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La herencia de Berlusconi es una cripta en la que caben 36 cuerpos (además del suyo)
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Ángel Villarino

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La herencia de Berlusconi es una cripta en la que caben 36 cuerpos (además del suyo)

Como el anciano millonario que juega con las ambiciones de sus sobrinos, el Cavaliere se divirtió haciendo pensar que habría herencia y herederos. Pero Meloni es la mejor situada para repartirse los restos

Foto: Foto: Reuters/Massimo Pinca.
Foto: Reuters/Massimo Pinca.
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La manera en que Berlusconi preparó su fallecimiento lo dice todo sobre su legado. Nunca tuvo planes serios acerca de su sucesión política, que es el hecho colectivo; pero preparó con décadas de antelación el destino de sus restos fúnebres, que es el hecho individual. El sepelio del Cavaliere empezó a ser noticia hace tantos años que hoy se escribe sobre el tema con la sensación de estar redactando una efeméride.

Berlusconi tiene un gran sarcófago de piedra esperándole en una cripta, un monumento al kitsch (de estilo “azteca cubista”, según su autor, Pietro Cascella) inspirado en los complejos funerarios de los faraones egipcios y lleno de referencias masónicas. Está en los jardines de la Villa de San Martino, la de los bunga bunga, una mansión que sus abogados le sacaron a la única heredera del marqués de Casati —que era menor de edad y acababa de quedarse huérfana tras un crimen horrible— por algo más de 100.000 euros. Allí mandó excavar hace tres décadas la llamada Bóveda celeste, un mausoleo con espacio para 36 cuerpos además del suyo. La idea era enterrarse con la gens berlusconiana, con sus familiares y allegados. Algunos rechazaron la oferta, como hizo Indro Montanelli.

Fuera de las paredes de esa cripta, Berlusconi nunca se tomó en serio la continuidad de su legado político. El partido, Forza Italia, no trascendió al proyecto personal. En consecuencia, tanto sus rivales como sus socios pasaron décadas repartiéndose imaginariamente un botín que no existe, porque está en todos los sitios. Como el millonario endeudado que juega con las ambiciones de sus sobrinos, se divirtió haciendo pensar que habría herencia y herederos. Practicó con Pier Ferdinando Casini, también con Gianfranco Fini y luego con Angelino Alfano. Los últimos en soñar con tirarse en tanga a la piscina de votos de Berlusconi fueron Matteo Renzi e incluso Matteo Salvini.

Una cosa es lo que ocurra nominalmente con Forza Italia y otra muy distinta su recorrido. Para lo primero, se espera que sea Antonio Tajani quien recoja el testigo, aunque no se descarta que pueda intentarlo también Marina Berlusconi, la única de sus hijas con interés por la política. Pero los dos conocen desde hace suficiente tiempo la morfología del berlusconismo como para entender que, muerto el perro, se acabó la rabia.

Foto: Silvio Berlusconi. (EC Diseño/EFE/Oliver Hoslet)

El diario La Stampa decía ayer que con la muerte de Berlusconi acaba la Segunda República italiana y que lo que está ahora en juego son los mimbres de la tercera. A corto plazo, se espera un entierro tibetano con dagas florentinas, que por algo estamos hablando de Italia. Los diputados de Forza Italia sostienen el Gobierno de Giorgia Meloni y, sin el líder llamando a filas, será grande la tentación de emprender aventuras por libre, quizá buscando un centro en el que materializar ese viejo sueño de devolver a la vida la Democracia Cristiana. Por su parte, Meloni siempre ha aspirado a ocupar el espacio y convertir a sus Fratelli en la derecha hegemónica para los años por venir. Su primer gran desafío va a ser el de atar en corto a los huérfanos del Cavaliere y evitar que desestabilicen su proyecto de futuro antes de conseguir afianzarlo.

Cientos de periodistas italianos redactaron ayer líneas que llevaban décadas masticando, su rendición de cuentas con la personalidad a la que han consagrado un porcentaje notable de sus vidas. Aldo Cazullo, en Il Corriere della Sera, daba la definición más sintética de un personaje inabarcable. Los italianos, dice, votaban a Berlusconi porque “encontraban en él cosas que sentían propias: la desconfianza de la izquierda, del Estado, del fisco, de la magistratura, de los partidos” y de “la propia política”. El odio a las reglas, a los expertos y a las homilías de los medios de comunicación. Cazullo elige también su anécdota definitoria. El Caimano solía decir que la cosa más bonita que le han dicho en su vida se la dijo un hincha del Milan: "Silvio, sei una gran bella figa!". Aquel que sea capaz de entender a Berlusconi, ya está preparado para entender este siglo.

La manera en que Berlusconi preparó su fallecimiento lo dice todo sobre su legado. Nunca tuvo planes serios acerca de su sucesión política, que es el hecho colectivo; pero preparó con décadas de antelación el destino de sus restos fúnebres, que es el hecho individual. El sepelio del Cavaliere empezó a ser noticia hace tantos años que hoy se escribe sobre el tema con la sensación de estar redactando una efeméride.

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