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La incomodidad de Edmundo o cómo nuestra bronca beneficia a Maduro
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Ángel Villarino

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La incomodidad de Edmundo o cómo nuestra bronca beneficia a Maduro

La oposición venezolana perdió décadas en peleas intestinas que supo capitalizar el chavismo. El patrón se repite ahora con la presión extranjera, el único obstáculo real que le queda a Maduro

Foto: El candidato presidencial Edmundo González, durante un acto de campaña. (EFE/Archivo/Ronald Peña)
El candidato presidencial Edmundo González, durante un acto de campaña. (EFE/Archivo/Ronald Peña)
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La incomodidad que sienten estos días los opositores venezolanos afincados en España es desagradable de ver. Algunos se ven obligados a hacer cabriolas para responder a los periodistas sin enfadar a nadie. Si no me creen, dedíquenle cinco minutos a leer esta entrevista en la que Leopoldo López se zafa como puede. Da largas. Hace requiebros. Entiende que la división teatralizada en torno a su causa solo ayuda a Nicolás Maduro.

En España esta tensión hace tiempo que forma parte del decorado. Pero ahora además la hemos trasladado al Parlamento Europeo, donde los grupos han preferido votar mirándose a los cordones sanitarios en lugar de levantar la vista hacia Caracas. Los enredos bizantinos sobre lo que es y no es Edmundo González, la esgrima de salón sobre el adjetivo justo para una resolución sin valor jurídico, contrasta con la acción implacable que despliega la dictadura ante nuestros ojos.

Contrasta con las tácticas mafiosas del régimen, que detiene extranjeros como moneda de cambio y que hace firmar documentos a punta de pistola. El hecho de que esta última escena haya ocurrido dentro de la residencia del embajador español —en presencia del mismo y con fotos por medio— es complicada de digerir. Que haya sido precisamente Delcy Rodríguez la que ha paseado como invitada, una vez más, en territorio español —las embajadas lo son— es algo que merece una explicación. Ojalá esta vez alguien salga a dar la cara, aunque no sea José Luis Rodríguez Zapatero.

Edmundo González es seguramente el que más está sufriendo con todo esto y el comunicado que mandó anoche —o que le hicieron mandar— es otra prueba de ello. Recordemos que es un hombre que se prestó como opción de consenso a pesar de su edad, de sus problemas cardiacos y de sus pocas ganas de meterse en problemas. Se negó a hacer campaña por el país, entendiendo que la lideresa que el pueblo quería ver se llama María Corina Machado. A las pocas horas de votar, González estaba ya en la embajada holandesa buscando protección. De ahí pasó a la española y posteriormente a Madrid. Le preocupa una de sus dos hijas, la que sigue en Caracas bajo vigilancia.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo junto a Edmundo González Urrutia tras reunirse en el Congreso de los Diputado. (PP)
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Desde que ha llegado a España, recibe cientos de invitaciones, algunas a través de célebres intermediarios. Todos quieren hacerse la foto con él. Y como no puede ser, su equipo mantiene un orden de protocolo para evitar malentendidos y verse arrastrado a una esquina del cuadrilátero. Así se lo exigieron además quienes le concedieron asilo, haciéndolo pasar de mártir a rehén de la causa. Por eso apareció primero con Pedro Sánchez, después hizo ronda de expresidentes, y finalmente se encontró con Alberto Núñez Feijóo. Se pueden imaginar que no acaba ahí la lista de políticos españoles ansiosos por darle la mano ante las cámaras.

Que el chavismo en su fase más degenerada logre dividir al Parlamento Europeo no deja de ser paradójico. Sobre todo si tenemos en cuenta que la división ha sido siempre uno de los grandes problemas de la oposición venezolana. Si no se hubiesen pasado décadas apuñalándose unos a otros, habrían plantado cara con mucha más determinación. Acorralados por un régimen cada vez más implacable, ahora se ven obligados a cerrar filas en torno a una figura, la de María Corina Machado, que hace apenas unos años era considerada como alguien “demasiado radical” por muchos de sus actuales socios.

Una última clave, pero quizá no la menos relevante, es la que tiene que ver con las grandes empresas españolas que aún tienen intereses en Venezuela, empezando por Repsol. El régimen está tan quebrado que hace ya algún tiempo que les exige pagar los impuestos por adelantado. Es una debilidad negociadora para España, pero también una fortaleza. Como ocurre con Chevron, es una de las pocas vías de financiación que le quedan al régimen para conseguir divisas extranjeras. ¿Se acuerdan de que Venezuela dijo que iba a romper todas las relaciones con España? Aún no lo han hecho. Por algo será.

La incomodidad que sienten estos días los opositores venezolanos afincados en España es desagradable de ver. Algunos se ven obligados a hacer cabriolas para responder a los periodistas sin enfadar a nadie. Si no me creen, dedíquenle cinco minutos a leer esta entrevista en la que Leopoldo López se zafa como puede. Da largas. Hace requiebros. Entiende que la división teatralizada en torno a su causa solo ayuda a Nicolás Maduro.

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