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Partidos débiles, polarización fuerte
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Verónica Fumanal

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Partidos débiles, polarización fuerte

El futuro Gobierno tendrá que meter mucho de lo social para que al final el balance pueda resultar positivo para sus electorados dentro del relato: avanzar bien vale una amnistía

Foto: Yolanda Díaz felicita a Pedro Sánchez tras la investidura. (Reuters/Susana Vera)
Yolanda Díaz felicita a Pedro Sánchez tras la investidura. (Reuters/Susana Vera)
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Una vez despejada la investidura, se abre un nuevo escenario en la política española. Las tensiones dentro de la mayoría parlamentaria serán cada vez más importantes una vez superado lo único que les unía: que no gobernara la derecha con Vox. A partir de ahora, una vez conseguido el objetivo, cada actor necesita recomponer los jirones surgidos de estirar los argumentarios para que casaran con la principal necesidad: investir a Sánchez para que Feijóo y los ultras no tuvieran una segunda oportunidad.

El partido socialista necesita reorientar la obra de gobierno, sobre todo en sus primeras medidas, para volver a pivotar el relato sobre las políticas sociales. El eje territorial marcado por la amnistía ha sido el precio que han forzado los independentistas, pero de ninguna manera puede ser el foco mediático de la coalición de PSOE y Sumar. Seguir aumentando el salario mínimo interprofesional, el mantenimiento de las ayudas a la cesta de la compra o el aumento de las pensiones según el IPC son algunas de las medidas en las que el gobierno, autodenominado en primer lugar progresista, tendrá que recuperar el pulso narrativo para recomponer las bases de la izquierda. Sin embargo, la aprobación de la ley de gracia y su aplicación por parte de los jueces seguirá dando meses de dosis de recuerdo a la derecha para calentar las calles y a los estamentos más conservadores del estado. No será tan fácil dejar la amnistía atrás. Tendrán que meter mucho de lo social para que al final el balance pueda resultar positivo para sus electorados dentro del relato: avanzar bien vale una amnistía.

Mientras escribo estas líneas, todavía no han sido nombrados los nuevos ministros y ministras, sin embargo, la necesidad de los partidos que forman el gobierno de afrontar una legislatura de alto voltaje hace intuir que los perfiles serán muy políticos, más que técnicos. El calentamiento de la calle, tanto el diurno como el nocturno, aunque de estéticas y modos muy diferentes, responden a la competición dentro de la derecha por demostrar quién es más anti Sánchez. Las sobre actuaciones en política siempre responden única y exclusivamente a la debilidad interna, de la que se saben víctimas los dos partidos que el 23 de julio evidenciaron que juntos no suman.

El PP está atado a Vox en comunidades autónomas y ayuntamientos, algo que sabe que seguirá siendo gasolina de un Gobierno que necesita dosis de recuerdo sobre por qué hicieron lo que hicieron y pactaron con quien pactaron. El cuestionamiento de Feijóo y las faltas de respeto a su autoridad como líder del partido, por parte de Ayuso en Madrid o de Fernández en Cataluña, hacen que su futuro al frente del PP sea incierto y que las quinielas sobre quién lo sustituirá mermen todavía más sus opciones electorales. Para muestra, las encuestas publicadas en plena polémica de la amnistía, ni siquiera las más favorables le posibilitan gobernar, porque la suma con Vox, le sigue restando.

Para mantenerse, Abascal se pliega a los deseos de los poderes que lo llevaron hasta la cima

En Vox también andan acusando una debilidad orgánica con abandonos o ceses encubiertos de sus principales espadas. Las críticas internas se unen a las acusaciones de supuestos casos de corrupción. Para mantenerse en el poder, Abascal se pliega a los deseos de los poderes que lo llevaron hasta la cima. Y para ocultar sus problemas internos ha decidido la estrategia triple A: auspiciar, aupar, y aplaudir a los grupos ultras que incendian las calles aledañas a las casas del pueblo socialista en Madrid y en toda España. Cuentan con el silencio cómplice del PP, que no condena a sus socios, no vaya a ser que les generen problemas en todos los gobiernos que les apoyan.

