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'Sportwashing' y Arabia Saudí. ¿Por qué no Venezuela?
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Verónica Fumanal

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'Sportwashing' y Arabia Saudí. ¿Por qué no Venezuela?

Cuando la empresa saudí STC compró el 9,9% de las acciones de la empresa española Telefónica, saltaron todas las alarmas

Foto:  Los jugadores del Real Madrid celebran su victoria en la final de la Supercopa de España en Riad. (EFE/Juan Carlos Cárdenas)
Los jugadores del Real Madrid celebran su victoria en la final de la Supercopa de España en Riad. (EFE/Juan Carlos Cárdenas)
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Vivimos en la era de la comunicación y de la imagen. Lo que hace unas décadas era un departamento menor en organizaciones empresariales o políticas, hoy, el de marketing y comunicación es el principal receptor de recursos. El poder ya no es suficiente para sobrevivir en nuestro siglo. En el tiempo de las redes sociales, la identidad social de un organismo se ha vuelto fundamental para que no te "cancelen". Arabia Saudí lo sabe, también todas las dictaduras a las que hasta ahora no les había importado ejercer como tales sin rubor, pero que ahora deben procurar no parecerlo porque tienen intereses en sociedades democráticas.

Cuando la empresa saudí STC compró el 9,9% de las acciones de la empresa española Telefónica, saltaron todas las alarmas. Una de las principales corporaciones de telecomunicaciones del mundo iba a ser controlada por un régimen teocrático, en el que Salman bin Abdulaziz hace y deshace, según su criterio, por la gracia de alá. Aquella operación empresarial fue interpretada como un ataque a la soberanía de los datos de nuestro país. El gobierno de España no podía permanecer ajeno. Respondió con la compra de un 10% de las acciones de la compañía para que esta injerencia saudí pudiera ser aplacada. ¿El gobierno hubiera actuado igual si hubiera sido una compañía francesa o alemana la que hubiera adquirido las acciones en lugar de una saudita?

El último informe de Amnistía Internacional 22-23 sobre Arabia Saudí asegura que "las autoridades persiguieron a personas por ejercer pacíficamente sus derechos a la libertad de expresión y asociación", "los tribunales aplicaron la pena de muerte tras juicios manifiestamente injustos", "trabajadores y trabajadoras migrantes continuaban sufriendo abusos y explotación bajo el sistema de patrocinio", "miles de personas fueron detenidas arbitrariamente en condiciones inhumanas, sometidas a tortura", "primera ley sobre la condición jurídica de la persona que codificaba la tutela masculina y la discriminación sobre las mujeres" en la que ellas están obligadas a casarse y obedecer a su marido por ley.

Todo esto y mucho más ha acontecido en Arabia Saudí en un año. Sin embargo, si haces una búsqueda en internet sobre el país tendrás otras noticias: Arabia Saudí y todas las competiciones futbolísticas, como la supercopa de España, la copa mundial de clubes de la FIFA o la reciente incorporación de Rafa Nadal como embajador de la federación de tenis saudita.

Foto: Una mujer mira camisetas del Al-Hilal. (REUTERS/Ahmed Yosri)

La estrategia del régimen saudí es clara: Lavar su imagen pública a través de asociar su marca con los valores del deporte mayoritario y de élite: fútbol, tenis… y hacer que los titulares que trascienden en las sociedades occidentales democráticas sobre su país no tengan información sobre sus prácticas dictatoriales: torturas, detenciones ilegales, pena de muerte injusta, degradación de los derechos de las mujeres. Y todo ello lo hacen porque pueden, porque la teocracia saudí es una petrodictadura como Venezuela.

Se imaginan ustedes el titular "Rafa Nadal, nuevo embajador de la federación de tenis de Venezuela" o "la final de la supercopa se celebrará en Caracas". No quiero imaginar las interpretaciones de todos los políticos que denunciaron las atrocidades del régimen venezolano y que ahora callan cuando sus equipos de fútbol juegan partidos de competiciones nacionales fuera de las fronteras de España. Estoy convencida, que algún ultramontano acusaría a Sánchez de obligar a Nadal a conchabarse con el chavismo. Según The economist y su índice de democracia, ambos países son considerados como regímenes autoritarios, Venezuela ocupa el número 147 con un 2,23 y Arabia Saudí ocupa el lugar 150 con un 2,08.

Foto: La actriz Itziar Ituño encabeza una manifestación en apoyo a los presos de ETA. (EFE)

El régimen saudí y el venezolano son parejos, según el índice de democracia de The Economist, pero para la opinión pública son bien diferentes. En primer lugar, porque la utilización de algunos regímenes en nuestra política doméstica es más habitual que otros. ¿Cuántas veces algunos líderes políticos hiperventilados han comparado Venezuela con España? En segundo lugar, porque la campaña de sportwashing de Arabia Saudí está funcionando, y su imagen está siendo moldeada para parecer atractiva al público occidental gracias al deporte. Y, en tercer lugar, porque hay personas e instituciones que se están dejando comprar para conseguirlo.

Se imaginan que todas las mujeres de España dejáramos de comprar el coche que anuncia Rafa Nada o que Ana Patricia Botín despidiera a Nadal como imagen de su banco tal y como han hecho algunas marcas con la actriz Itziar Ituño por asistir a una manifestación en apoyo a los presos de ETA. Desde luego, las marcas que apoyan a Nadal lo hacen porque quieren que todos los valores que defiende el deportista impregnen sus corporaciones. Pero ahora, Nadal es embajador de Arabia Saudí, una petrodictadura que tortura, encarcela, mata a la disidencia y en la que las mujeres son poco más que mascotas de los hombres.

El dinero puede llegar a cegar. De hecho, poco más puede justificar que deportistas de élite, clubs de prestigio o entidades dedicadas a las competiciones deportivas se dejen utilizar por un régimen medieval. Si no lo harían por Venezuela, régimen contra el que se ha pronunciado muchas veces Nadal (2014) "soy una persona que odio ver sufrir a la gente, odio los líos, me gusta la paz, me gusta la tranquilidad y en este caso sé que Venezuela está pasando momentos complicados. Lo único que deseo es que vuelva la paz para todos los paisanos de Venezuela". Por qué hacerlo con Arabia Saudí.

Vivimos en la era de la comunicación y de la imagen. Lo que hace unas décadas era un departamento menor en organizaciones empresariales o políticas, hoy, el de marketing y comunicación es el principal receptor de recursos. El poder ya no es suficiente para sobrevivir en nuestro siglo. En el tiempo de las redes sociales, la identidad social de un organismo se ha vuelto fundamental para que no te "cancelen". Arabia Saudí lo sabe, también todas las dictaduras a las que hasta ahora no les había importado ejercer como tales sin rubor, pero que ahora deben procurar no parecerlo porque tienen intereses en sociedades democráticas.

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