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PP y PSOE: nunca tan lejos
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Verónica Fumanal

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PP y PSOE: nunca tan lejos

La reunión entre Sánchez y Feijóo no tiene ningún sentido. Ambos saben que no es posible llegar a ningún tipo de acuerdo en esta circunstancia en la que reinan la desconfianza, el recelo y la sospecha entre ambos partidos y ambos líderes

Foto: Pedro Sánchez reunido con Feijóo durante su ronda de contactos para la investidura. (Europa Press/Eduardo Parra)
Pedro Sánchez reunido con Feijóo durante su ronda de contactos para la investidura. (Europa Press/Eduardo Parra)
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El ambiente entre PP y PSOE tras la investidura, amnistía mediante, no tenía nada de cordial; pero, el anuncio de la moción de censura en la capital navarra ha terminado de dinamitar todos los puentes. No hay confianza entre ambas organizaciones, al menos a nivel nacional. Y en medio de esta tensión es imposible realizar una reunión fructífera entre ambos líderes. La misma fotografía entre Sánchez y Feijóo es de tal incomodidad para Génova, que no saben cómo mantener la institucionalidad y la contundencia al mismo tiempo. Porque saben que, si no van, el PSOE les acusará de no ser un partido de estado. Y si van, Vox les acusará de ser la comparsa del gobierno. Así que han optado por la estrategia Rajoy, dilatar todo lo posible la respuesta, a ver si nos olvidamos que hay una cita pendiente.

El PP tardó en ejecutar los cambios en las portavocías parlamentarias, pero en cuanto se conocieron los nombres, Feijóo sabía que los elegidos enviaban un mensaje contundente. No sería la legislatura de los pactos, sino la de la guerra total. Tellado, su fiel escudero, no escatima en calificaciones, provocaciones y comparaciones para hacer titulares que retraten al PSOE como el peor gobierno de la historia. Cayetana Álvarez de Toledo viene a cubrir el flanco catalán, para que la presencia del eje territorial no decaiga y esta sea la legislatura de la traición al espíritu del 155. El resto, a seguir incidiendo en que España se rompe.

El estilo Semper tuvo su oportunidad y perdió la batalla. La imagen del verano azul quedó atrás, en la memoria de las peores campañas electorales, y dejó paso al winter is coming para una oposición gélida, sin espacios para el acuerdo o, al menos, la cortesía institucional. El PP sabe que perdió la investidura contra Sánchez, pero le ganó la calle a Abascal en su oposición a la amnistía y, ahora, es un terreno que no piensan ceder.

En el PSOE también buscan cohesionar a los suyos y no ceder. El estilo Puente y la moción de censura en Pamplona hablan de un gobierno que ha perdido el miedo a defender su política de alianzas con nacionalistas e independentistas. Del "con Bildu, nada", a darle la emblemática alcaldía de la capital foral, han pasado unos años, en los cuales, poco a poco, Bildu fue entrando en la dinámica nacional de los pactos en todo lo referente a políticas sociales, lo cual, no deja de ser una victoria de la democracia española. A diferencia de los partidos catalanes, que hacen de la causa nacional su principal bandera en las instituciones españolas, los abertzales no necesitan demostrar su compromiso con la independencia vasca y se pueden permitir hacer políticas en el eje ideológico y, de paso, desgastar al PNV.

El 'verano azul' quedó atrás, en la memoria de las peores campañas electorales, y precedió al 'winter is coming' y una oposición gélida

PSOE y PP nunca antes habían estado tan alejados en lo ideológico, en lo territorial y en lo personal. En todas las legislaturas desde la Transición hubo espacios en los que ambos partidos compartían alianzas estratégicas para pactar, en las que había ciertas simpatías personales, en las que se compartían ciertos límites comunes en cuanto a las alianzas. Ahora ya no. Al menos de momento.

Por ello, la reunión entre Sánchez y Feijóo no tiene ningún sentido. Porque ambos saben que no es posible llegar a ningún tipo de acuerdo en esta circunstancia en la que reinan la desconfianza, el recelo y la sospecha entre ambos partidos y ambos líderes. El nivel de polarización y crispación entre los dos principales partidos es tal, que la misma convocatoria de reunión ya es un problema, sobre todo, para el PP, que es en estos momentos quien tiene que demostrar su oposición total al gobierno.

