña no es lineal. Los diferentes liderazgos han aportado una visión más o menos dura respecto a cómo debería afrontar el Estado el embiste nacionalista. Piqué o Sánchez Camacho promovieron medidas en lo económico, como el "pacto fiscal", que amansaran las reclamaciones relacionadas con la infra financiación catalana. Vidal-Quadras, ex del PP y ex de Vox, promovió la línea más dura contra el nacionalismo, sin espacio para acuerdos de ningún tipo. Obviamente, los nacionalistas también cambiaron. Desde el 1 de octubre y desatinos posteriores, el marco en Cataluña fue diferente. No es lo mismo Pujol que Puigdemont, ni en lo que representan, ni en sus acciones, las legales y las que no lo fueron. El problema es que no sabemos dónde está Feijóo en este continuo. Si en promover un PP a la gallega que haga suya también la identidad cultural catalana o en promover otra recogida de firmas en toda España como la del Estatut o la de Casado contra los indultos, aunque este último fuera un fracaso.

Dar con la tecla en Cataluña es complicado, sobre todo cuando no se está en el Palacio de la Moncloa con el poder del BOE y los aparatos del Estado. Feijóo intenta surfear para no enfadar a nadie, pero ninguna estrategia que tuviera ese propósito consiguió nunca un buen resultado, porque al final siempre acabas molestando a unos o a otros, o a todos. El PP no puede continuar siendo el no a todo lo que proponga el PSOE respecto a Cataluña, pues siempre estará definido por el marco de su adversario, pero en negativo. A esto Lakoff lo llama "la estrategia de la autoderrota" y como su nombre indica, nunca traerá una victoria.

Una vez se aparque eso de la gobernabilidad de España y comience a andar la legislatura, el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, se tendrá que poner manos a la obra con las cuestiones internas, justamente en las comunidades autónomas en las que el PP no ha sabido dar con la tecla, las que tienen dos dimensiones políticas: la ideológica y la nacionalista, a excepción de Galicia. Este domingo, Feijóo (se supone) marchará junto con Abascal en la manifestación en Barcelona para protestar contra la amnistía elíptica que planea Sánchez en la negociación con Junts y ERC. Lo hace sin ganas y tenso por el encuentro con el, por ahora, líder del PP en Cataluña, al que quiere laminar a ver si encuentra un perfil que revitalice un partido que no acaba de encajar con las demandas modales de las sociedades de las comunidades históricas, excepto la suya. ¿Por qué?

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