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La lección más amarga sobre Ucrania es que Kim Jong-il tenía razón
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Ángel Villarino

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La lección más amarga sobre Ucrania es que Kim Jong-il tenía razón

Se espera que la invasión de Ucrania propicie una fase de rearme mundial. Las capacidades atómicas vuelven a estar en la conversación en varias latitudes, sobre todo en el Pacífico

Foto:  80º aniversario del fallecido líder Kim Jong-il frente a su estatua en Samjiyon. (KCNA)
80º aniversario del fallecido líder Kim Jong-il frente a su estatua en Samjiyon. (KCNA)
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A estas alturas, estamos ya todos de acuerdo en que la invasión de Ucrania va a modificar nuestra manera de entender el mundo. Y sabemos que su desenlace va a tener un peso decisivo en la manera de plantearnos el futuro. Lo que no resulta tan evidente es que cada país está sacando sus propias conclusiones al respecto. Una de las lecciones de las que más se está hablando estos días es la que nos deja la firma del ‘Memorándum de Budapest’ vista con 20 años de distancia.

El 5 de diciembre de 1994, Ucrania —que era la tercera potencia nuclear en aquel momento— se comprometió a entregar a Rusia todo el arsenal atómico heredado de la URSS. Unas 5.000 bombas nucleares y lo necesario para utilizarlas: 220 vehículos de largo alcance, 176 misiles balísticos intercontinentales y 44 aviones bombarderos adaptados. El memorándum incluía la anexión al Tratado de No Proliferación Nuclear. A cambio, se ofrecieron a Kiev garantías sobre su integridad territorial y su soberanía. Estados Unidos, Rusia y Reino Unido se comprometieron a ello por escrito con Ucrania, así como con Bielorrusia y Kazajistán.

La idea que cobra forma ahora es un viaje en el tiempo, una vuelta a algún momento de los años sesenta, cuando muchos países —incluido España— aspiraban a entrar en el club atómico. La paranoia que llevó a naciones como Irán y Corea del Norte a desarrollar sus propios programas nucleares ignorando las amenazas está más justificada que nunca. Con un matiz importante: ya no solo tienta a los 'Estados canalla'. Tras Afganistán y Ucrania, algunos dan por finiquitada la ‘Pax Americana’ y concluyen que no basta con tener buenas relaciones con Washington para sentirse a salvo. La evidencia de que hay que hacer esfuerzos militares relevantes no afecta únicamente a la esfera de influencia rusa, sino también al vecindario de China. Taiwán, pero también Vietnam, Filipinas, Indonesia, Malasia, Tailandia e incluso Australia. Aquellos, en definitiva, que sienten ya el aliento de Xi Jinping en la nuca.

Foto: Kim Jong-un observa uno de los test de misiles balísticos norcoreanos. (EFE/KCNA)

“Si lo piensas”, razona un asesor militar, “el único motivo por el que Rusia puede hacer lo que hace es por su arsenal militar. Putin gobierna un país con la economía de España y la población de México. ¿Qué les hace diferentes? Las bombas atómicas y, muy por detrás, sus recursos naturales. Con armas nucleares lo eres todo. Sin armas nucleares no eres nada”.

Shinzo Abe abogó poco después del inicio de la invasión de Ucrania por albergar lanzaderas nucleares estadounidenses en Japón. El ex primer ministro japonés, que sigue teniendo un peso en la política de su país, habló de la necesidad de acabar con el tabú de una vez por todas. “Las cosas han cambiado (...) Tenemos que tener una discusión abierta”, propuso. Sus declaraciones alarmaron a China y obligaron a reaccionar al actual 'premier', Fumio Kishida, quien reafirmó su compromiso con los llamados 'tres principios antinucleares': no poseer, no producir y no permitir la entrada de armas atómicas. El propio hecho de que el debate se plantee es una novedad escalofriante para la única sociedad del planeta que ha sufrido los efectos de un ataque con armas nucleares.

“Se está extendiendo la idea de que los países sin armas nucleares van a ser vasallos de sus vecinos más fuertes”, resume otra alta fuente militar con años de experiencia en el extranjero. “Francia lo tiene interiorizado, pero también lo entendió en su día Corea del Norte, que jamás renunciará ya a la garantía de la bomba. Y también incentiva a Irán a seguir a muerte con su programa nuclear porque es lo único que garantiza la supervivencia del régimen. A partir de ahí, surgen nuevos proyectos atómicos como el de Arabia Saudí. Es evidente que Ucrania renunció en su día y ahora se encuentra en una situación terrible, así que no sería de extrañar que en Asia Central también empiecen a buscarlas”.

En la Unión Europea, nadie espera grandes cambios de mentalidad atómicos a medio plazo. Quizá con la excepción de Francia

La carrera al pasado no es rápida, ni sencilla. Hacer planes nucleares tiene costes económicos y reputacionales. Los 190 firmantes del Tratado de No Proliferación (todos menos India, Israel, Pakistán y Sudán del Sur y Corea del Norte) se arriesgan además a sanciones si rompen sus compromisos. En general, los países con regímenes más autoritarios disponen de más margen de maniobra que las naciones democráticas. La Turquía de Erdogan es otra de las naciones que salen en las quinielas. Corea del Sur, que acaba de elegir a un Gobierno conservador y plagado de 'halcones', también aparece en listados como el que hacía estos días Andy Xie, uno de los pocos economistas chinos cuya voz es respetada dentro y fuera de su país. “El mundo se va a ir pareciendo más a como era antes del Tratado de Westfalia”, pronosticaba.

En la Unión Europea, nadie espera grandes cambios de mentalidad atómicos a medio plazo. Quizá con la excepción de Francia, el único país con armas nucleares del club y cuyo presupuesto destinado a la partida ni siquiera se hace público. Sí que se anticipa, es evidente, un rearme convencional que contribuya a acercar a los países más rezagados, como España, a las exigencias de la OTAN de llegar al 2% del PIB. Alemania ya anunció una inversión histórica que acabó con la doctrina mantenida desde la Segunda Guerra Mundial y otros podrían seguir el ejemplo, sobre todo si la guerra de Ucrania sigue agravándose. Si hace unos meses las inversiones de futuro se asociaban a la tecnología, la marihuana y los videojuegos, la moda que viene ahora es la de las pistolas.

A estas alturas, estamos ya todos de acuerdo en que la invasión de Ucrania va a modificar nuestra manera de entender el mundo. Y sabemos que su desenlace va a tener un peso decisivo en la manera de plantearnos el futuro. Lo que no resulta tan evidente es que cada país está sacando sus propias conclusiones al respecto. Una de las lecciones de las que más se está hablando estos días es la que nos deja la firma del ‘Memorándum de Budapest’ vista con 20 años de distancia.

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