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El PSOE, en el frontispicio de la batalla ideológica
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Verónica Fumanal

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El PSOE, en el frontispicio de la batalla ideológica

En las próximas elecciones europeas​, el PSOE tiene varias misiones importantes como partido alfa de la socialdemocracia europea

Foto: Reunión de la comisión ejecutiva federal del PSOE. (Europa Press/Jesús Hellín)
Reunión de la comisión ejecutiva federal del PSOE. (Europa Press/Jesús Hellín)
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En este año, la Unión Europea se juega su futuro. Existe una creciente preocupación en Bruselas sobre el ascenso de la extrema derecha populista, por sus reivindicaciones competenciales nacionales en detrimento de la Unión; pero también hay mucha inquietud sobre la posibilidad de que las instituciones europeas dejen de ser un espacio de encuentro entre socialistas y conservadores en el que dialogan y se entienden para aprobar políticas sin los extremos. El contagio de la polarización nacional puede llegar a la UE, en parte, debido a la altísima influencia de los partidos de extrema derecha en los partidos tradicionales conservadores. En este contexto, el PSOE quiere emerger como partido alfa de la socialdemocracia europea.

Hace unos días, el PSOE lanzó su nuevo think tank Avanza, liderazgo por Manuel Escudero, uno de los economistas más progresistas del cuadro de mandos socialista. Un think tank o tanque de ideas es una organización que se dedica a pensar y emitir informes con alto contenido ideológico sobre las cuestiones que marcan la agenda política y social de un país. El famoso lingüista Lakoff siempre ha reprochado a la izquierda no invertir más dinero en estas organizaciones, que, desde la derecha, no solo se financian, sino que se alientan con recursos ilimitados y promoción de sus principales pensadores. Un buen ejemplo de ello es toda la terminología conservadora que ha impregnado las tertulias sin mucha resistencia: “impuesto a la muerte” o “cambio climático” son solo dos ejemplos de un marco conservador en ámbitos mayoritariamente progresistas.

Otro de los términos que han hecho fortuna es “guerra cultural”, que básicamente invita a los conservadores a romper algunos de los consensos que se habían alcanzado a nivel político: la importancia del feminismo, la diversidad como valor y no como problema o el reto migratorio son algunos de los más importantes. Dar la batalla cultural para la derecha es enmendar algunas de las leyes básicas, como la carta de Naciones Unidas de los derechos humanos, que desde lo más rancio de las sociedades de todo el mundo se ha denominado el “consenso progre”, deslegitimando la palabra consenso y adjudicándole una connotación de una parte contra la otra.

Precisamente, una de las instituciones que a nivel internacional más han hecho por el consenso y la unanimidad por su forma de entender la política es la Unión Europea, en la que las políticas deben contar con el voto afirmativo de todos los miembros. Esto supone que el acuerdo entre diferentes es el valor fundamental de una Unión que prefiere ir lenta y atrasar los acuerdos, si eso conlleva que los avances sean definitivos porque fueron votados por todos. Es precisamente este espíritu el que se cuestiona por parte de aquellos que han venido a la política para deshacer los consensos previos y no para alcanzar otros nuevos, sino para imponer su forma de ver la sociedad y la política.

Foto: Un colegio electoral en Berlín. (EFE/Rainer Jensen)

Según el último estudio del Cidob sobre la materia, ahora mismo, en toda la Unión Europea hay tres gobiernos de gran coalición: Bulgaria, Dinamarca y Rumanía. Siete son gobiernos de centro, cinco gobiernos de centroizquierda, nueve gobiernos de centroderecha y tan solo uno de izquierdas el de España y dos de derechas: Hungría e Italia. Si sacamos de la ecuación las grandes coaliciones y los gobiernos de centro, Europa está asistiendo a una derechización evidente: 11 gobiernos de centroderecha y derecha frente a siete de centroizquierda e izquierda. En este contexto, España, como único país con un Gobierno de izquierdas, emerge como una referencia, y el PSOE, como el partido socialdemócrata más importante de toda la Unión.

Es por ello que, en las próximas elecciones europeas, el PSOE tiene varias misiones importantes como partido alfa de la socialdemocracia europea. En primer lugar, se sitúa la batalla de las ideas, del relato; la creación de un nuevo think tank que revitalice los marcos progresistas y que ponga en valor los consensos alcanzados en materia climática, feminista, de diversidad, migratoria, es fundamental para no retroceder en derechos y libertades, como proponen los de la trinchera cultural. En segundo lugar, reivindicar más Europa y más Unión Europea como antídoto a la emergencia en las relaciones internacionales de las dictaduras y sus nostálgicos, aquellos que prefieren una tiranía que comparta sus ideas antes que una democracia que no les dé el lugar que ellos consideran. Y, en tercer lugar, como partido que defiende el estado de bienestar como garante de la igualdad de oportunidades, frente a las falacias de los discursos de la meritocracia defendida, siempre, por los que más tienen.

Las elecciones europeas son una oportunidad de oro para partidos políticos minoritarios y extremistas. La percepción de los electores es que estas son unas elecciones de segundo nivel, mucho menos importantes que las generales, las autonómicas y locales. Por ello, la participación es siempre más baja, y también el voto va a los partidos minoritarios, emergentes o excéntricos. Sin embargo, la UE es un polo de valores para los países de la Unión, pero también a nivel internacional. Por eso la preocupación sobre nuestro futuro es tan pertinente.

En este año, la Unión Europea se juega su futuro. Existe una creciente preocupación en Bruselas sobre el ascenso de la extrema derecha populista, por sus reivindicaciones competenciales nacionales en detrimento de la Unión; pero también hay mucha inquietud sobre la posibilidad de que las instituciones europeas dejen de ser un espacio de encuentro entre socialistas y conservadores en el que dialogan y se entienden para aprobar políticas sin los extremos. El contagio de la polarización nacional puede llegar a la UE, en parte, debido a la altísima influencia de los partidos de extrema derecha en los partidos tradicionales conservadores. En este contexto, el PSOE quiere emerger como partido alfa de la socialdemocracia europea.

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