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No tenemos consenso, ni munición, para soportar otra crisis como Ucrania
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Ángel Villarino

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No tenemos consenso, ni munición, para soportar otra crisis como Ucrania

Después de 10 días de escalada, la situación en Oriente Medio ha entrado en una nueva fase de volatilidad. Varios de los protagonistas creen que su supervivencia está en juego

Foto: Un herido es atendido después del ataque a un hospital. (Reuters/Mohammed Al-Masri)
Un herido es atendido después del ataque a un hospital. (Reuters/Mohammed Al-Masri)
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La crisis de Gaza alcanzó anoche el punto de volatilidad extrema al que estaba abocada desde el mismo momento en que los terroristas de Hamás entraron en territorio israelí. Casi quinientos muertos reportados en un hospital y los dos bandos reprochándose mutuamente la autoría de la matanza. Las dos hinchadas golpeándose el pecho. Irán amenazando con quitarle el bozal a Hezbolá y abalanzarse sobre el norte de Israel. Cientos de miles de musulmanes quemando banderas por todo el planeta. Joe Biden viajando hacia la zona para apoyar, pero también para calmar a su aliado. Schultz y Macron turnándose para hacer lo propio. Jordania cancelando cumbres de apaciguamiento. Todos en su papel, de acuerdo al guion esperado. Incluso Pedro Sánchez haciendo de Pedro Sánchez, ofreciendo Barcelona para negociar la paz como esos vendedores de rosas que van por las discotecas intentando colocar una flor por dos euros a cualquier pareja que se le cruce por delante.

Según avanzan las horas, crece la sensación de que Israel puede convertirse en una falla sísmica más profunda que la de Ucrania. Diplomáticos con años de experiencia en la región sostienen que ya no se puede descartar una situación en la que, como sucedió en Siria, un territorio acaba arrasado por el estallido simultáneo de tensiones internas y externas, convertido en campo de batalla de muchos conflictos. Al revés de lo ocurrido en crisis anteriores, varios actores con papeles protagonistas luchan hoy por su supervivencia. Irán, presionado por las protestas contra el régimen. Rusia, dispuesta a echar gasolina a cualquier incendio que ayude a mitigar el propio. Israel, descompuesto y con un porcentaje creciente de la población convencido de que afronta un desafío existencial. Por no hablar del pueblo palestino dentro y fuera de la Franja de Gaza.

El bloque atlántico no tiene además aquí las mismas posibilidades de actuar unido que frente a Putin. Por las diferencias ideológicas, por las debilidades internas y por las propias poblaciones musulmanas integradas en sus sociedades, material inflamable si la crisis sigue escalando, como se espera que suceda. Estados Unidos recuerda en voz baja estos días que su industria bélica no está preparada para soportar el peso de dos guerras. Para empezar, sufre una notable escasez de munición, de manera que Tel Aviv no puede dar por descontada la línea de ayuda bélica que ha recibido otras veces en situaciones similares. Quizá por eso se reitera tanto la idea del apoyo sostenido e incondicional, porque no es tan evidente como otras veces.

Síntoma de la gravedad del momento es que incluso en las provincias remotas y alejadas de la toma de decisiones, como España, ya hay matones exigiendo que el personal tome partido sin condiciones, proscribiendo el contexto a través de fatuas tuiteras, agitando el falso dilema de los integrismos, reproduciendo sin rubor cualquier bulo y rociándonos a todos con el zumo pegajoso que se obtiene cuando destilas la emoción del momento. Beatas que se santiguan ante cualquier razonamiento complejo, ante cualquier subordinada que no pueda formularse como un cántico de fútbol. Todo al servicio, como viene siendo frecuente, de estrategias sin escrúpulos pensadas en términos de política doméstica.

La crisis de Gaza alcanzó anoche el punto de volatilidad extrema al que estaba abocada desde el mismo momento en que los terroristas de Hamás entraron en territorio israelí. Casi quinientos muertos reportados en un hospital y los dos bandos reprochándose mutuamente la autoría de la matanza. Las dos hinchadas golpeándose el pecho. Irán amenazando con quitarle el bozal a Hezbolá y abalanzarse sobre el norte de Israel. Cientos de miles de musulmanes quemando banderas por todo el planeta. Joe Biden viajando hacia la zona para apoyar, pero también para calmar a su aliado. Schultz y Macron turnándose para hacer lo propio. Jordania cancelando cumbres de apaciguamiento. Todos en su papel, de acuerdo al guion esperado. Incluso Pedro Sánchez haciendo de Pedro Sánchez, ofreciendo Barcelona para negociar la paz como esos vendedores de rosas que van por las discotecas intentando colocar una flor por dos euros a cualquier pareja que se le cruce por delante.

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