Es noticia
Buenos días y bienvenidos a un mundo nuevo
  1. España
  2. Takoma
Ángel Villarino

Takoma

Por

Buenos días y bienvenidos a un mundo nuevo

Los demócratas han optado por jugar la carta del miedo una y otra vez hasta perder la partida, ignorando que los estadounidenses llevan décadas exigiendo un golpe de timón

Foto: Personas esperando a conocer el resultado electoral final. (EFE/EPA/James Ross)
Personas esperando a conocer el resultado electoral final. (EFE/EPA/James Ross)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Mientras usted dormía, Donald Trump ha caído como un yunque encima de Kamala Harris. El candidato republicano ha ganado todas las batallas en liza. Ha arrasado en el cinturón del sol, ha capturado el cinturón del óxido, ha convencido a una proporción impactante del voto latino, se ha hecho hegemónico en las áreas rurales y, en el momento de escribir esta columna, tenía incluso el voto popular inclinado a su favor. Será el próximo presidente de los Estados Unidos, y esta vez no hay debate sobre la magnitud de su victoria.

A pesar de los esfuerzos de sus poderosas cámaras de eco, los demócratas no han sido capaces de convencer a ningún grupo social significativo más allá de las élites urbanas de las costas que dan por descontadas desde hace décadas. Su candidata no era la mejor, es cierto, pero el partido del burro y la clase intelectual que lo cabalga no se pueden escudar tampoco en eso.

Para frenar el terremoto de Trump y la nueva derecha estadounidense hacía falta un proyecto renovador, y el continuismo de los últimos cuatro años de guerras e inflación desbocada significaba exactamente lo contrario. Cuatro cambios cosméticos y unos memes no podían modificar la opinión de los estadounidenses sobre la Administración de Joe Biden, el presidente con la popularidad más baja al término de su primer mandato desde que se hacen sondeos, solo comparable con la de Jimmy Carter.

Los demócratas han optado por jugar la carta del miedo una y otra vez hasta perder la partida definitiva, ignorando que un porcentaje cada vez mayor de los estadounidenses lleva décadas exigiendo un golpe brusco de timón. No se trata de una afirmación ventajista, sino una idea que dejé escrita —con más tiempo y menos sueño que hoy— hace exactamente cuatro años, días después de la victoria de Biden.

Foto: Figuras de cera de Trump y Obama. (Reuters) Opinión

Ya no sirven los psicoanálisis de 2016. Ya no cabe la sorpresa, ni la ira. Trump no es el friki sin equipo que nos ha dado un susto surfeando la ola del descontento. Por mucho que nos desagrade, ha logrado convencer a los americanos de que su senda, a falta de otra, es el camino renovador que estaban buscando. Aunque eso signifique romper consensos que parecían sagrados. Del libre comercio internacional al papel de Washington en el mundo, de los derechos civiles a la bandera de la democracia.

No tiene mucho sentido rasgarse las vestiduras, ni siquiera en la madrugada del óbito. Llevamos demasiado tiempo masticándolo como para hacernos los sorprendidos. Lo urgente es acostumbrarse a pensar en un mundo nuevo, uno sin el aliento de los Estados Unidos de América, sin una primera potencia mundial empeñada —a veces hasta extremos criminales y a veces hasta extremos infantiles— en extender su vibrante y contradictoria manera de entender la vida por todos los rincones del planeta.

A partir de mañana, el Leviatán se pondrá al servicio de algo distinto, de algo sin duda más autoritario. A la promoción de un sistema político, económico y social alejado adrede de todo lo que hemos vivido en los últimos años. La sensación es inquietante, aunque solo sea porque la mayoría no conocemos nada distinto. Sabemos algunas cosas. Por ejemplo, que Trump lo hará rodeado de personas poderosas y muy tenaces, como Elon Musk o como Peter Thiel. Pero no lo sabemos todo. Lo que sea que ha empezado hoy está todavía por hacerse. Se irá asentando con el tiempo y nos transformará también a nosotros. Tenemos como poco cuatro años para hablar de ello.

Mientras usted dormía, Donald Trump ha caído como un yunque encima de Kamala Harris. El candidato republicano ha ganado todas las batallas en liza. Ha arrasado en el cinturón del sol, ha capturado el cinturón del óxido, ha convencido a una proporción impactante del voto latino, se ha hecho hegemónico en las áreas rurales y, en el momento de escribir esta columna, tenía incluso el voto popular inclinado a su favor. Será el próximo presidente de los Estados Unidos, y esta vez no hay debate sobre la magnitud de su victoria.

Donald Trump Kamala Harris Estados Unidos (EEUU)