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Turistas y jamones: la agenda que oculta la pirotecnia geopolítica de Sánchez en China
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Ángel Villarino

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Turistas y jamones: la agenda que oculta la pirotecnia geopolítica de Sánchez en China

La agenda económica de Sánchez en China recuerda mucho a las que llevaron bajo el brazo Zapatero y Rajoy. A falta de ideas para construir una relación con el continente del futuro, bienvenidos sean los fuegos de artificio

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, es recibido por autoridades de China a su llegada a Pekín. (EFE/Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, es recibido por autoridades de China a su llegada a Pekín. (EFE/Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa)
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La mayoría de los mapamundis editados en Asia representan a China en el centro. América se sitúa a la derecha y Europa en el extremo opuesto. España está cerca del margen izquierdo, mientras que las Canarias y las Azores son una mancha que se confunde con los bordes cartográficos. Igual que Pernambuco, pero al otro lado.

La primera vez que escribí esta anécdota para argumentar que el mundo estaba cambiando de perspectiva corría el año 2007. Ya entonces no era una imagen demasiado original, pero, desde aquel 2007, el PIB de Asia se ha doblado. A paridad de poder adquisitivo, la economía asiática superó la del resto del mundo en 2020. El liderazgo económico del continente más poblado hace tiempo que dejó de ser una metáfora sobre el futuro. Pronunciar que Asia es el presente se ha convertido en un lugar común de los que provocan vergüenza ajena y el problema es precisamente ese: que ya hay muy pocas cosas que decir que no suenen antiguas.

Foto: Pedro Sánchez y Xi Jinping, en el Palacio de la Moncloa durante una visita del líder chino a España. (Getty/Pablo Blázquez Domínguez)

Esa misma sensación de que todo está dicho, de que andamos trasnochados, se repite a la hora de abordar el contenido de la visita institucional de Pedro Sánchez al Foro de Boao y a Pekín. En la "capital del norte" se encontrará este viernes con Xi Jinping, el hombre más poderoso del mundo, y los briefings informativos ofrecidos por la Moncloa como preparación al viaje son prácticamente indistinguibles —sobre todo en cuanto a la agenda económica— de los que se hicieron en 2005, 2008, 2010, 2011 o 2014, cuando acudieron a la misma cita José Luis Rodríguez Zapatero o Mariano Rajoy.

Se hablará sin duda de turismo chino, ese maná que alcanzó los 1.600 millones de euros en 2019 y que se espera recuperar una vez dejadas atrás las restricciones de la pandemia. La promesa se escenificará en una reunión con ocho turoperadores y se vestirá con los argumentos de siempre: el turista chino desestacionaliza (no vienen todos en verano), el turista chino gasta más, el turista chino es un turista cada vez más numeroso, el turista chino no abarrota las playas, sino que le gustan la gastronomía, las compras de lujo, la cultura y el paisaje.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), y el presidente chino, Xi Jinping. (EFE/Archivo/J.J. Guillén) Opinión
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No se trata de criticar por criticar, y es de justicia reconocer que el trabajo silencioso de Turespaña en estos años de pandemia nos permite salir con cierta ventaja a la caza del turista perfecto. Pero frustra que, año tras año, década tras década, nuestros planes para el nuevo centro del mundo vuelvan al punto de inicio. El déjà vu es paralizante cuando uno escucha hablar de las oportunidades para vender productos agroalimentarios y de la regulación para exportar carne de cerdo. Si no se han escrito 2.000 reportajes sobre cómo vamos a venderles jamón ibérico a los chinos, no se ha escrito ninguno.

De nuevo, se hablará de cómo vamos a equilibrar una balanza comercial que cada año que pasa está más desequilibrada a favor de China. Se expondrán planes difusos para hacer negocios e inversiones en el país más poblado del mundo (con permiso de India, eso sí es una novedad de este año). Propósitos que, con la ligereza de lo abstracto y educación diplomática, serán bien recibidos por los interlocutores chinos. Habrá sintonía y sonrisas, aunque es probable que esta vez los funcionarios de Xi Jinping no pronuncien esa frase que les gustaba repetir a los de Hu Jintao, según la cual “España es el mejor amigo de China en la UE”, un apelativo que sale gratis y que hemos ido compartiendo con Grecia y Portugal alegremente.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/EPA/Stephanie Lecocq)

Además de repetitivos y poco tangibles, se trata de asuntos con los que es difícil hacer vibrar a un auditorio. No hay mucha épica, ni un plan muy elaborado, como nunca lo ha habido en nuestras relaciones con Asia. Y tampoco es sorprendente si tenemos en cuenta que disponemos de menos personas en la Administración pensando en las implicaciones que tiene para España el cambio de perspectiva del mapamundi de las que empleamos en hacer encuestas para que José Félix Tezanos las cocine.

Ante la falta de manos y estrategia —un problema crónico, pertinaz, desesperante y autoinfligido—, hay un truco escénico que el Gobierno sí puede desplegar y para el que sí existen incentivos electorales. El de exagerar nuestro peso geopolítico, mirando a las gradas, hablando de paz mundial y haciendo acrobacias sobre la cuerda de la guerra de Ucrania y la nueva Guerra Fría. Una manera de hacerlo es filtrando grandes jugadas sobre una baldosa e inteligentísimos planes —con citas a Sun Tzu o Confucio, que no falten—. Intenciones que luego toca matizar o desmentir en los pasillos de la Comisión Europea y que a saber si se expresan con la misma bravuconería tras las paredes de Zhongnanhai.

Foto: Pedro Sánchez y Li Qiang en el Foro de Boao. (Reuters)

Dos serán, previsiblemente, las ideas que se intenten transformar en titulares de prensa y cortes de televisión. El primero, que España quiere ser punta de lanza de la UE —como saben, Sánchez es el primero de varios líderes europeos que pisarán Pekín esta primavera— para reclamar una posición para el Viejo Continente en el tablero geoestratégico. Quizá se concrete un poco más y se hable de unidad europea ante China, precisamente para reivindicar lo que más falta. Es posible que se pronuncie también eso de que Pekín tiene que abrir su economía a la UE si pretende que la UE mantenga abierta la suya hacia China. Y sin duda se reconocerán —con todos los matices y posicionamientos morales necesarios— los esfuerzos de paz de Xi Jinping en Ucrania. Como si el plan no fuese un trampantojo inadmisible para los ucranianos y para nuestros socios de la OTAN. Hay otras dos previsiones, esta vez por omisión, con las que también es complicado equivocarse: no se hablará (sobre todo en público) de Huawei ni de derechos humanos. Ni los que se violan en territorios remotos como el Tíbet o Xinjiang, ni tampoco de los de la diáspora china en España.

Todo lo anterior agradará ampliamente a nuestros anfitriones. A estas alturas, y sin un plan más trabajado, es lo más inteligente para los intereses del Gobierno y para los de España. Ganbei!

La mayoría de los mapamundis editados en Asia representan a China en el centro. América se sitúa a la derecha y Europa en el extremo opuesto. España está cerca del margen izquierdo, mientras que las Canarias y las Azores son una mancha que se confunde con los bordes cartográficos. Igual que Pernambuco, pero al otro lado.

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