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Verónica Fumanal

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Las cuotas del patriarcado

Lo que es realmente terrible es que las mujeres sean instrumentalizadas para vetar que otras lleguen donde pudieron llegar ellas

Foto: Giorgia Meloni saluda a la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen. (EFE/Ettore Ferrari)
Giorgia Meloni saluda a la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen. (EFE/Ettore Ferrari)
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Las mujeres estamos infrarrepresentadas en los puestos de poder. La estructura patriarcal, la carga de los cuidados, los sesgos que nos juzgan de forma diferente que a los hombres, son lastres para llegar a lo más alto. En pleno siglo XXI, la foto del G7 en la cumbre celebrada en Italia es un buen ejemplo de ello, en la que Georgia Meloni y Ursula von der Leyen son las dos únicas mujeres. Pero, las que llegan, en la mayoría de las ocasiones, no lo hacen porque sean representantes de los derechos de las mujeres, de la lucha feminista. Todo lo contrario. Está ascendiendo una generación de mujeres de ultraderecha aupadas a lomos del patriarcado, para defender posiciones retrógradas respecto al papel de la mujer en la sociedad, en la familia y en sus derechos reproductivos para precisamente limitar el derecho del resto a llegar donde ellas han llegado.

La primera ministra italiana ha forzado que en las conclusiones del G7 sea eliminada la mención al derecho al aborto de las mujeres, como uno de los derechos de las democracias occidentales. Con toda la contundencia que le da ser una de nosotras, afirma que el feminismo es una gran mentira que discrimina a las madres. Pero al mismo tiempo, la primera ministra italiana se separó de su pareja a consecuencia de la filtración de unos videos en los que Andrea Giambruno se dirigía a las mujeres con las que colaboraba en un medio de comunicación en términos sexuales y machistas. Así mismo, ha afirmado que la violencia de género es un drama nacional y se ha propuesto mejorar la respuesta judicial.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, también es una líder que defiende postulados machistas, al mismo tiempo que coquetea con su condición de mujer libre y empoderada. Durante las jornadas del 8 de marzo, día de la mujer, suele endurecer todavía más, si cabe, su discurso y alinearse con los posicionamientos más machistas. De hecho, verbalizó esa frase tan de señoro de "para cuando el día del hombre", está en contra de las leyes de paridad de las mujeres y dice que el feminismo es una fábrica de problemas paralelos, agravios e ideologías. Sin embargo, no duda en acusar de machismo a sus rivales en cuanto ve la oportunidad; de hecho, Ayuso se dijo ser víctima de una campaña machista de la izquierda y atacó a Podemos cuando le pidieron explicaciones por sus relaciones con la trama de "avalmadrid" o la trama púnica.

Marine Le Pen está en pleno pinkwashing o lo que se denomina lavado de imagen feminista. Ella se proclama la candidata de las mujeres, mientras los movimientos feministas franceses piden el voto contra ella, porque saben que la ideología de su partido es negacionista de la violencia machista y le acusan de un cambio cosmético con el único objetivo de ampliar su espacio electoral entre las mujeres conservadoras. Tanto es así, que el activismo en favor de las mujeres publicó un manifiesto en el que recordaba como Le Pen está en contra de las medidas de discriminación positiva, está a favor de prohibir el aborto porque dice que es una "comodidad" y estigmatiza a las mujeres migradas.

A la ultraderecha las candidatas les encantan. Son mujeres que defienden al patriarcado y sus privilegios, pero al ser ellas quienes pronuncian los postulados machistas, es mucho más difícil acusarlas de ir en contra de las mujeres, porque ¿cómo va a ser machista una mujer? Obviamente, esto es de primero de feminismo, todos y todas hemos sido educados en el machismo, dentro de una cultura patriarcal en la que se nos limitan nuestros sueños, aspiraciones, que nos encasilla en unos roles del cuidado, mientras a los hombres se les reserva para las grandes hazañas, para el poder.

Pero este súbito ascenso de mujeres machistas me conduce a una reflexión muy preocupante. Si las pocas cuotas de poder que están ostentadas por mujeres, están en manos de mujeres machistas, que reproducen discursos patriarcales, que ahondan en los discursos de la auto discriminación es porque solo este tipo de mujeres puede llegar al poder, porque solo las mujeres cómodas al patriarcado consiguen llegar. Esto tiene dos consecuencias, reafirma el discurso machista de que nosotras podemos llegar, pero claro, solo si tenemos el mérito suficiente, ¿veis como Ayuso, Meloni o Le Pen llegan? Si tú no, es porque no vales. Y además, son mujeres que legitiman los discursos del patriarcado.

Personalmente, me duele mucho más escuchar a una mujer pronunciándose contra los derechos reproductivos de las mujeres o las leyes de cuotas que a los hombres. Al fin y al cabo, en toda la historia de la humanidad, cuándo han visto que un colectivo privilegiado haya regalado su poder al colectivo oprimido. Nunca. Por eso, hasta cierto punto, es comprensible que Abascal no quiera que las mujeres compitamos en igualdad de condiciones, porque así solo tiene que competir con el 50% de la población. Lo que es realmente terrible y demuestra el poder de la cultura patriarcal, que las mujeres que llegan a puestos de responsabilidad lo hagan en contra de sus intereses y sean instrumentalizadas para vetar que otras lleguen donde pudieron llegar ellas. Porque ellas sí llegaron por ser una cuota: ser las cómplices del patriarcado.

Las mujeres estamos infrarrepresentadas en los puestos de poder. La estructura patriarcal, la carga de los cuidados, los sesgos que nos juzgan de forma diferente que a los hombres, son lastres para llegar a lo más alto. En pleno siglo XXI, la foto del G7 en la cumbre celebrada en Italia es un buen ejemplo de ello, en la que Georgia Meloni y Ursula von der Leyen son las dos únicas mujeres. Pero, las que llegan, en la mayoría de las ocasiones, no lo hacen porque sean representantes de los derechos de las mujeres, de la lucha feminista. Todo lo contrario. Está ascendiendo una generación de mujeres de ultraderecha aupadas a lomos del patriarcado, para defender posiciones retrógradas respecto al papel de la mujer en la sociedad, en la familia y en sus derechos reproductivos para precisamente limitar el derecho del resto a llegar donde ellas han llegado.

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