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Sánchez en Kiev o por qué Zelenski dice que se siente como Bill Murray
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Ángel Villarino

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Sánchez en Kiev o por qué Zelenski dice que se siente como Bill Murray

El presidente ucraniano confesó en una entrevista hace unos días que está aburrido de hacer el mismo teatro a diario con los líderes de las potencias que apoyan los esfuerzos de su pueblo contra Rusia

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y su homólogo ucraniano, Volodímir Zelenski. (Reuters/Agencia de Prensa de la Presidencia de Ucrania)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y su homólogo ucraniano, Volodímir Zelenski. (Reuters/Agencia de Prensa de la Presidencia de Ucrania)
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Como si no fuera suficiente trabajo librar una guerra, Volodímir Zelenski tiene que dedicar parte de su jornada a levantar las encuestas de popularidad de los líderes del mundo libre. “Me siento como Bill Murray. Es el día de la marmota”, le dijo a Anne Applebaum hace unos días. Le confesó que se pasa gran parte de su tiempo “al teléfono, en Zoom, en Skype”, respondiendo a presidentes y primeros ministros. “A menudo hacen las mismas preguntas, repetidas hasta la saciedad (...) Cuando algunos dirigentes me preguntan qué armas tienen que mandar, necesito un momento para calmarme… Porque ya se lo dije la semana anterior”.

El listado al que se refiere, recordaba Applebaum, es el mismo desde hace muchas semanas. Ucrania necesita armas pesadas —Zelenski lo volvió a repetir ayer—, equipos y munición de artillería de 155 milímetros, lanzacohetes, vehículos acorazados, tanques, sistemas de defensa aérea y aviones de combate. Solo algunos países, entre los que no está España, acceden a enviar lo que pide el Gobierno ucraniano. Dice que agradece igualmente el gesto —qué remedio— a quienes al final acaban mandando otras cosas que su Ejército necesita mucho menos. “No es que no quieran ayudar (...) Simplemente viven en una situación diferente. Mientras no hayan perdido a sus padres e hijos, no sienten lo mismo que nosotros”.

El presidente ucraniano ha empezado a recibir a los turistas del asedio de dos en dos, como hizo ayer con Pedro Sánchez y la primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen. Acusarlos de haber viajado a Kiev a hacerse la foto tampoco alcanza demasiada altura. Es lo mismo que hizo Boris Johnson (a quien Ucrania ha rescatado de una crisis política que parecía letal) y es lo mismo que hicieron Roberta Metsola, Ursula von der Leyen y Charles Michel. La competición por la instantánea ha sido tan intensa estos días que circulaba un chascarrillo en Bruselas. “Cada vez que el tren de Von der Leyen se paraba camino a Kiev, era Michel que lo estaba frenando para llegar el primero”.

Quizá Josep Borrell merece mención aparte, porque él estuvo en el frente del Donbás en enero, cuando el tema no le importaba a casi nadie. Por aquellas fechas, Sánchez viajaba a Suiza, sin ropa de camuflaje, para participar en el Foro Económico Mundial. Y capítulo aparte el de los dirigentes de Polonia, República Checa y Eslovenia, los primeros en llegar al país asediado, a mediados de marzo. Morawiecki, Fiala y Janas lograron una imagen más impactante, con las alertas antiaéreas sonando de fondo y cuando aún parecía que las tropas rusas, a 20 kilómetros de Kiev, podían doblegar la resistencia en cualquier momento.

Hay un último grupo de los líderes, los que no han pisado aún la capital del país. Unos porque fueron rechazados, como el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, a quien Zelenski negó la foto y el apretón de manos por sus vínculos con el gasoducto Nord Stream y por su oposición a dejar de financiar a Putin comprando gas ruso. Otros porque creen que no les conviene electoralmente. Emmanuel Macron no irá al menos hasta después de la segunda vuelta de las presidenciales francesas, cuando conjure los fantasmas de Le Pen —si es que lo logra— en un país con una fuerte tradición rusófila. Mario Draghi, que anda con covid, tampoco parece dispuesto a meterse en un tren en Polonia por ahora. Italia, recordémoslo, tiene más vínculos económicos y energéticos con Rusia que España. Y su población no ha experimentado el cambio de opinión radical frente a la OTAN que hemos vivido aquí.

Sea por la foto, sea para cabalgar los humores de la sociedad española frente a la agresión rusa, Sánchez ha dejado satisfechas algunas expectativas de la OTAN que, recordemos, celebra una gran cumbre a finales de junio en Madrid. A preguntas de un periodista local, ha mostrado su respaldo a una futura entrada de Ucrania en la UE, aunque el proceso es aún tan lejano en el tiempo que resulta poco probable que a su Gobierno le toque jugar algún papel. También ha anunciado la mayor partida de ayuda militar que ha enviado nunca España a otro país. Sin armas pesadas, pero con 30 camiones de gran tonelaje, 10 vehículos ligeros y 200 toneladas de munición y otros pertrechos. Si todo es a cambio de una foto y un paseo por el centro, ni tan mal.

Como si no fuera suficiente trabajo librar una guerra, Volodímir Zelenski tiene que dedicar parte de su jornada a levantar las encuestas de popularidad de los líderes del mundo libre. “Me siento como Bill Murray. Es el día de la marmota”, le dijo a Anne Applebaum hace unos días. Le confesó que se pasa gran parte de su tiempo “al teléfono, en Zoom, en Skype”, respondiendo a presidentes y primeros ministros. “A menudo hacen las mismas preguntas, repetidas hasta la saciedad (...) Cuando algunos dirigentes me preguntan qué armas tienen que mandar, necesito un momento para calmarme… Porque ya se lo dije la semana anterior”.

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