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Españolizarlo todo, hasta el ataque de Hamás
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Verónica Fumanal

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Españolizarlo todo, hasta el ataque de Hamás

Cuando la política internacional irrumpe en la política nacional, no se internacionaliza el criterio, sino que se nacionaliza el conflicto conduciendo a posiciones maniqueas que simplifican los asuntos hasta el ridículo

Foto: Un tanque israelí circula cerca de la frontera entre Israel y Gaza. (Europa Press/DPA/Ilia Yefimovich)
Un tanque israelí circula cerca de la frontera entre Israel y Gaza. (Europa Press/DPA/Ilia Yefimovich)
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La política internacional no suele ocupar los espacios en las tertulias políticas nacionales en nuestro país, a diferencia de lo que ocurre en otros, como EEUU. Si uno ve la CNN o Fox, es mucho más probable que los analistas deban abordar temas como las relaciones de EEUU con China y el estatuto de Taiwán, que la última polémica del sheriff del condado de Wyoming. En España nos cuesta hablar de política internacional, pero cuando lo hacemos, somos incapaces de hacerlo con un criterio objetivo, de acuerdo con los intereses geoestratégicos, políticos y económicos que se juegan en cada conflicto. Porque cuando la política internacional irrumpe en la política nacional, no se internacionaliza el criterio, sino que se nacionaliza el conflicto, conduciendo a posiciones maniqueas que simplifican los asuntos hasta el ridículo. Porque la política internacional tampoco es un asunto de Estado, como debería serlo.

Este pasado fin de semana, Hamás ha atacado el corazón de Israel con una virulencia y una capacidad logística como hace 50 años que no se producían. Esta acción ha conducido a Israel a decretar el estado de guerra y actuar como si lo estuviera, reclamando su derecho a la legítima defensa y activando toda su red de apoyos diplomáticos, entre los que se encuentran EEUU o la Unión Europea. Para Netanyahu, primer ministro israelí, esta acción no se enmarca en un conflicto irresoluble que se inició con el asentamiento de un país nuevo en 1948 con calzador en una zona en la que el islam es la religión imperante. Para él, ni siquiera para toda la sociedad israelí, es un ataque terrorista sin más culpables que aquellos que quieren atacar Israel para exterminar al pueblo judío.

Foto: Una de las zonas atacadas en la Franja de Gaza. (EFE)

Obviamente, resulta hasta lógico que la versión de Netanyahu niegue cualquier legitimidad del pueblo palestino, porque él defiende sin cuartel los intereses de su pueblo. De ahí que los mandatarios españoles no tengan un mínimo de criterio para imponer lógicas de acuerdo con los hechos históricos acaecidos; resulta tragicómico. Isabel Díaz Ayuso, durante la manifestación en Barcelona, no tuvo suficiente con opinar del conflicto político territorial español, sino que se vio con fuerzas para utilizar el ataque de Hamás contra el Gobierno de coalición entre PSOE y UP, acusándoles de ponerse del lado del terror. Pero qué locura es esta. Ahora resulta que aquellos partidos políticos que están a favor de que el pueblo palestino pueda tener su Estado y, sobre todo, derechos humanos para sus integrantes son terroristas. La presidenta Ayuso, si de verdad se cree eso de los ministerios de Estado, debería guardarse sus opiniones y apoyar al Gobierno de España en sus planteamientos, que, por otro lado, se han posicionado con Israel de forma inequívoca en esta ocasión.

