Takoma
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Las trampas de López Obrador: por qué en México disfrutan haciéndonos rabiar
El sentimiento antiespañol no es como el antiamericano. Ni está extendido, ni da votos. Cuando AMLO nos ataca, no nos está atacando a nosotros ni a nuestra Historia. Sus motivos reales son otros
Aunque le queda ya muy poco al frente del gobierno, Andrés Manuel López Obrador sigue haciendo sus "mañaneras". La prensa —y los influencers afines— son recibidos cada día en el Palacio Nacional, donde el presidente habla durante horas de lo que le apetece. Y entre lo que le apetece estos días está, por supuesto, la pelea diplomática con España. AMLO leyó anteayer la portada del diario Reforma y se partió de risa. "Excluyen a Rey y España truena", decía el titular del periódico más influyente entre las élites del país. Me imagino cómo se confeccionó la información porque trabajé para esa cabecera durante una década.
La manera de hacer política de AMLO —y por ahora Sheinbaum sigue sus pasos— suele estar diseñada como una trampa. Cuando provoca a España, no nos están hablando exactamente a nosotros, ni tampoco pretende establecer un diálogo con la Historia. A quien le habla, por entendernos, es a los lectores de Reforma, a lo que él llama la “prensa fifí”, a ese 40% de los votantes mexicanos de clases medias y altas que estallan con sus ocurrencias populistas y sus intuiciones de cantina. A esa gente que se despierta retorciéndose de indignación con cada nueva provocación, que ve cómo los consensos de las últimas décadas están siendo dinamitados uno por uno. "El sentimiento antiespañol no es como el antigringo, no está extendido ni da votos", me dice por teléfono uno de los más respetados analistas políticos mexicanos.
Para la mayoría de esos mexicanos, la herencia española es parte esencial de su identidad. De una identidad fiera y bien compleja, que ha evolucionado respecto a la nuestra en algunas cosas y que se ha quedado criogenizada en el tiempo respecto a otras. Cuando AMLO ataca, prefiere hacerlo riéndose del espejo (la portada de Reforma) antes que de la figura que se refleja en él (la indignación de España). Por eso se ha orquestado la polémica para que el cisma sea con la Corona y por eso se preocupa de dejar a salvo a la “España republicana” de la pelea, usando conceptos que tienen un significado diferente en un país que recibió a miles de refugiados de la Guerra Civil. “Defiende diputado español a Sheinbaum”, titulaba ayer Reforma una noticia con las declaraciones de Gerardo Pisarello.
Exigir disculpas a España, reabrir la contienda, es acabar con uno de los consensos establecidos del México moderno, del “régimen” que AMLO insiste en querer dar por superado. Fue sellado en tiempos de Carlos Salinas de Gortari y celebrado en el Quinto Centenario bajo la mirada de Octavio Paz y toda la élite intelectual del país. Hace 40 años que el capítulo colonial se cerró en positivo, poniendo énfasis en el sincretismo, la hermandad, la fusión de culturas y todas esas cosas.
Esa visión, digamos priísta, ha sido hegemónica hasta que AMLO la ha querido reventar para convertirla en alimento político. Cuando se ríe de que “España truena”, sabe que se está riendo con ese otro 60 % de la población que disfruta viendo rabiar a aquellos a quienes en la calle llaman despectivamente “whitexicans”, los “fresa”, los mexicanos de cuna en un país con unas desigualdades salvajes que suelen coincidir con el aspecto físico. A la mayoría de ellos les vale madre que los amonesten con argumentos académicos, históricos, geopolíticos o diplomáticos porque se trata de un asunto emocional e identitario.
Incendiarse ante las provocaciones de AMLO es caer en su trampa. Subestimar su estilo populachero es no entender una manera de hacer política que se ha convertido en una máquina de ganar elecciones, algo que tiene mérito en un país muy difícil de gobernar y en el que lo habitual es salir escaldado después del primer sexenio. La diplomacia española entendió eso en algún momento y evitó entrar en provocaciones. La cosa se complicó cuando AMLO puso el cepo en la Casa Real —esperando, como así fue, que se hiciese pública en España—. Y ahora además a Sánchez le viene bien una pirueta patriótica. José Manuel Albares, tal y como señalaba ayer la agencia Bloomberg, lleva demasiados errores no forzados en Latinoamérica (Argentina, Venezuela…) como para tolerar que también nos caguen a madrazos en las mañaneras de Andrés Manuel.
Aunque le queda ya muy poco al frente del gobierno, Andrés Manuel López Obrador sigue haciendo sus "mañaneras". La prensa —y los influencers afines— son recibidos cada día en el Palacio Nacional, donde el presidente habla durante horas de lo que le apetece. Y entre lo que le apetece estos días está, por supuesto, la pelea diplomática con España. AMLO leyó anteayer la portada del diario Reforma y se partió de risa. "Excluyen a Rey y España truena", decía el titular del periódico más influyente entre las élites del país. Me imagino cómo se confeccionó la información porque trabajé para esa cabecera durante una década.