Takoma
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La trampa Ming o cómo China ha acabado atrapada por la estrategia 'cero covid'
El país asiático lleva dos años celebrando su éxito frente al virus. Han salvado la economía y millones de vidas, pero la estrategia los podría haber metido en un callejón sin salida
"A medida que la pandemia se convierta en endemia y la gente aprenda a convivir con el virus en otros países, la brecha de inmunidad entre China y el mundo exterior se irá expandiendo". No es una frase sacada de la prensa anglosajona, sino de la china. Concretamente, del diario oficialista 'Global Times', que recogía esta semana la preocupación creciente entre las élites del país. Lo hacía en boca de Yanzhong Huang, analista sanitario del Council on Foreign Relations (CFR). El académico añadía lo siguiente: "La vulnerabilidad de China al maniobrar con el liderazgo sanitario mundial durante la pandemia presenta una oportunidad a los Estados Unidos para reafirmar su liderazgo global".
La estrategia 'cero covid' ha salvado millones de vidas, ha mantenido la economía asiática a flote y ha convertido a un puñado de países en los protagonistas del único modelo exitoso conocido para combatir el virus. Sin dejar de ser todo eso cierto, se está gestando otro giro de guion: la idea de encerrarse y esperar ha entrado en proceso de revisión. Resulta tentador hacer paralelismos con lo sucedido a principios del siglo XV, cuando la dinastía Ming se cerró al mundo tras décadas de exploraciones marítimas exitosas para evitar contaminarse de la influencia exterior. Aquella decisión imperial, que continuó en la dinastía Qing, congeló el desarrollo y contribuyó decisivamente a la pérdida del liderazgo frente a Occidente.
Es verdad que las cosas han cambiado mucho desde entonces. China continúa comerciando (sus exportaciones siguen pulverizando récords) y mandando estudiantes al extranjero (aunque en proporciones inferiores a las de 2019). Además, las nuevas tecnologías y la red de instituciones y empresas estatales desplegadas por el planeta les permiten mantener el pulso activo aun con las fronteras selladas. Con todo, el aislamiento propiciado por el covid preocupa cada vez más. Afecta a las cadenas de valor, paraliza el turismo, frustra a las clases altas y entorpece el intercambio de ideas con el exterior. Y no hay una salida a la vista. El país más beneficiado por la globalización se ha cerrado al mundo.
“Es un tema del que se habla ya de manera recurrente allí. Coincido en la visión general de que están atrapados en una decisión que tomaron y de la que es muy difícil que puedan escapar”, dice Claudio F. González, el analista español con la visión más lúcida y completa sobre la evolución del país. Sucede que las autoridades llevan dos años explotando el éxito de su estrategia covid. Durante todos estos meses, mientras en Occidente nos obsesionábamos con curvas de incidencia, hospitalizaciones y muertos, los chinos miraban la escena por el retrovisor. En las pantallas de sus restaurantes, tan rebosantes de vida como en 2019, parecían lejanas y ajenas las imágenes de hospitales colapsados e hileras de ataúdes. Ese contraste ha supuesto un chute de legitimidad sin precedentes para el régimen y un motivo de orgullo nacional sin matices. Un sentimiento tan celebrado por la propaganda que no puede desvanecerse sin que provoque una conmoción nacional.
Un extranjero afincado en Pekín desde hace años lo explica así: “La verdad es que aquí no hemos notado la pandemia. Solo hemos tenido que estar pendientes del teléfono por si acaso. Te pueden confinar si la aplicación detecta que has estado cerca de un positivo, pero a mí por ejemplo no me ha pasado nunca. Excepto para salir al extranjero, he estado viviendo con mi familia una vida totalmente normal. Mi hijo tiene cinco años y ni se ha enterado de que hay una pandemia. Ha ido todos los días a la guardería, hemos ido al cine, a restaurantes, hemos viajado por el país… sin miedo a contagiarnos”.
El problema, como decíamos, es que ahora no hay vuelta atrás. Las páginas del 'Global Times' reconocen que ni siquiera con una cobertura vacunal masiva y eficaz se podrían permitir abrir las fronteras y volver a la normalidad. “Mientras China no encuentre nuevas medidas para prevenir que lleguen cepas del extranjero que provoquen una transmisión del virus a gran escala, no podemos cambiar la dinámica. Se ha demostrado que las vacunas por sí solas no pueden contener el covid-19 (...) Antes pensábamos que sí, pero ahora vemos que no es tan sencillo”, admitía recientemente Wu Zunyou, epidemiólogo jefe del Centro para el Control de Enfermedades de China, en otra entrevista publicada por 'Global Times'.
