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España, en su montaña rusa: cinco ministros con cinco planes en cinco años
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Ángel Villarino

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España, en su montaña rusa: cinco ministros con cinco planes en cinco años

España abre telediarios con política exterior por primera vez en mucho tiempo. El ardor del Gobierno con la crisis de Ucrania resulta audaz, pero se asumen muchos riesgos para un país debilitado

Foto: El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares. (Reuters/Ints Kalnins)
El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares. (Reuters/Ints Kalnins)
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Un diplomático europeo acreditado en España decía a principios de semana que el entusiasmo mostrado por nuestro Gobierno en la crisis de Ucrania es el que uno se puede esperar de Polonia o de Lituania. No era tanto una crítica como una observación. Hemos amagado con volver al club de los atlantistas entusiastas y, salvando las distancias —que son muchas—, hay paralelismos con el camino abierto en 2003 y con la foto de las Azores.

Como sucedió aquel año —meses después de la crisis de Perejil—, tenemos problemas con Marruecos y vamos a provocación diaria: la frontera de Ceuta y Melilla desde ayer es oficialmente una "puerta". Y como sucedió aquel año, hemos decidido enfatizar nuestro respaldo a una Administración ideológicamente afín que ocupa la Casa Blanca, algo que siempre genera recelos entre las potencias europeas. Es verdad que la causa de Irak no es la de Ucrania, que en este caso nos debemos a la OTAN y que Joe Biden no es George W. Bush. Como también es cierto que la ayuda militar comprometida es más simbólica que otra cosa y que de nuestro despliegue, la única novedad real serían los cazas de combate en Bulgaria.

Foto: Irene Montero, Ione Belarra y Alberto Garzón. (EFE/Kiko Huesca)

Pero no se puede negar que España vuelve a navegar rápidos con su barquita y que podemos acabar encallados. No estuvimos en la videoconferencia de Biden, pero tampoco en el eje Draghi-Macron, ni en las oraciones del nuevo Gobierno alemán. Pertenecemos a muchos equipos, pero no somos fuertes en ninguno. Un informe del Real Instituto Elcano publicado casi al mismo tiempo que se desataba la crisis de Ucrania recuerda que el contexto nos resulta adverso. "En contraste con ese deseo de impulsar una acción exterior más ambiciosa a medio-largo plazo, la coyuntura a corto ha resultado ser adversa para desplegar el liderazgo, la anticipación y la proyección que anuncia la Estrategia", en referencia a los planes diseñados por el ministerio bajo la batuta de Arancha González-Laya.

También recuerda el documento que Albares es el quinto ministro en cinco años. "Cada uno de esos relevos ha venido acompañado de la correspondiente propuesta para renovar planes, organigramas y equipos, sin que luego haya habido mucho tiempo para que den fruto los énfasis novedosos". Es el planteamiento más dañino para hacer política exterior, una labor que debería ser de Estado y no de partido —y mucho menos de golpe de efecto televisado—.

Foto: El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares. (EFE)

Ya hemos dicho alguna vez que son problemas crónicos que trascienden a este Gobierno y cuya responsabilidad es compartida por todo el arco parlamentario. Pero ya no es que en España no haya pactos de Estado sobre las cuestiones importantes, es que ni siquiera hay un acuerdo de mínimos dentro de la coalición de gobierno. Es doloroso imaginar los informes que las embajadas extranjeras enviaron ayer a sus cancillerías sobre la sesión del Congreso del martes.

Y luego está Rusia. Putin no tiene tantas maneras de hacernos daño como a nuestros socios europeos y Madrid debe de andar muy abajo en su lista de prioridades ahora mismo. Pero tampoco infravaloremos las consecuencias de un enfrentamiento con el Kremlin. Hay quien empieza a temer que llamen a consultas al embajador Yuri Korchagin o que nos coloquen en alguno de sus programas de desestabilización. Los expertos que analizan la propaganda rusa dicen que el Kremlin no parece habernos puesto por ahora en la diana, más allá de un par de artículos inofensivos. “Se limitan a restarle importancia a la Unión Europea, a ridiculizarnos por nuestra debilidad, presentarnos como un títere e insistir en que el enemigo real es Estados Unidos”.

Foto: El presidente de EEUU, Joe Biden, junto al presidente de España, Pedro Sánchez. (EFE/EPA/Riccardo Antimiani)

Rusia podría molestarnos en algunos frentes donde ya tiene experiencia. El más evidente es el catalán —atentos a la toma de posiciones de los partidos independentistas—, pero no es el único. Tampoco es descartable que se produzcan ataques informáticos o un corrimiento de fichas geopolíticas que nos meta en problemas. La primera de la lista es Argelia, a quien Washington está echando en brazos de Putin y Xi Jinping con su posición en el Sáhara. No se puede descartar que se produzca en algún momento un ‘casus belli’ entre nuestros dos vecinos del sur, lo que haría al Gobierno de Argel todavía más dependiente de las armas rusas. ¿Sin gas ruso ni argelino?

Moscú también está presente en el tablero que más papeletas tiene para convertirse en el gran problema de los países del Mediterráneo a medio plazo: el Sahel. El propio Albares ha mentado estos días la bicha, asegurando que, en la cumbre de la OTAN que se celebrará en junio en Madrid, solicitará que la OTAN mire también hacia el sur, y no solo hacia el este. Rusia lleva tiempo enredando en esa zona —la más pobre e inestable del mundo— y zarandeando los intereses de Francia. Lo ha hecho en Malí —donde también hay tropas españolas— y más recientemente en Burkina Faso, donde acaba de producirse un golpe de Estado y donde los manifestantes han aparecido con banderas rusas en sus protestas.

Foto: Albares y Blinken, en Washington. (EFE/Lenin Nolly)

De fondo, decíamos, está siempre Marruecos. Su embajadora se fue el 20 de mayo y no ha vuelto, una ausencia que ya está batiendo récords. Si mantienen la apuesta, es porque nos siguen viendo débiles —problemas territoriales, consensos rotos, polarización creciente, una economía delicada…— y torpemente alineados, algo que sería injusto achacar únicamente a la gestión de este Gobierno. Cambiar el paso es audaz, que diría Iván Redondo. Está por ver cómo funciona la receta en relaciones internacionales.

Un diplomático europeo acreditado en España decía a principios de semana que el entusiasmo mostrado por nuestro Gobierno en la crisis de Ucrania es el que uno se puede esperar de Polonia o de Lituania. No era tanto una crítica como una observación. Hemos amagado con volver al club de los atlantistas entusiastas y, salvando las distancias —que son muchas—, hay paralelismos con el camino abierto en 2003 y con la foto de las Azores.

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