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No fue la amnistía, estúpido
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Verónica Fumanal

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No fue la amnistía, estúpido

No es cierto que el PP gallego haya ganado las elecciones gracias a la amnistía. No hay ningún elemento de análisis que conduzca a esta conclusión. El PP mantuvo su base de apoyo intacta

Foto: Alfonso Rueda ha ganado las elecciones gallegas. (Europa Press/Álvaro Ballesteros)
Alfonso Rueda ha ganado las elecciones gallegas. (Europa Press/Álvaro Ballesteros)

En Génova y Ferraz, las dos calles madrileñas donde PP y PSOE tienen las sedes nacionales de sus partidos, diseñaron una campaña electoral en clave española. Feijóo y Sánchez querían que Galicia les diera la razón y, de esa manera, sus proyectos y estrategias se vieran afianzados en este inicio de legislatura tan peculiar. Sin embargo, los gallegos y gallegas les dieron a ambos la espalda y votaron, como siempre, en clave gallega. Ni el PP puede decir que la amnistía de Sánchez fue derrotada el pasado 18 de febrero, ni el PSOE puede presumir de tener una organización territorial sólida con liderazgos autonómicos que puedan aspirar a recuperar poder para el PSOE. Galicia votó Galicia, en clave gallega y a los partidos alfa de la política de su comunidad.

No es cierto que el PP gallego haya ganado las elecciones gracias a la amnistía. No hay ningún elemento de análisis que conduzca a esta conclusión. El PP mantuvo su base de apoyo intacta, en torno al 47% de voto. Igual que hace cuatro años, cuando el candidato era Alberto Núñez Feijóo y en la campaña solo se hablaba de Galicia. El Partido Popular en Galicia es el representante de la derecha moderada galleguista, es decir, una especie de nacionalismo moderado integrador que hace de la defensa de su cultura, su lengua y su idiosincrasia una forma de ser español.

El gran artífice de lo que hoy es el PP gallego fue Manuel Fraga, quien ya en 2010 le espetaba al BNG en el Senado “no me dé lecciones de nada y mucho menos de galleguismo” o aquella frase mítica de “me siento profundamente gallego, que es mi forma de ser español”. El acierto de la fórmula es evidente. Los populares gallegos no han permitido la emergencia de una CiU o un PNV en Galicia, porque ellos representan lo que esas fuerzas en Cataluña y Euskadi, al menos simbólicamente. Por ello, tienen un electorado que, ajeno a las polémicas nacionales, cuando hay que votar en su comunidad tiene su voto refugio, el que mejor defiende ese pseudo-nacionalismo gallego tan transversal que explica la solidez de su voto, elección tras elección.

La amnistía no explica el voto gallego del pasado domingo, no el del Partido Popular, que como hemos visto ha mantenido el mismo apoyo y, por lo tanto, no ha tenido un trasvase de votos desde la izquierda. Ni tampoco explica el extraordinario resultado del BNG, que se debió al efecto de la activación del conocido como voto útil. Este tipo de voto solo se activa cuando un partido es creíble como alternativa de gobierno o como mantenedor del poder ante la amenaza cierta de la pérdida. Por ello, Ana Pontón, que lleva liderando la oposición al PP durante toda la legislatura, con un proyecto autónomo, definido y bien estructurado, se convirtió en el voto útil del cambio, ante la posibilidad de que el PP pudiera perder la mayoría absoluta.

Foto: El candidato popular a la Xunta, Alfonso Rueda. (EFE/Lavandeira Jr)

Los gallegos votaron en clave gallega. Desde la derecha, al partido de derecha galleguista de toda la vida. Y desde la izquierda, al único partido nacionalista gallego con un liderazgo sólido y un proyecto definido. Entre PP y BNG suman el 78,93% de todos los votos emitidos, siendo así una de las comunidades que entre el galleguismo y el nacionalismo galego suman el 80% de los votos, añadiendo a Democracia Ourensana, el otro partido cuyo éxito se explica única y exclusivamente en clave gallega, gracias a la narrativa del agravio a la provincia de Ourense. El 20% restante se lo han repartido partidos que, en esta ocasión, no han tenido ni un liderazgo netamente gallego ni un proyecto arraigado en las cuatro provincias.

El PSdG lleva dos legislaturas en búsqueda de su líder y de su proyecto autónomo: en un territorio tan idiosincrático y nacionalista como Galicia, no valen las tutelas madrileñas. Es tremendamente injusto exigirle a su candidato unos resultados mejores cuando fue nombrado en el tiempo de descuento. Sin tiempo, es imposible generar un relato, un programa y un liderazgo, que es justo lo que sí ha tenido Ana Pontón. Hoy empieza el tiempo de reconstrucción de un proyecto político que, si consigue trabajar en el plano estratégico para las elecciones de 2028, podrá recuperarse.

El resto de las fuerzas políticas han quedado fuera del Parlamento gallego y todas ellas tienen en común que se presentaron con un proyecto paracaídas diseñado desde Madrid. Vox hizo lo único que sabe hacer Vox, imponer candidatos desde Bambú, proclamando el fin del Estado de las autonomías. Pero sorprende más la falta de estrategia de Sumar, cuya líder proviene de la política gallega y, por lo tanto, es conocedora de las dinámicas que ahí se generan. Ni siquiera un pacto con Podemos hubiera salvado de la debacle al partido de Yolanda Díaz, pero al menos se hubiera ahorrado el bochorno de llegar a un acuerdo con el partido de Irene Montero para que luego las bases de Podemos lo descartaran siguiendo la pauta de Pablo Iglesias.

Pero, aunque el voto haya sido en clave muy gallega, las consecuencias nacionales no se han hecho esperar. Fejióo quiere capitalizar esta victoria todo lo posible, de hecho, los errores de la campaña tan criticados a nivel interno se silenciarán todo lo posible para reforzarlo de cara a las elecciones europeas. Sánchez, de igual modo que el 28-M, necesita pasar página y recuperar el control del discurso. Para ello, la aprobación de la amnistía y, por ende, la tramitación de los presupuestos parecen la salida más próxima y factible posible. Díaz necesita replantear su modelo de partido y preparar a medio y largo plazo los próximos comicios; el piloto de enviar a provincias a portavoces nacionales no funciona, y menos sin tiempo para preparar una candidatura reconocible. Mientras tanto, los líderes alfa de la política gallega volverán a desaparecer de la esfera mediática dominada por la M-30.

En Génova y Ferraz, las dos calles madrileñas donde PP y PSOE tienen las sedes nacionales de sus partidos, diseñaron una campaña electoral en clave española. Feijóo y Sánchez querían que Galicia les diera la razón y, de esa manera, sus proyectos y estrategias se vieran afianzados en este inicio de legislatura tan peculiar. Sin embargo, los gallegos y gallegas les dieron a ambos la espalda y votaron, como siempre, en clave gallega. Ni el PP puede decir que la amnistía de Sánchez fue derrotada el pasado 18 de febrero, ni el PSOE puede presumir de tener una organización territorial sólida con liderazgos autonómicos que puedan aspirar a recuperar poder para el PSOE. Galicia votó Galicia, en clave gallega y a los partidos alfa de la política de su comunidad.

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