No hay cambio de estrategia a la vista y ni siquiera podemos esperar que se plantee hasta que se consolide el nuevo mandato de Xi Jinping. La entrada de ómicron en una población sin inmunidad natural y con la única protección de sus propias vacunas (cuya eficacia parece mejorable) equivaldría a un aumento abrupto de los casos y las hospitalizaciones. “Esto haría tambalearse el sistema”, pronostica Claudio F. González. “Otra cosa que me llama mucho la atención es que, después de dos años viviendo realidades paralelas, ellos ven todo esto de una manera muy distinta a nosotros. Tienen mucho más miedo al virus. Occidente, con nuestros desastres y nuestros problemas, puede explorar ahora más opciones que un sistema autoritario. A largo plazo, la ventaja puede acabar de nuestro lado”.
Si el covid se llegase a descontrolar como ha sucedido en el resto del mundo, el Gobierno chino se enfrentaría a dos problemas adicionales que minarían aún más su legitimidad. El primero es que su sistema hospitalario está a años luz del nuestro. La sociedad se vería obligada a afrontar el estallido con unas infraestructuras que en buena parte del país se parecen más a las de América Latina que a las de Europa o Estados Unidos. Están invirtiendo mucho dinero en prepararse para el escenario, en mejorar y reformar su sistema sanitario, pero el tiempo corre en su contra. Algo que, en menor medida, sucede también en países más desarrollados del vecindario, como Corea del Sur, que tampoco disponen de una proporción de UCI similar a la de los países más ricos de Occidente.
El reto tiene además una vertiente económica, en cuanto que la mayor parte de esta inversión sanitaria se está produciendo con préstamos a cuenta de las autoridades regionales. Un desembolso que llega en un momento en que China está intentando aflorar la deuda local. Por otra parte, el cierre exterior también tiene un impacto sobre el crecimiento bruto. Algunos estudios hablan de un 0,5% del PIB. Puede parecer poco, pero acumulado indefinidamente, año tras año, es una cifra importante en un país que necesita seguir creciendo a toda velocidad.
El segundo problema de legitimidad al que se enfrentan tiene que ver con el proceso de vacunación y la espiral ultranacionalista que hay detrás de su gestión. El Partido Comunista chino se negó a llegar a acuerdos con farmacéuticas y empresas occidentales para fabricar vacunas de ARN como las de Pfizer o Moderna. Declinaron por ejemplo el ofrecimiento de BioNTech, pensando que sus fórmulas serían lo suficientemente eficaces. "Ahora están como locos intentando crear sus propias vacunas de ARN porque son conscientes de que las suyas no están funcionando del todo bien y no dan mucha cobertura, sobre todo con las nuevas variantes", asegura una fuente con años de experiencia en el mercado farmacéutico chino.
Por ahora no hay una solución a la vista, más allá de intentar agilizar y mecanizar al máximo los procesos de cuarentena, de fortalecer el sistema sanitario y perfeccionar las tecnologías de rastreo y detección. Aunque las cifras oficiales siempre son vistas con sospecha, el balance de muertos y el desempeño económico del país en estos dos últimos años siguen siendo suficientes para inclinar la balanza a su favor. Pero el relato se empieza a agrietar. Recordemos que la pandemia no acaba hasta que no termina y que el virus es muy eficaz propinando curas de humildad.
"A medida que la pandemia se convierta en endemia y la gente aprenda a convivir con el virus en otros países, la brecha de inmunidad entre China y el mundo exterior se irá expandiendo". No es una frase sacada de la prensa anglosajona, sino de la china. Concretamente, del diario oficialista 'Global Times', que recogía esta semana la preocupación creciente entre las élites del país. Lo hacía en boca de Yanzhong Huang, analista sanitario del Council on Foreign Relations (CFR). El académico añadía lo siguiente: "La vulnerabilidad de China al maniobrar con el liderazgo sanitario mundial durante la pandemia presenta una oportunidad a los Estados Unidos para reafirmar su liderazgo global".