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Psicodrama europeo: tres gurús del viejo orden ante la terapia de 'shock' de Trump
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Ángel Villarino

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Psicodrama europeo: tres gurús del viejo orden ante la terapia de 'shock' de Trump

Mark Leonard, Ivan Krastev y Timothy Garton Ash oficiaron esta semana un acto en el que solo faltó la banda sonora de Erik Satie para convertirse en la escena final de un dramón llamado Unión Europea

Foto: El metro de Washington lanza tarjetas conmemorativas por la investidura de Trump. (EFE/Octavio Guzmán)
El metro de Washington lanza tarjetas conmemorativas por la investidura de Trump. (EFE/Octavio Guzmán)
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La cuenta atrás para la investidura de Donald Trump se está viviendo como un auténtico psicodrama en las capitales europeas. Excepto Giorgia Meloni, a la ceremonia no han sido invitados los principales líderes del continente, —tampoco es la tradición hacerlo— pero sí Javier Milei, Xi Jinping, el británico Nigel Farage, el francés Éric Zemmour, el belga Tom Van Grieken, el polaco Mateusz Morawiecki o el español Santiago Abascal. En Washington se va a escenificar el lunes el entierro del orden liberal tal y como lo hemos conocido, pero también la soledad y angustia a la que está abocada la Unión Europea. El European Council on Foreign Relations (ECFR), uno de los think tank estrella de ese viejo mundo en retirada, presentó esta semana un sondeo global en el que se intentan plasmar los humores sociales de once países europeos y trece potencias mundiales.

La conclusión principal es que Europa se ha quedado “sola en un mundo trumpiano”, en tanto que los ciudadanos de las principales potencias del planeta, de China a Brasil, se sienten más bien optimistas ante lo que está a punto de comenzar. Las clamorosas excepciones son la Unión Europea y Corea del Sur. La lectura es sencilla: los aliados tradicionales más dependientes de Estados Unidos se encuentran deprimidos y convencidos de que las cosas van a ir de mal en peor. Y, por los mismos motivos, se ven ganadoras las naciones que han venido arrastrando una relación tensa, incluso antagónica, con la primera potencia mundial. En lugares como China, India, Turquía o Brasil, la mayoría consideran que el orden trumpiano va a ser “positivo” no solo para sus intereses nacionales, sino incluso para la “paz mundial”.

La encuesta fue presentada en videoconferencia por tres de los principales gurús de la visión que hasta anteayer era hegemónica, por Mark Leonard, Ivan Krastev y Timothy Garton Ash. Duró apenas una hora y solo faltó una banda sonora de Erik Satie o John Williams para convertirse en el acto más melancólico jamás emitido por Zoom. En el turno de preguntas, Krastev llega a decir que las democracias liberales europeas “tienen muy difícil la supervivencia”. Y que eso, la supervivencia, es nuestra única misión para los próximos años. La idea se repitió después en todas las intervenciones. “Tenemos que evitar entrar en pánico y no hacer estupideces”. Es tan peligroso mostrarnos proactivos en la sumisión como fingir una fortaleza que no tenemos y amagar con heroicidades que no nos podemos permitir. Los primeros meses de Trump, pronostican, van a ser especialmente duros. "Habrá un gran anuncio cada tres días y hay que mantener la calma".

Foto: El magnate Elon Musk. (Reuters/David Swanson) Opinión

El futuro de la alianza atlántica es otro de los asuntos que hielan la sangre. La encuesta del ECFR muestra que menos del 25 % de los europeos ven ya a EEUU como un aliado, aunque al otro lado del océano todavía hay casi una mitad de la población que nos considera como tal. Frente a eso, la alianza sino-rusa está más fuerte de lo que ha estado nunca, hasta extremos complicados de creer para quienes hemos vivido o viajado por esos países. La mayoría de las sociedades encuestadas piensan, además, que es China, y no EEUU, el país llamado a dominar el mundo en esta nueva era.

En este sentido, los tres tenores del orden liberal europeo parecen convencidos de que Estados Unidos ha renunciado a seguir liderando Occidente. Han abandonado esa vocación para convertirse, simplemente, en una potencia transaccional más, en la más fuerte, pero dispuesta a actuar sin más límites que su propio poder también con sus aliados. Y no creen que sea algo pasajero, como sí creían en 2016. Frente a esto, opina Garton Ash, Europa debe abandonar la ilusión de recuperar un mundo extinto y aceptar la nueva realidad. “Hay que aceptarlo y sobrevivir”. Y para eso tenemos que ser “más transaccionales con el resto del mundo” (hacer negocios y alianzas con quien podamos, sea quien sea) y “menos transaccionales entre nosotros” (trabajando como un bloque unitario para reconstruir nuestra defensa, nuestra economía y proteger nuestras fronteras).

Foto: Los palestinos celebran la noticia de un acuerdo de alto el fuego con Israel. (Europa Press/ZUMA Press Wire/Omar Ashtawy) Opinión
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El reto es considerable y ninguno de los tres analistas parece muy esperanzado de que podamos conseguirlo. Estados Unidos, Rusia y probablemente también China intentarán dividirnos para mantenernos bajo control y sacar tratos ventajosos país por país. La división política y los nacionalismos en auge harán el resto y nos abocarán a pelear entre nosotros. En cuanto a Ucrania, creen que lo mejor que podemos hacer es renunciar al territorio que ya está bajo control ruso y tratar de proteger el resto, volcándonos en reconstruir y estabilizar lo que queda del país para asentarlo en nuestra órbita, aprovechándonos de lo aprendido por su ejército en estos años de guerra con Rusia. En definitiva, y parafraseando palabra por palabra a Krastev, “el problema más grave es que nos sentimos solos, nos sentimos mal, pero aún no estamos preparados para aceptar lo dramático que es este cambio”.

El diagnóstico suena aterradoramente realista, pero sería necesario introducirle un factor de corrección. Es lógico que los intelectuales que han trabajado durante años defendiendo y proponiendo reformas dentro del orden liberal se sientan desolados al observar cómo se han venido abajo los muros de Constantinopla. Pero en el propio sondeo asoma una brizna de esperanza y tiene que ver con cómo nos ven desde fuera.

En casi todo el mundo siguen percibiendo todavía que la Unión Europea es una superpotencia equiparable a Estados Unidos y China. Y la mayoría, sorprendentemente, presagian que nuestra influencia irá en aumento. Luego, claro, la puntuación media se desploma cuando se añaden las opiniones de los propios europeos, totalmente convencidos de nuestra decadencia. Europa se ve peor desde Europa que desde cualquier otro sitio, un estado de ánimo típico de las potencias en declive. Tenemos la peor autoestima del planeta. Y quizá deberíamos empezar por arreglar eso. Por creernos que podemos hacer las cosas mejor.

La cuenta atrás para la investidura de Donald Trump se está viviendo como un auténtico psicodrama en las capitales europeas. Excepto Giorgia Meloni, a la ceremonia no han sido invitados los principales líderes del continente, —tampoco es la tradición hacerlo— pero sí Javier Milei, Xi Jinping, el británico Nigel Farage, el francés Éric Zemmour, el belga Tom Van Grieken, el polaco Mateusz Morawiecki o el español Santiago Abascal. En Washington se va a escenificar el lunes el entierro del orden liberal tal y como lo hemos conocido, pero también la soledad y angustia a la que está abocada la Unión Europea. El European Council on Foreign Relations (ECFR), uno de los think tank estrella de ese viejo mundo en retirada, presentó esta semana un sondeo global en el que se intentan plasmar los humores sociales de once países europeos y trece potencias mundiales.

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