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Verónica Fumanal

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Las líderes oficiales del partido anunciaron que la marca morada se presentará a las elecciones europeas. Para ello, contarán con dos bazas: Irene Montero y Canal Red

Foto: Irene Montero, en una imagen de archivo. (EFE/Zipi)
Irene Montero, en una imagen de archivo. (EFE/Zipi)
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Ni Sumar, ni Unidas Podemos: ha vuelto la marca original, Podemos, y lo hace con más orgullo que nunca, aunque en este décimo aniversario el balance del partido sea discutido y discutible, como la nación española. Este pasado fin de semana, las líderes oficiales del partido anunciaron que la marca morada se presentará a las elecciones fetiche del partido, las europeas. Para ello, contarán con dos bazas. La primera su candidata, primarias mediante, la exministra de Igualdad Irene Montero, cuyo liderazgo interno no es discutido, aunque su activo electoral sea discutible. Y también, con aquello que siempre ansiaron desde las filas moradas: un medio de comunicación y propaganda propio: Canal Red, dirigido por el exlíder de Podemos.

Podemos ha vuelto a deshacer un movimiento que ellos mismos habían propuesto, el liderazgo orgánico de Sumar. No por sabido deja de ser importante. Díaz, que conoce la organización y sus dirigentes como nadie, sabía que al menos tenía que dejar por escrito lo importante: el reparto del dinero del grupo parlamentario. Así, cuando los cinco de Podemos se fueran, lo harían con un acuerdo prenupcial establecido. Todo estaba planificado, como en esas películas de un atraco en las que todo sale perfecto. Podemos se integraría en Sumar en las elecciones generales, para no desaparecer. Una vez consiguieran presencia en el Congreso de los Diputados, dejarían Sumar y se presentarían a sus elecciones talismán: las europeas. Podemos lo planificó todo, parasitó el liderazgo de Yolanda Díaz para sobrevivir, en un movimiento que se ha demostrado inteligente, aunque éticamente cuestionable.

En política, vivir un día más es lo más importante. Y si Podemos se hubiera presentado a las elecciones y no hubiera obtenido ningún diputado, hoy estaría muerto como organización. Y aquí están, vivos y planteando todas las batallas electorales: la gallega, la vasca y las europeas, como anunció Irene Montero en La Hora de La 1. Todavía no sabemos las candidaturas a las autonómicas que se celebrarán este año, porque digamos que Podemos no se juega nada, porque nada tiene. Sin embargo, las europeas son otra cosa. Ahí, en 2019, el partido tuvo más de 2.200.000 votos y seis eurodiputados, el doble que Vox. Tener un buen resultado sería crucial para el proyecto a largo plazo; conseguir representación, la única vía para sobrevivir en el corto.

Analicemos los dos activos con los que cuenta Podemos. El primero, su candidata in pectore, Irene Montero. Cuenta con uno de los factores imprescindibles: un nivel de conocimiento mayoritario. La exministra es uno de los rostros más reconocibles de Podemos. Además, su paso por el Gobierno le confirió algunas banderas que supo hacer suyas, la principal, el feminismo queer y la defensa de los derechos LGTBI. Ha sabido representar como nadie la diversidad en la identidad de género, la expresión de género y la orientación sexual. Pocos políticos, que no fueran representantes del colectivo LGTBIQ+, están a su nivel en defensa y visibilidad.

Foto: La exministra de Igualdad, Irene Montero. (EFE/Rodrigo Jiménez)

Pero su hoja de servicios al frente del ministerio tiene un gran cuestionamiento, sobre todo, por parte del feminismo clásico, cuya principal crítica es la rebaja de penas no buscada de la ley del solo sí es sí. Podemos niega esa pifia, aunque sus excusas nunca han resultado ni demasiado creíbles ni sostenibles, porque algunas aludían a que la ley no buscaba “el punitivismo” y otras a que la clase judicial era machista. La realidad es que aquella ley se corrigió con el concurso del PP y que Montero fue dejada sola en la defensa de aquella causa.

El segundo elemento con que cuentan para acudir a estas elecciones es Canal Red. Desde los inicios, Pablo Iglesias siempre había defendido que su espacio necesitaba apoyos mediáticos para tener éxito. Lo cierto es que en el origen del partido hubo varios medios de comunicación que los trataban con cariño, aunque a Iglesias nunca le debieron parecer lo suficientemente próximos. Los apoyos mediáticos del partido fueron menguando conforme lo hicieron las bases electorales y fueron purgados o dimitidos algunos de sus principales dirigentes. Cuando Iglesias abandonó la política institucional, se intuía que abrazaría su pasión: la batalla mediática. Podemos tiene en Canal Red su principal instrumento de propaganda y comunicación. Desde ahí lanzan exclusivas, noticias y un modo de ver el mundo. Obviamente, este medio adolece de cualquier garantía de objetividad periodística, pero reconoceremos que algunos de los tradicionales también.

Foto: Ione Belarra e Irene Montero. (Europa Press/Fernando Sánchez)

Son precisamente en los canales de comunicación de Podemos donde más cancha se le ha dado al final del no-caso Neurona o a lo que desde el partido llaman lawfare, o la guerra judicial para mermar causas políticas. Hay que reconocer que el partido morado ha salido indemne de muchas de las causas judiciales que se le imputaron: desde financiarse en Venezuela al informe PISA, la cuenta en Granadinas, el caso de Victoria Rosell, caso Dina… Más de 20. También es justo admitir que al partido se le ha investigado más que a nadie, que se les condenó con la pena de telediario, pero que no han sido condenados por ninguna de estas causas. Por lo tanto, no hay injusticia contra ellos, pero sí ganas de que la hubiera. Otra cosa es que Podemos hiciera de la necesidad virtud y de todos los casos alzara una bandera política: el victimismo.

Hasta ellos mismos reconocen, y eso que no son muy dados a las críticas, que a nivel interno no lo han hecho bien. Lo orgánico ha sido el gran fracaso de Podemos, las únicas estructuras que permanecen son las que se han unido a las filas de Sumar, el resto o bien abandonó el partido o bien se le expedientó y expulsó. El núcleo de Galapagar permanece cohesionado, pero solo, y se la juega. ¿Qué sería un buen resultado para Podemos? Obtener representación, es decir, obtener unos 700.000 votos en toda España. ¿Qué sería un magnífico resultado? Tener un voto más que Sumar. Hace 10 años, en la noche electoral en la que Podemos se estrenaba, Pablo Iglesias, con cinco eurodiputados y más de 1.200.000 votos, salía apesadumbrado diciendo: “Todavía no hemos acabado con la casta política (…) no hemos conseguido nuestro objetivo político, superarles en las urnas”. Poco queda de ese Podemos, quizás el nombre, pero todavía están vivos.

Ni Sumar, ni Unidas Podemos: ha vuelto la marca original, Podemos, y lo hace con más orgullo que nunca, aunque en este décimo aniversario el balance del partido sea discutido y discutible, como la nación española. Este pasado fin de semana, las líderes oficiales del partido anunciaron que la marca morada se presentará a las elecciones fetiche del partido, las europeas. Para ello, contarán con dos bazas. La primera su candidata, primarias mediante, la exministra de Igualdad Irene Montero, cuyo liderazgo interno no es discutido, aunque su activo electoral sea discutible. Y también, con aquello que siempre ansiaron desde las filas moradas: un medio de comunicación y propaganda propio: Canal Red, dirigido por el exlíder de Podemos.

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