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Verónica Fumanal

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Silencios cómplices

Vivimos en una sociedad que tolera el machismo y que lo ejerce, mientras vivimos en una sociedad todavía racista, pero que es socialmente inaceptable

Foto: Vinícius Jr. llora en una rueda de prensa. (EFE/Kiko Huesca)
Vinícius Jr. llora en una rueda de prensa. (EFE/Kiko Huesca)
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Las lágrimas de Vinícius han protagonizado la actualidad mundial. El jugador de fútbol brasileño es, en estos momentos, la víctima más conocida del racismo de nuestra sociedad. Su denuncia es tan poderosa que ha obligado a pronunciarse a los mandatarios políticos al más alto nivel. El propio presidente de Brasil, Luis Ignacio Lula Da Silva, defendió al jugador de los ataques racistas recibidos en los campos de fútbol. La xenofobia es una lacra en la sociedad, por ello, cuando suceden agresiones como la Vinícius, las condenas son unánimes, las muestras de apoyo son explícitas y públicas, porque los silencios se interpretan como cómplices del racismo.

Lamentablemente, no sucede así con el machismo. El beso no deseado a Jennifer Hermoso, que yo considero una agresión sexual, fue la última muestra del machismo de Rubiales que antes había tenido más episodios. Desde la infantilización de las jugadoras, menospreciando su criterio respecto a su seleccionador, cuando las 15 deportistas de élite reclamaron su sustitución o el intento de opacar escándalos como la agresión sexual perpetrada por los jugadores de la Arandina. Pues bien, todos estos episodios de machismo explícito no contaron con la condena inmediata, universal y pública que sería deseable; fueron unos pocos los que quisieron apoyar a las jugadoras en sus reclamaciones de igualdad. Salvo honrosas excepciones en el ámbito del deporte, el silencio se impuso, porque condenar el machismo no solo no es un imperativo social, como pasa con el racismo, sino que tiene penalización.

¿Por qué una agresión racista tiene una condena pública mayoritaria que una agresión machista no tiene? Este artículo pretende evidenciar que vivimos en una sociedad que tolera el machismo y que lo ejerce, mientras vivimos en una sociedad todavía racista, pero que es socialmente inaceptable. Por ello, tenemos que seguir trabajando por la igualdad, entre razas y entre sexos, para que los silencios ante las agresiones racistas y machistas sean percibidos de la misma manera, como silencios cómplices de los agresores.

Cuando alguien insulta a Vinícius y se refiere despectivamente a su color de piel, nadie duda, se llama a las cosas por su nombre: racismo. Sin embargo, cuando una mujer sufre una agresión, se pone en duda su palabra, se le buscan mil razones, se antepone la provocación. En los casos comparados de Vinícius y Hermoso, ambos dejaron ir sus emociones con lágrimas de dolor que denunciaban sus sentimientos heridos. Vinícius lo hizo en una rueda de prensa que ha dado la vuelta al mundo. Hermoso le contó a Calleja en su programa de Cuatro, que además de verse involucrada y agredida por el beso no consentido de Rubiales, tuvo un duro episodio familiar, todo ello, con lágrimas en los ojos. Las reacciones a las lágrimas de Hermoso, lamentablemente, no fueron las mismas que la de Vinícius, las críticas y los haters brotaron en las redes sociales para seguir recriminándole que ella era la verduga, no la víctima. Porque las lágrimas en un hombre tiene más valor social que en una mujer. Ella, o finge, o es muy blanda; ellos son sensibles y valientes al mostrar sus sentimientos.

Las lágrimas en un hombre tienen más valor social que en una mujer. Ellas, o fingen, o son muy blandas; ellos son valientes

Tanto Vinícius como Hermoso no eligieron ser iconos de una lucha social. Ambos han pronunciado la misma frase "Yo solo quiero jugar a fútbol". Muchas veces los líderes no deciden serlo, ambos no tuvieron otro remedio que asumir que debían denunciar una situación que afecta a muchos otros anónimos que comparten su situación, pero que no tienen su fama para darle repercusión pública. Ninguno de los dos querían ser más que jugadores de fútbol, deportistas de élite que quieren ser reconocidos por sus éxitos, por su legado en el terreno de juego. Sin embargo, los agresores les convirtieron al mismo tiempo en víctimas y héroes de la lucha contra el racismo y el machismo, porque nacieron con una condición que para unos es razón suficiente para degradarlos.

No son pocos los que niegan que España sea un país racista o machista. Mayoritariamente, son personas que por su condición de hombres blancos nunca han sufrido ninguna de las dos discriminaciones. Lo denunciaba con gran acierto en la Cadena Ser Manuel Jabois al ser preguntado sobre este particular. Dijo que él, como hombre blanco, no podía afirmar si España era o no un país racista, machista u homófobo, porque esa afirmación solo la podrían contestar aquellos que ostentaban esa condición, ya nos les cuento los que ostentan varias, como una mujer racializada.

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Como mujer, les aseguro que vivimos en una sociedad patriarcal, en la que las mujeres sufrimos discriminaciones y violencias por el simple hecho de ser mujeres. Que nuestras lágrimas no se interpretan de la misma manera, que nuestras opiniones se infantilizan, que nuestras ansias de poder o de ambición se tachan de ilegítimas, que los cuidados y el hogar nos son asignados como si fueran nuestro deber, que se nos cosifica y sexualiza hasta que se nos invisibiliza por ser mayores y que, cuando denunciamos, todos ámbitos se nos deslegitima desde un negacionismo que el racismo no tiene.

El primer paso para acabar con el racismo fue que la sociedad supiera identificar qué era racismo y dejara de justificarlo. Al machismo le pasa lo mismo. Mientras que socialmente no se extienda una mirada que llame a las vejaciones por su nombre, mientras tengamos que denunciar lo obvio, mientras los silencios cómplices se impongan a voces aisladas ante las violaciones de nuestros derechos, el machismo seguirá ganando la batalla. Porque todo esto nos lleva a la siguiente conclusión: vivimos en una sociedad que sigue tolerando el machismo, mientras que denuncia el racismo. Algo es algo.

Las lágrimas de Vinícius han protagonizado la actualidad mundial. El jugador de fútbol brasileño es, en estos momentos, la víctima más conocida del racismo de nuestra sociedad. Su denuncia es tan poderosa que ha obligado a pronunciarse a los mandatarios políticos al más alto nivel. El propio presidente de Brasil, Luis Ignacio Lula Da Silva, defendió al jugador de los ataques racistas recibidos en los campos de fútbol. La xenofobia es una lacra en la sociedad, por ello, cuando suceden agresiones como la Vinícius, las condenas son unánimes, las muestras de apoyo son explícitas y públicas, porque los silencios se interpretan como cómplices del racismo.

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