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Aún no ha ganado Trump, pero ya han perdido los listos
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Ángel Villarino

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Aún no ha ganado Trump, pero ya han perdido los listos

Las encuestas, los analistas y los expertos han vuelto a fallar estrepitosamente en sus predicciones, dejando fuera de la ecuación una vez más a millones de estadounidenses

Foto: Un simpatizante de Donald Trump viste careta con la bandera estadounidense. (EFE)
Un simpatizante de Donald Trump viste careta con la bandera estadounidense. (EFE)
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Quizá no sea el único, pero desde luego el burro es un animal que tropieza al menos dos veces en la misma piedra. La sensación de ‘deja vu’ frente a 2016 ha sido clamorosa. La misma suficiencia durante meses, los mismos cálculos teóricamente infalibles, los mismos argumentos técnicos, las mismas cejas arqueadas, la misma soberbia ciega al pronosticar que Donald Trump no tenía nada que hacer porque sus votantes no sumaban por ningún sitio. Se iba a teñir de azul Florida, e incluso Texas. Las mismas ideas preconcebidas sobre el voto latino, los mismos augurios sobre el fin de la democracia en América. Y también los mismos, idénticos problemas: un candidato sin fuerza, sin discurso, que no entusiasma a nadie, que lleva en Washington más años que la orilla del Potomac.

Y la noche con la misma sonrisa desencajada, con las pupilas abiertas como hace cuatro años. Primero se desvanece Florida, pero tranquilos, que entra dentro de lo previsible porque los cubanos y los venezolanos son anticomunistas incorregibles. Luego resulta que Carolina del Norte tampoco, pero calma. Para cuando cae Ohio los analistas empiezan a plegar velas y abrir pronósticos. Luego todas las esperanzas puestas en ver qué pasa en el ‘rust belt’, en ver qué ocurre al final en Michigan, en Pensilvania... Se van enfriando las esperanzas.

Foto: Joe Biden. (Reuters) Opinión

Después, eso sí, vendrán las manifestaciones, las protestas, la ira, el enfado que dura días, meses, años... Y mientras, los votantes de Trump en sus casas, saboreando su venganza, disfrutando por haber humillado de nuevo a los que dicen que saben, a los expertos, a los que enseñan en las universidades caras, a los actores de Hollywood, a los ingenieros millonarios de Silicon Valley y a los listos de las grandes ciudades.

Las élites educadas en las mejores universidades no logran recuperar el control, no se hacen con los mandos de la nave que marca el rumbo a Occidente. Podría llegar a ser un espectáculo entretenido si no fuese tan grave, si no fuese la primera democracia del mundo a punto de volver a caer en manos de un populista con una corte familiar, sin partido, que ejerce el poder como un promotor inmobiliario. Y si no fuese por la impotencia de haber perdido cuatro años hablando obsesivamente de los errores cometidos. Para después repetirlos, uno por uno.

Quizá no sea el único, pero desde luego el burro es un animal que tropieza al menos dos veces en la misma piedra. La sensación de ‘deja vu’ frente a 2016 ha sido clamorosa. La misma suficiencia durante meses, los mismos cálculos teóricamente infalibles, los mismos argumentos técnicos, las mismas cejas arqueadas, la misma soberbia ciega al pronosticar que Donald Trump no tenía nada que hacer porque sus votantes no sumaban por ningún sitio. Se iba a teñir de azul Florida, e incluso Texas. Las mismas ideas preconcebidas sobre el voto latino, los mismos augurios sobre el fin de la democracia en América. Y también los mismos, idénticos problemas: un candidato sin fuerza, sin discurso, que no entusiasma a nadie, que lleva en Washington más años que la orilla del Potomac.

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