Pero si en la derecha andan acusando los achaques del fracaso de julio, los socios de la mayoría parlamentaria no andan mucho mejor, a pesar de la victoria que supuso la investidura y las concesiones que obtuvieron a cambio de sus votos. El caso más llamativo, por lo públicas de sus desavenencias, es el de Sumar. El acuerdo con Podemos no fue fácil, en todo caso, aceptaron ir unidos en las listas electorales por las grandes presiones internas de todos los territorios. Una vez, Díaz ganó esa primera batalla, los del entorno de Galapagar van a morir matando. La oferta de que Nacho Álvarez sea ministro fue un regalo envenenado, primero porque sigue negando la posibilidad de que Montero y Belarra sean ministras; y segundo, porque lo hacía a cambio de la paz, mostrando que es víctima de un chantaje por una silla. Al final, Álvarez ha demostrado más señority que todos ellos, dimitiendo de sus cargos de Podemos y renunciando a ser ministro. Pablo Iglesias es quien dirige la amenaza fantasma sobre Yolanda Díaz, su querencia por marcar la línea, aunque sea por canales ajenos a la organización, hace que él mismo sea el principal foco de inestabilidad de Sumar en esta legislatura.

La tendencia es clara, el independentismo pierde la tensión del relato contra el estado

En el ámbito catalán, la cuestión no anda más tranquila. El pasado viernes salió publicado la encuesta del Centro d’Estudis de Opinió de la Generalitat de Cataluña y en la carrera por quien gana el relato posprocesista, el PSC consolida su ventaja sobre los partidos independentistas. ERC gana a Junts, sin embargo, su suma no podría revalidar la mayoría que permitió el gobierno de mayoría separatista. Es necesario señalar que el trabajo de campo fue realizado antes de la conclusión de la investidura y de las negociaciones sobre la amnistía. Sin embargo, la tendencia es clara, el independentismo pierde la tensión del relato contra el estado. Unido a esto, Clara Ponsatí, guardiana de las esencias del procés, le confesó a Gemma Nierga en el programa Café d’idees que no volvería a votar a Puigdemont y que hace falta una nueva vía para canalizar el movimiento unilateral independentista catalán. Así que no descarten la aparición de un nuevo partido que ocupe el espacio que hasta ahora ocupaba los irredentos de Junts.

En Euskadi, las negociaciones de la investidura han sido una especie de precampaña electoral. El objetivo de Bildu es ser primera fuerza política en las próximas elecciones del 2024 y para conseguirlo han pensado que la mejor estrategia era ser el único partido que daba sus votos gratis a Sánchez, tanto que incluso le llegó a recriminar, en privado, a sus aliados de ERC que pusieran tantos requisitos. Resulta muy curioso que el partido decidiera renunciar al protagonismo que tanto ansiaban en Junts o en ERC para que sus respectivos electorados asumieran su papel como socios de un partido español. El PNV es consciente que la participación de los de Bildu en la gobernabilidad de España no solo los ha blanqueado, sino que, además, la amnistía para los de Junts, les ha quitado el calificativo del peor socio posible por parte de la derecha española.

En resumen, digamos que en esta legislatura nadie va sobrado de fortaleza y eso solo augura más sobre actuaciones y polarización para realizar ejercicios de reafirmación identitaria. Cada partido antepondrá sus intereses, banderas y acciones por encima del resto, para mostrar supuestas fortalezas que brillan por su ausencia. En el PSOE están aliviados por haber aguantado el gobierno central, pero a nivel autonómico y local se aproximan maniobras de renovación importantes, algo que también veremos en los nombramientos del consejo de ministros y ministras. En el PP nadie puede asegurar que Feijóo tendrá una segunda oportunidad, de momento, su primer objetivo es revalidar la Xunta de Galicia en el próximo año. Yolanda Díaz veremos cómo frena los movimientos de Galapagar y cómo defiende la necesidad de tener una fuerza a la izquierda del PSOE. Y en Euskadi y Cataluña, con tambores preelectorales desharán un empate técnico entre los partidos que luchan por mantener su hegemonía nacionalista. Al menos, siempre les quedará eso de mal de muchos…

Una vez despejada la investidura, se abre un nuevo escenario en la política española. Las tensiones dentro de la mayoría parlamentaria serán cada vez más importantes una vez superado lo único que les unía: que no gobernara la derecha con Vox. A partir de ahora, una vez conseguido el objetivo, cada actor necesita recomponer los jirones surgidos de estirar los argumentarios para que casaran con la principal necesidad: investir a Sánchez para que Feijóo y los ultras no tuvieran una segunda oportunidad.

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