Takoma
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Ideas de bombero: la reacción de la Unión Europea a su decadencia
Mandar inmigrantes a Albania a 18.000 euros el viaje es una idea de bombero, de las que surgen cuando ya hay que apagar como sea el fuego. El precedente australiano sirve como ejemplo
El sentimiento de decadencia es uno de los ánimos sociales más peligrosos y la Unión Europea no va a ser una excepción. La ansiedad inclina al impulso. Y una cosa es el diagnóstico juicioso de lo que nos ocurre, detallado con más o menos pericia por trabajos como el famoso informe Draghi, y otra lo que vayamos a hacer al respecto. En los cursos de socorrismo te enseñan lo difícil que se pone un rescate si el bañista cree que realmente se está ahogando.
El debate sobre la inmigración que tuvo lugar ayer en el Consejo Europeo hace presagiar lo peor. Crece el número de países que están dispuestos a hacer lo que un embajador europeo definía hace poco como la “externalización óptica” del problema, la creación de centros para encerrar a unos cuantos miles de inmigrantes en terceros países y tratar de disuadir así al resto. El experimento ahora ya se puede observar de cerca, ya se pueden tocar las vallas de acero y pasar la mano por los barracones prefabricados. El miércoles llegaron las primeras doce personas enviadas por el Gobierno de Giorgia Meloni al centro de Gjadër (Albania), la primera experiencia comunitaria de este estilo. Una idea de bombero, de las que surgen cuando ya hay que apagar como sea el fuego.
Si el sistema se consolida, si cunde la impresión de que sirve para algo gastarse 18.000 euros en el viaje de cada uno de esos doce muchachos con tal de que no desembarquen en la UE, pronto se reproducirá en otras latitudes. Holanda le tiene echado el ojo a un prado africano para replicar la experiencia y detrás irán el resto. Los mismos políticos que hace menos de un año habrían dedicado horas de televisión a criticar la mera mención del asunto, ahora se muestran dispuestos a aplaudirlo y replicarlo. Destaca la impactante transformación de Alemania, y sin cambio de gobierno por medio.
El estado de pánico es además incoherente con los hechos, se sobreactúa después de haber pasado años negando que exista un problema al que es necesario dedicarle atención y recursos. Según Frontex, y a pesar de la vía mauritana, las llegadas por mar han caído más de un 40 %, hasta devolvernos a los números de 2021. Como explica el corresponsal en Bruselas de El Confidencial, Nacho Alarcón, en los corrillos de la UE se asume que es esencialmente una cuestión política, de supervivencia. Porque después del último ciclo electoral, todos han asumido que las elecciones se ganan o se pierden en función de la percepción ciudadana sobre la política migratoria.
El experimento no es para nada novedoso. Australia lleva un cuarto de siglo utilizando centros parecidos en el Pacífico para gestionar las peticiones de asilo. La iniciativa comenzó en 2001, fue desactivada por un gobierno laborista en 2008 y recuperada por el siguiente —también laborista— en 2012, un año antes de poner a la Marina a detener barcos en pleno Océano. Aunque la red llegó a ser más compleja, dos grandes campos concentraron la atención mediática (uno en la diminuta isla de Nauru y otro en la de Manus, en Papúa Nueva Guinea). Su existencia ha envenenado durante años el debate humanitario en Australia debido a las condiciones de vida allí documentadas. Con episodios trágicos, motines, accidentes mortales sin esclarecer, etcétera.
Miles de peticionarios de asilo, sobre todo asiáticos, han pasado por allí; y algunos han permanecido más de un lustro encerrados. En todos esos años, la iniciativa fue mantenida por siete primeros ministros (cuatro liberales y tres laboristas) antes de entrar en decadencia. Manus se desmanteló y Nauru quedó vacío en 2023, aunque sigue activo y este verano ha vuelto a acoger a un centenar de personas. La efectividad de la offshoring policy es muy cuestionada y ha ido perdiendo apoyo popular, y no solo desde una óptica humanitaria. Aunque se acepta que pueda haber tenido algún efecto disuasorio en momentos concretos, el gobierno ha gastado 265.000 euros al año por cada persona retenida.
En fechas más recientes, también lo ha intentado Rishi Sunak en Reino Unido, ya sea en centros situados en mitad del mar o a través de un acuerdo con Ruanda que tumbaron los jueces británicos.
La “externalización óptica” de la emergencia migratoria es, por otra parte, una reacción consecuente con la percepción del desafío. Si la alarma ante la inmigración irregular se desata únicamente por las llegadas en patera (muy vistosas, pero casi anecdóticas sobre el total), es lógico buscar una solución que cumpla con esas mismas características. Llamativa, polémica, que entienda todo el mundo sin tener que dedicarle esfuerzo. En definitiva, una medida de TikTok para atajar una emergencia de TikTok. Porque si lo que nos preocupa realmente es la migración irregular, la medida más efectiva sería endurecer la política de visados a quienes llegan en avión y entran presentado un pasaporte en vigor, que son la inmensa mayoría.
Mientras decidimos si nos gusta o no nos gusta, podemos seguir ignorando la dimensión real del fenómeno migratorio y su impacto en nuestras sociedades. Por ejemplo, en España, el país que más crece de la Unión Europea en población, a pesar de tener una de las tasas de fertilidad más bajas del mundo. Con la complicación añadida de que la mayoría de los recién llegados, casi todos desde Iberoamérica, se instalan en Madrid y Barcelona, que son también las dos ciudades que más crecen en Europa. Por el camino, presionan realidades tan delicadas como el mercado de la vivienda. Hasta límites difíciles de gestionar sin políticas audaces que no entran en un video de TikTok.
El sentimiento de decadencia es uno de los ánimos sociales más peligrosos y la Unión Europea no va a ser una excepción. La ansiedad inclina al impulso. Y una cosa es el diagnóstico juicioso de lo que nos ocurre, detallado con más o menos pericia por trabajos como el famoso informe Draghi, y otra lo que vayamos a hacer al respecto. En los cursos de socorrismo te enseñan lo difícil que se pone un rescate si el bañista cree que realmente se está ahogando.