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Verónica Fumanal

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Los últimos serán los premiados

El partido que aguanta sin dar su apoyo hasta el último minuto no solo se está haciendo valer como una organización fuerte, sino que, además, obtiene toda la atención mediática

Foto: El vicepresidente y portavoz de JxCAT, Josep Rius. (EFE/Quique García)
El vicepresidente y portavoz de JxCAT, Josep Rius. (EFE/Quique García)
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Ningún partido político que se precie quiere ser llamado comparsa, muleta o vendido. Esto quiere decir que, cuando una formación apoya a un Gobierno que no es de su mismo color político, quiere hacerse notar. Como esa pregunta inoportuna en un coloquio, que nunca lo es, para dejar constancia de la presencia y discrepancia de quien quiere visibilizarse en el evento. Así, el partido que aguanta sin dar su apoyo hasta el último minuto no solo se está haciendo valer como una organización fuerte, con principios, que resiste la presión hasta que sus postulados son considerados, sino que, además, obtiene toda la atención mediática, y ya sabemos que eso, hoy, es oro. ¿Qué incentivos hay en esta legislatura para que cualquier partido no se haga de rogar hasta el minuto final de la aprobación de una ley? Ninguno, porque ser un partido fiable, serio y de estado, en nuestros días, no puntúa.

El miércoles 10, el Gobierno pasa su primera reválida en el Congreso de los Diputados, la Cámara con la que a priori podría contar. La estrategia elegida para pasar el primer Rubicón del 24 tiene su complejidad, porque es un todo o nada. Las leyes ómnibus, es decir, mezclar en un mismo texto políticas churras y merinas que nada tienen que ver unas con las otras, son un ejercicio poco recomendable en coyunturas políticas como las actuales. La mayoría parlamentaria que posibilitó la investidura de Sánchez es tremendamente variada en cuanto a sus intereses, pero todos y cada uno de los votos de los ocho grupos parlamentarios son necesarios.

Así pues, con esta aritmética cuántica parlamentaria, el Gobierno pretende aprobar en un mismo texto legislativo materias de justicia, función pública, régimen local y mecenazgo. Esta ley incluye reformas de la ley de enjuiciamiento civil que Junts considera que podrían afectar a la ley de amnistía, con la actualización de herramientas digitales para la Administración de Justicia, promoción de empleo público para personas con discapacidad o cuestiones generales de la función pública. Pero es que de su aprobación también dependen el desembolso de 10.000 millones de fondos europeos. Lo que pretende el Gobierno es una votación de todo o nada que, insisto, es temeraria, por el riesgo que asume y por la poca capacidad de acción que ofrece a sus socios.

Junts está encantado con esta situación, porque de nuevo vuelve a ser ese partido nacionalista del que dependía la gobernabilidad de España. El espíritu de Pujol resurge en pleno siglo XXI con más fuerza que nunca en una situación endiablada: aprobar la revalorización de las pensiones o la bajada de los impuestos de la electricidad o el gas también depende de salvar a los soldados del procés a través de la amnistía. Mientras tanto eso no se produzca, están dispuestos a dejarse querer, a volver a atraer la atención de las tertulias de actualidad, hacer pender de un hilo la legislatura, quién sabe si con una moción de censura con el PP, un lujo que otros actores como ERC, Bildu o BNG no podrían permitirse.

Foto: El vicepresidente y portavoz de JxCAT, Josep Rius. (EFE/Enric Fontcuberta)

Alberto Núñez Feijóo lo avisó antes de las Navidades: Junts no le parecía un actor válido para gobernar, pero sí para no dejar gobernar. Los populares dan tumbos en su posición con los de Junts: de negociar con ellos para tumbar las leyes del Gobierno del PSOE y Sumar a quererlos ilegalizar. En la oposición, te puedes permitir decir lo uno y lo contrario, porque tu única misión es acabar el día habiendo sido escuchado, la irrelevancia significa quedarte en la oposición. Ayer mismo, en un desayuno informativo, el líder popular avisaba de que “no iba a arreglar los problemas internos del desgobierno”, anunciando su voto negativo a la convalidación de los decretos. El Gobierno trataba de presionar al principal partido de la Cámara advirtiendo de la pérdida de los 10.000 millones europeos y el mazazo que supondría para las clases populares prescindir de las ayudas de las medidas antiinflación. Sin embargo, la misma tramitación ómnibus, junto con los otros dos reales decretos-leyes, supone un respiro para el PP, porque su negativa queda diluida en un totum revolutum de medidas del Gobierno.

¿Es presumible que el Gobierno no logre convalidar sus medidas? No estaría yo tan segura. Básicamente, porque Sánchez y sus negociadores parlamentarios son especialistas en operaciones de alto voltaje en el último minuto. El PSOE se ha convertido en una especie de protagonista de la saga de Misión imposible. Todo parece que va a explotar… pero en el último segundo, y con una maniobra increíble, el mundo y la legislatura pueden respirar. Veremos qué ocurre este miércoles en el Congreso, lo único seguro es que no lo sabremos hasta la hora misma de la votación. Para qué avanzarlo antes, si ser el último en decir tu posición tiene premio.

Ningún partido político que se precie quiere ser llamado comparsa, muleta o vendido. Esto quiere decir que, cuando una formación apoya a un Gobierno que no es de su mismo color político, quiere hacerse notar. Como esa pregunta inoportuna en un coloquio, que nunca lo es, para dejar constancia de la presencia y discrepancia de quien quiere visibilizarse en el evento. Así, el partido que aguanta sin dar su apoyo hasta el último minuto no solo se está haciendo valer como una organización fuerte, con principios, que resiste la presión hasta que sus postulados son considerados, sino que, además, obtiene toda la atención mediática, y ya sabemos que eso, hoy, es oro. ¿Qué incentivos hay en esta legislatura para que cualquier partido no se haga de rogar hasta el minuto final de la aprobación de una ley? Ninguno, porque ser un partido fiable, serio y de estado, en nuestros días, no puntúa.

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