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El debate sobre la financiación autonómica tiene más que ver con la identidad que con el dinero
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Verónica Fumanal

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El debate sobre la financiación autonómica tiene más que ver con la identidad que con el dinero

España está sufriendo un proceso de atomización identitaria que tiene que ver con cómo identificamos al "nosotros" y al "ellos", llevando el país a una paradoja: queremos singularidades para "nosotros", mientras negamos a "ellos" que exijan lo mismo

Foto: La presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (Europa Press/Jesús Hellín)
La presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (Europa Press/Jesús Hellín)
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El debate sobre la financiación autonómica tiene más que ver con la identidad que con el dinero. Realmente, pocas personas tenemos la percepción real sobre qué supone un 0,1 de un presupuesto autonómico en términos económicos o de prestación de servicios. Lo realmente importante para la política y para el ciudadano es, si se siente o no, protegido por sus representantes públicos. Por ello, el debate sobre la financiación tiene más que ver con la concepción identitaria de qué perimetramos con la palabra "nosotros" y de quienes son "ellos" que, con el tema del dinero, llevando al país a una paradoja imposible: queremos singularidades y tratos privilegiados para "nosotros" mientras que les negamos a "ellos" que puedan exigir lo mismo.

La identidad social (Tajfel y Turner,1979) se define como un proceso cognitivo mediante el cual las personas nos autoencasillamos en grupos sociales a partir de nuestro propio autoconcepto; básicamente si nos definimos con la palabra "feminista" o "derecha" o "andaluz" es porque compartimos un conjunto organizado de creencias y actitudes acerca de nosotros mismos y sobre los que nos rodean. Es la forma que tiene nuestro cerebro de simplificar la realidad, de manejar gran cantidad de información con los menos recursos posibles.

Foto: Pedro Sánchez, en el Comité Federal. (Europa Press)

Las identidades están sufriendo un proceso de atomización progresivo e imparable. Esto lo demuestran la proliferación de medios de comunicación de nicho, las comunidades en redes sociales o el aumento de los sentimientos de pertenencia autonómicos en detrimento de los nacionales. Y ahí es dónde quería situar el debate de la financiación autonómica, porque lo que realmente penaliza a los políticos regionales no es que los servicios básicos públicos funcionen bien o no, sino que la comunidad de al lado (ellos) no perciba más que la nuestra (nosotros).

El concepto de solidaridad siempre está delimitado por la identidad social. De hecho, esta ha sido la palabra más utilizada por izquierdas y derechas para varios temas de forma bien distinta. Por la izquierda se utiliza para evidenciar que la migración no puede ser tachada como un fenómeno ajeno al país, y hay que ser solidarios con personas que forman parte de este "nosotros" en tanto que seres humanos. Sin embargo, para la derecha, en este caso el "nosotros" se define con la nacionalidad española. Para la derecha, la solidaridad se invoca en el debate de la financiación autonómica para que Cataluña (ellos) no pueda tener un trato bilateral con el estado (nosotros); mientras que para la izquierda se invoca para que los ricos (ellos) asuman una mayor carga fiscal para que exista una igualdad de oportunidades para todos (nosotros).

Foto: Reunión de barones del PP el viernes. (Europa Press)

Esto ya ha ocurrido en otras ocasiones, cuando en el 2006 Cataluña aprobó un nuevo Estatuto de Autonomía, el resto de las comunidades autónomas imitaron el movimiento y aprobaron un nuevo texto legal más ambicioso en competencias en la línea del catalán. Pero, además, Andalucía copió partes textuales que en el caso de Cataluña fueron calificadas como inconstitucionales por el Tribunal Constitucional, mientras que siguen vigentes en el estatuto andaluz. De nuevo, no era una cuestión legal, era un tema identitario, si Cataluña (ellos) podía ampliar las competencias, Andalucía (nosotros) también, al mismo tiempo que se recogían firmas para que no pudieran hacerlo.

España está sufriendo un proceso de atomización identitaria, incluso la Comunidad de Madrid, que antes era la suma de todos, ahora tiene un modo de vivir mejor que el resto, a la madrileña, que nadie sabe qué quiere decir al margen de la cuestión del "cañeo". Los ejecutivos autonómicos son plenamente conscientes que sus ciudadanos no quieren sentirse ciudadanos de segunda con servicios públicos de primera, prefieren sentirse ciudadanos de primera con servicios públicos de segunda. Por ello, hay una carrera autonómica para ver quién baja más impuestos, para que nosotros paguemos menos; mientras que existe una escalada verbal para exigir que se nos dé más del conjunto de la caja (ellos). Así que no piensen que es un tema de dinero, ni de servicios públicos, ni de calidad de vida, el debate autonómico va de que nosotros seamos considerados mejor que ellos, mientras que no toleramos que ellos sean considerados mejor que nosotros.

El debate sobre la financiación autonómica tiene más que ver con la identidad que con el dinero. Realmente, pocas personas tenemos la percepción real sobre qué supone un 0,1 de un presupuesto autonómico en términos económicos o de prestación de servicios. Lo realmente importante para la política y para el ciudadano es, si se siente o no, protegido por sus representantes públicos. Por ello, el debate sobre la financiación tiene más que ver con la concepción identitaria de qué perimetramos con la palabra "nosotros" y de quienes son "ellos" que, con el tema del dinero, llevando al país a una paradoja imposible: queremos singularidades y tratos privilegiados para "nosotros" mientras que les negamos a "ellos" que puedan exigir lo mismo.

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