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Gritemos por las afganas, que ellas no pueden
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Verónica Fumanal

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Gritemos por las afganas, que ellas no pueden

Niñas, jóvenes, mujeres, madres, que habían integrado un modo de vida similar al que nosotras podemos disfrutar, en tres años se han visto relegadas a ciudadanas de tercera, con pocos derechos más que un animal

Foto: Una mujer afgana trabaja en una fábrica de piñones en Kabul. (EFE/Samiullah Popal)
Una mujer afgana trabaja en una fábrica de piñones en Kabul. (EFE/Samiullah Popal)
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Hace exactamente tres años, el 30 de agosto de 2021, EEUU comenzaba la retirada de sus tropas de Afganistán. Esto suponía el retorno inmediato de los talibanes al gobierno y un cambio radical en la vida de mujeres que habían nacido bajo un protectorado occidental que había durado 20 años. Niñas, jóvenes, mujeres, madres, que habían integrado un modo de vida similar al que nosotras podemos disfrutar, en tres años se han visto relegadas a ciudadanas de tercera, con pocos derechos más que un animal. Es más, yo diría que los animales en España tienen más derechos que las mujeres en Afganistán.

La última ley aprobada por el régimen talibán ha sido la Ley para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio que no solo obliga a las mujeres a cubrir su rostro, sino que condena el sonido público de la voz de la mujer como una falta contra la modestia. Para una mujer queda prohibido cantar, recitar, hablar con un micrófono o simplemente hablar en alto en público. Por lo tanto, la mujer tiene prohibida la condición más humana: la de comunicarse, bien con sus gestos que se ven cubiertos por un burka o bien con su voz, que queda prohibida.

El Gobierno de España y la ONU han expresado su condena sobre esta ley a través de comunicados, pero esto no es suficiente, en absoluto. El régimen talibán está vulnerando gravemente los derechos fundamentales de la mitad de la población, condenando a la mujer a una especie de ser gestante supeditado a la voluntad de un varón, en un régimen de esclavitud absoluta. De igual modo, que se está haciendo con otros países, la comunidad internacional debe presionar con todas las armas disponibles para que el régimen talibán no condene a un ser humano que ha nacido mujer a ser esclava de uno que ha nacido hombre.

Pero, además, el Gobierno de España puede y debe hacer mucho más. Tras la llegada del régimen talibán al gobierno de Afganistán algunas mujeres consiguieron huir del país y llegar a España. Mujeres que, ahora mismo, están en una situación de absoluta vulnerabilidad porque no tienen un hogar en condiciones, ni la ayuda de las instituciones para, por ejemplo, convalidar sus estudios y poder ejercer en nuestro país sus profesiones de origen. Para hacer este trámite, que en un principio podría parecer sencillo y que les posibilitaría tener un empleo, independencia, poder construir un hogar propio, se les remite a la embajada de Afganistán, como si el gobierno talibán les fuera a reconocer unos estudios que ahí les niega a cursar. Por ello, les pido desde esta tribuna a las instituciones de mi país que actúen de una forma decisiva por estas mujeres que llevan tres años malviviendo en centros de refugiados sin poder rehacer sus vidas.

Foto: Una mujer frente a un mural en Herat, Afganistán. (EFE)

Las mujeres que tenemos voz no podemos permanecer calladas ante la situación de la mujer afgana allí y aquí. Es imprescindible que levantemos la voz para obligar a nuestros gobiernos a que defiendan a unos seres humanos que son tratados peor que los animales y que se les ha privado en tres años de educación, trabajo, vestir como elijan, salir de casa sin un hombre con el que estén emparentadas, practicar deporte, subir al autobús con hombres, elegir con quién se casan y si desean mantener relaciones o tener hijos, ser vistas en espacios públicos o asomarse a la ventana, ser fotografiadas, libertad de expresión o ir al salón de belleza, que han sido prohibidos.

EEUU intentó durante 20 años occidentalizar un país que en tan solo unos días recuperó todas las instituciones previas talibanas, condenando a mujeres que habían nacido con ciertas esperanzas de vida a la esclavitud hasta la muerte. Imponer un régimen por la fuerza no ha funcionado, pero dejar a su suerte a una población que tras 20 años gozaba de ciertas libertades ha sido uno de los ejercicios de política internacional más irresponsables de la administración Biden. Nosotras, que podemos, denunciémoslo, nosotras que podemos gritar en libertad, hagámoslo por ellas. La Unión Europea debe ser el destino seguro de las mujeres que huyan del régimen talibán, y para ello, se les debe habilitar los canales oportunos para que aquí, por lo menos, puedan rehacer sus vidas lo antes posible.

Hace exactamente tres años, el 30 de agosto de 2021, EEUU comenzaba la retirada de sus tropas de Afganistán. Esto suponía el retorno inmediato de los talibanes al gobierno y un cambio radical en la vida de mujeres que habían nacido bajo un protectorado occidental que había durado 20 años. Niñas, jóvenes, mujeres, madres, que habían integrado un modo de vida similar al que nosotras podemos disfrutar, en tres años se han visto relegadas a ciudadanas de tercera, con pocos derechos más que un animal. Es más, yo diría que los animales en España tienen más derechos que las mujeres en Afganistán.

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