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Verónica Fumanal

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Tocados políticamente, mermados orgánicamente y lisiados narrativamente, lo único que les queda (y no es poco) es su poder en el Congreso de los Diputados

Foto: Carles Puigdemont, en una foto de archivo. (EFE/David Borrat)
Carles Puigdemont, en una foto de archivo. (EFE/David Borrat)
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Con los votos de los exiliados y sin ellos, siguen sumando como máximo 61 diputados y no llega a los 68 necesarios para investir un presidente en Cataluña. La aritmética es tozuda y los relatos no pueden cambiar el resultado de una suma que de arriba a abajo, de abajo a arriba sigue siendo insuficiente. Este lunes, se configurará la mesa del Parlament de Cataluña, cuyo presidente o presidenta decidirá quién se presenta a la investidura y el independentismo, tozudo en su empeño de no admitir la primera derrota desde que se iniciara el procés, quiere pedalear una bicicleta, que ya sabemos es estática.

Junts y ERC son perfectamente conscientes de que Salvador Illa será el próximo presidente, porque ninguno de los dos partidos puede hacer nada para evitarlo. El lector dirá, si pueden, llevar a Cataluña a unas nuevas elecciones. Pero si se analiza la situación interna de ambos partidos, la realidad aparece con clarividencia: no pueden permitirse el lujo de otro batacazo electoral que dé al "salvador" una mayoría menos precaria.

La última escaramuza retórica provocada por los partidos independentistas es a cuenta de los dos diputados fugados de la justicia, Carles Puigdemont y Lluis Puig. El Tribunal Constitucional ha resuelto que no tienen derecho a votar telemáticamente. Turull ha dicho que el PSC quería ganar con "trampas"; Toni Comin se ha referido al episodio como un "escándalo" que pretende "adulterar" los resultados. Pero Turull y Comin saben contar y sumar, y saben que ni con los dos votos de ambos podrían acceder a la mayoría suficiente que requiere la mesa. Sin embargo, se esfuerzan en dar a entender que estos dos votos serían suficientes para presidir una cámara que tendría como misión nombrar a Carles Puigdemont como candidato oficial a la investidura. Sin embargo, aunque todo eso llegara a pasar, 35 + 20 + 4 (+ 2) siguen sumando insuficiente para que eso ocurra.

Carles Puigdemont aseguró que si no era de nuevo elegido President de la Generalitat dejaría la política. Su partido, según ha publicado Marcos Lamelas en El Confidencial, se ha tomado en serio las palabras de su candidato y ante la imposibilidad de que pueda gobernar, le ha ofrecido un retiro dorado, con todo tipo de prebendas económicas, simbólicas y logísticas. Es decir, en las catacumbas del partido, ahí donde resuenan las verdades y donde se asume la tozuda aritmética que los ha mandado a la oposición, son conscientes de que Illa será el nuevo president porque ir a elecciones sería un desastre para sus opciones, por ello, no están preparando una nueva campaña electoral, sino una nueva etapa sin el liderazgo del expresident.

Todo este juego de trampatojos responde a la necesidad de disimular un hecho irrefutable: las urnas los han situado en la oposición

En ERC siguen si aclarar si permitirán que gobierne la lista más votada y la única viable. Pero, de igual manera que Junts, responde a una estrategia política que únicamente se sustenta en palabras, porque la situación orgánica de ERC hace absolutamente inviable que los republicanos puedan forzar una repetición electoral. Sin líder, sin candidato, sin narrativa, sin estrategia, y con la percepción generalizada de que los de Junqueras fueron los culpables de una repetición electoral, en esos comicios los resultados serían tan malos que podría situarlos a la par que el PP en Cataluña, que nunca fue el paradigma de voto mayoritario. Los republicanos necesitan tiempo para poder poner en orden su partido, aclarar si quieren y necesitan que Oriol Junqueras vuelva a ser el líder único o si le ofrecen otro retiro dorado con un lugar destacado en la vitrina de los jarrones chinos del procés.

Todo este juego de trampatojos en lo que el final del procés se ha convertido, responde a la necesidad de los que otrora fueran los partidos alfa de Cataluña de disimular un hecho irrefutable: las urnas los han situado en la oposición. Tanto Junts como ERC en Cataluña han perdido toda su capacidad de imponer un Gobierno independentista, aunque a ninguno de los dos partidos les convencía esa unión temporal de empresas (U.T.E.) en las que convirtieron sus Gobiernos.

Tocados políticamente, mermados orgánicamente y lisiados narrativamente, lo único que les queda (y no es poco) es su poder en el Congreso de los Diputados, generando una paradoja de lo más curiosa. Ambos partidos tienen en sus manos la legislatura de Sánchez y gracias a ello han conseguido lo que parecía imposible: la amnistía para los culpables del procés. Pero al mismo tiempo, esa innegable victoria política, eliminó el relato victimista que tanto rédito político les había dado en las urnas, y que estoy segura de que ha tenido que ver con que en las pasadas elecciones, Junts y ERC hayan dejado de ser una suma viable y posible para pasar a la oposición.

Con los votos de los exiliados y sin ellos, siguen sumando como máximo 61 diputados y no llega a los 68 necesarios para investir un presidente en Cataluña. La aritmética es tozuda y los relatos no pueden cambiar el resultado de una suma que de arriba a abajo, de abajo a arriba sigue siendo insuficiente. Este lunes, se configurará la mesa del Parlament de Cataluña, cuyo presidente o presidenta decidirá quién se presenta a la investidura y el independentismo, tozudo en su empeño de no admitir la primera derrota desde que se iniciara el procés, quiere pedalear una bicicleta, que ya sabemos es estática.

Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) Junts per Catalunya PSC
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