Pero no es la primera vez que esto ocurre. En 2016, la campaña electoral española tuvo su capital en Caracas, Venezuela. El marco electoral era el siguiente. Con Podemos, España se va a convertir en Venezuela, una dictadura de izquierdas en la que se pasa miseria y en la que todos aquellos que no opinen como el régimen se van detenidos. Poco importó que España tenga unos vínculos con el país centroamericano que nos obliguen a tener una mayor responsabilidad con aquello que se dice o no se dice a nivel político. Maduro fue más nombrado en España que en Venezuela. Ni la propia oposición venezolana se pone de acuerdo en la mejor manera de acabar con la dictadura del petróleo. Pero qué más da lo que ocurra en Venezuela y a nuestros intereses en el país. O si España pudiera contribuir a encontrar una solución que no pase por una guerra civil. Muchos políticos quisieron utilizar el sufrimiento de un pueblo para sacar un mayor rédito electoral. Han pasado siete años, España ha tenido el primer Gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos y, afortunadamente para nosotros, aquellos presagios se quedaron en eso, otro ejemplo torticero de nacionalizar un asunto internacional para beneficio propio. España tiene unos vínculos muy especiales con Latinoamérica, pero ahora en función de quien gobierne en los países, se tiene un posicionamiento u otro. Las relaciones con el Brasil de Lula no son las mismas que eran con Bolsonaro o Colombia, país de referencia para la derecha que ahora ya no lo es, porque hay un presidente de izquierdas.

Foto: David Ben-Gurión, leyendo la declaración de independencia de Israel en 1948. (EFE) Opinión

Marruecos es un socio preferente de España y las relaciones con el país fronterizo africano no siempre han sido fáciles. Aznar casi nos mete en otra guerra, con el conflicto del islote Perejil. Debemos ser conscientes de que los vecinos del país de Mohamed VI tienen socios tremendamente poderosos a nivel internacional. Su posición geoestratégica en las cuestiones migratorias y de terrorismo islámico lo hacen un país preferente para EEUU. A cambio, nuestros vecinos del sur tienen el amparo y la protección de países que velan por sus intereses. De ahí el cambio progresivo que está habiendo en relación con el Sáhara. Por todo ello, todas las declaraciones de nuestros políticos relacionadas con Marruecos deberían pasar varios tamices: el primero, el de la responsabilidad, el segundo, el de la política de estado y el tercero, el de la lealtad institucional. De lo contrario, podría pasar que, por un descuido de la gendarmería marroquí, cientos de migrantes ilegales intentaran pasar la frontera española, generando una crisis migratoria en pocos minutos. Sin embargo, el posicionamiento respecto de Marruecos también forma parte del pimpampum diario entre los partidos políticos.

Podría seguir hablando de Guinea Ecuatorial o de Gibraltar. En el peñón del Reino Unido, Ortega Smith de Vox está en búsqueda y captura desde 2014 por robar un bloque de hormigón, que, según él, no permitía faenar a los pescadores españoles. Usted puede visitar ese bloque del arrecife artificial de Gibraltar si se lo permiten, en la sede de Madrid de Vox, porque para ellos es un “trofeo de guerra”. Afortunadamente, esta fantasía solo está en la mente de los señores de Vox, España no está en guerra con el Reino Unido y, por lo tanto, este supuesto trofeo no es más que una salvajada fruto de unos tipos a los que el Reino Unido no se tomó en serio. De lo contrario, España podría haber tenido un conflicto internacional con una de las potencias más importantes del mundo a cuenta de unos descerebrados que no saben las implicaciones de sus acciones, en tanto que responsables políticos. ¿Se imaginan las consecuencias de esto si Smith hubiera sido ministro de Exteriores en un Gobierno con Feijóo?

La política internacional no suele ocupar los espacios en las tertulias políticas nacionales en nuestro país, a diferencia de lo que ocurre en otros, como EEUU. Si uno ve la CNN o Fox, es mucho más probable que los analistas deban abordar temas como las relaciones de EEUU con China y el estatuto de Taiwán, que la última polémica del sheriff del condado de Wyoming. En España nos cuesta hablar de política internacional, pero cuando lo hacemos, somos incapaces de hacerlo con un criterio objetivo, de acuerdo con los intereses geoestratégicos, políticos y económicos que se juegan en cada conflicto. Porque cuando la política internacional irrumpe en la política nacional, no se internacionaliza el criterio, sino que se nacionaliza el conflicto, conduciendo a posiciones maniqueas que simplifican los asuntos hasta el ridículo. Porque la política internacional tampoco es un asunto de Estado, como debería serlo.

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