Foto: Besteiro y Sánchez, en la Convención política del PSdG. (Europa Press/Álvaro Ballesteros)

Bien es cierto, que la fotografía enviaría un mensaje muy positivo a la sociedad. Puede haber discrepancias enormes, pero la institucionalidad debe mantenerse en cualquier caso. Al menos, esto le ayuda al PP a distanciarse de Vox, que hace de ser el partido antisistema, una de sus principales banderas. Sin embargo, el PP quiere evitar sorpresas como la de la moción de censura al UPN en Pamplona, imagine usted que el mismo día que se reúnen con Sánchez, el PSOE anuncia un encuentro del Presidente con Puigdemont… no tendría A6 para correr.

En política no se pueden desperdiciar las oportunidades. Feijóo la tuvo, debió renovar el CGPJ cuando llegó a Madrid; la primera semana, cuando todos lo loaban por el sacrificio de dejar Galicia para remontar Génova. Si lo hubiera hecho entonces, ya nadie se acordaría y no estaría prisionero de un dilema que ahora no tiene buena solución. Si lo pacta, cumple con el mandato constitucional, pero los suyos y los ultras se lo comen. Si no lo pacta, estará ahondado en la crisis de las instituciones. Así que de, momento, prefiere posponer la cita.

Si el ambiente entre los bloques que lideran PP y PSOE no es bueno, tampoco lo es el que está dentro de los bloques. Las diferencias entre PSOE y Sumar se harán cada vez más patentes, olvidando la tregua que firmaron durante la campaña electoral. Ahora ya hay Gobierno y Sumar necesita marcar un perfil propio para diferenciarse del PSOE y para no darle la banda izquierda a Podemos. En el lado de la derecha, tampoco mejoran. La lucha de poder entre PP y Vox es cada día más evidente, ambas formaciones protagonizan una relación de amor-odio irresoluble, porque son conscientes de que están condenados a entenderse. Feijóo intenta no mentarlos, igual que hacía cuando estaba en Galicia, donde tenían prohibido pronunciar la palabra Vox. Sin embargo, Abascal es quien con más intensidad azota al líder del PP, aunque no haya motivo. Los de la ultraderecha están atravesando una crisis interna que intentan soslayar señalando las debilidades del PP para intentar recuperar parte de su electorado, que han vuelto a la marca alfa.

PP y Vox protagonizan una relación de amor-odio irresoluble, porque son conscientes de que están condenados a entenderse

Pero no crean que el ambiente solo está caldeado en España, porque nuestros políticos tienen la habilidad de internacionalizar los conflictos nacionales y nacionalizar los conflictos internacionales. De modo que, aprovechando la evaluación de la presidencia rotatoria de España de la UE y, ya que Puigdemont es eurodiputado, decidieron llevar los marcos de la política española al pleno europeo. Los del PP afeando la amnistía, a través de Manfred Weber, y Sánchez, recordándole al alemán que ahí los suyos mantienen un cordón sanitario a la extrema derecha que aquí ni ha sido objeto de debate. Y esas son las conclusiones de la presidencia rotatoria, deben pensar el resto de socios que se ha hecho largo.

¿Será toda la legislatura así? No me atrevo a hacer un pronóstico. Los tiempos que nos han tocado vivir son impredecibles y nada asegura que la legislatura sea de 4 años, que Feijóo sea el líder de la oposición durante el tiempo que dure o que Sánchez no rompa con los socios nacionalistas por alguna condición que él considere inasumible. Lo que parece probable es que si los actores políticos son los mismos, la tensión no decaiga, porque ninguno tiene incentivos para hacerlo.

El ambiente entre PP y PSOE tras la investidura, amnistía mediante, no tenía nada de cordial; pero, el anuncio de la moción de censura en la capital navarra ha terminado de dinamitar todos los puentes. No hay confianza entre ambas organizaciones, al menos a nivel nacional. Y en medio de esta tensión es imposible realizar una reunión fructífera entre ambos líderes. La misma fotografía entre Sánchez y Feijóo es de tal incomodidad para Génova, que no saben cómo mantener la institucionalidad y la contundencia al mismo tiempo. Porque saben que, si no van, el PSOE les acusará de no ser un partido de estado. Y si van, Vox les acusará de ser la comparsa del gobierno. Así que han optado por la estrategia Rajoy, dilatar todo lo posible la respuesta, a ver si nos olvidamos que hay una cita pendiente.

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