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Sánchez en Pekín, Meloni en Washington y Orbán en Moscú: la hora de la verdad para la UE
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Ángel Villarino

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Sánchez en Pekín, Meloni en Washington y Orbán en Moscú: la hora de la verdad para la UE

Tanto Trump como Xi Jinping van a intentar negociar con los líderes europeos en solitario, pero esta vez la UE no puede resistir el envite si no actúa de manera coordinada

Foto: Pedro Sánchez llegó este jueves a Pekín en plena guerra comercial de Donald Trump. (EFE/Pool/Moncloa/Fernando Calvo)
Pedro Sánchez llegó este jueves a Pekín en plena guerra comercial de Donald Trump. (EFE/Pool/Moncloa/Fernando Calvo)
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Pedro Sánchez desembarca en China en el instante más delicado de la guerra comercial entre Washington y Pekín y se coloca a sí mismo, y por lo tanto a nuestro país, en el ojo del huracán. Como conoce estas encuestas, sabe que la mayoría de los españoles ven con agrado cualquier movimiento contrario a Donald Trump y en su gobierno creen que es, además, una forma de capitalizar la cercanía cultivada durante largos años —con discreción y a veces incluso en secreto— con el gobierno de Xi Jinping. Esta mercancía argumental, probablemente jalonada hoy con algún gesto económico, se vende sola: ahora que EEUU ha caído en manos de un loco agresivo, estamos obligados a reforzar nuestras relaciones con la potencia antagónica y España está mejor situada para hacerlo que ningún otro país europeo. Por si fuera poco, la iniciativa sintoniza con el cambio de actitud de la Comisión Europea, que de pronto ha dejado de ver un “rival sistémico” en Pekín.

Sucede que el viaje coincide en el tiempo con el que Giorgia Meloni emprenderá hacia Washington el jueves próximo. La primera ministra italiana se ha esforzado en subrayar que no va a pescar en río revuelto, sino a trabajar para los intereses de la Unión Europea. La hostilidad de Trump y el trato que está dando a todos los países amigos (a todos menos a Rusia, en realidad) está obligando al Gobierno italiano a recular poco a poco. Lejos queda el entusiasmo con el que recibieron la victoria de Trump. Ahora Antonio Tajani, vicepresidente y ministro de Exteriores, repite que Meloni no va a besar ningún culo naranja, sino que acudirá “con la cabeza alta” y dispuesta a negociar “apoyando siempre las posiciones europeas”. La idea, insisten fuentes del entorno de Meloni, es proponer a Trump una zona de libre comercio (aranceles cero) con Europa. Le puede pedir también que nos regale Alaska y se tiña el flequillo de morado. Por pedir que no quede.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i) y el primer ministro chino, Li Qiang (d), durante un encuentro en septiembre de 2024, en Pekín. (EFE/Moncloa/Borja Puig) Opinión

Pero más allá de las agendas domésticas, este “tú a Washington y yo a Pekín” retrata bien el momento existencial europeo. La diversidad de voces puede ser un instrumento valioso para negociar con varias caras a la vez, pero también una debilidad letal si caemos en las tentaciones a las que van a someternos. Lo peor que podría pasarle ahora a Europa es que los Gobiernos nacionales se lancen al “sálvese quien pueda”, una vieja tradición del continente. Si un par de líderes logran acuerdos bilaterales favorables y la fiebre se extiende, estamos muertos. Está claro que es lo que va a intentar la Administración Trump, que ni siquiera quiere dialogar con Bruselas de tú a tú. Pero esta también ha sido siempre la estrategia china en sus negociaciones con Europa. “Los chinos solo quieren venir cuando damos un concierto o hacemos una fiesta”, me decía, hace años, un embajador de la UE en Pekín.

Las tentaciones de negociar en solitario —tanto con Washington, como con Pekín, incluso con Moscú—, siempre encuentran buenos motivos. Para España, por ejemplo, los aranceles de Trump, por sí mismos, no suponen un quebranto insalvable, ya que importamos más que exportamos a Estados Unidos. Mientras que a Italia, segunda potencia industrial del continente, le ocurre justo al revés. El mercado único hace casi imposible negociar aranceles en solitario y la integración económica entre los socios es tal que resquebrajar la UE ahora sería el error final. Pero las visiones cortoplacistas tienen siempre su público, como demuestran con insistencia los extremos de nuestro espectro político Podemos y Vox.

Así que los países europeos siguen vigilándose de reojo. Francia, por ejemplo, ha reaccionado públicamente contra el encuentro de Trump con Meloni. "Si empezamos a tener discusiones bilaterales, la UE corre el riesgo de romperse", dijo el ministro de industria francés, Marc Ferracci, le respondió el ministro de Asuntos Europeos italiano, Tommaso Foti, diciendo que no, “no hay naciones europeas de primera ni de segunda", y que "cuando el presidente (Emmanuel) Macron va a Washington todo parece ir bien, mientras que cuando va Meloni, no". Medió Tajani, asegurando que los franceses “no han comprendido el espíritu de esta misión" y que “la Unión Europea está muy contenta de que Italia vaya a hablar para apoyar las posiciones europeas".

El peligro de implosionar en el peor momento es creciente si tenemos en cuenta que el número de Gobiernos euroescépticos crece y que la extrema derecha lidera ahora mismo la intención de voto en Francia y Alemania. También en Reino Unido, por cierto, aunque allí hace ya años que consumaron el desatino.

Pedro Sánchez desembarca en China en el instante más delicado de la guerra comercial entre Washington y Pekín y se coloca a sí mismo, y por lo tanto a nuestro país, en el ojo del huracán. Como conoce estas encuestas, sabe que la mayoría de los españoles ven con agrado cualquier movimiento contrario a Donald Trump y en su gobierno creen que es, además, una forma de capitalizar la cercanía cultivada durante largos años —con discreción y a veces incluso en secreto— con el gobierno de Xi Jinping. Esta mercancía argumental, probablemente jalonada hoy con algún gesto económico, se vende sola: ahora que EEUU ha caído en manos de un loco agresivo, estamos obligados a reforzar nuestras relaciones con la potencia antagónica y España está mejor situada para hacerlo que ningún otro país europeo. Por si fuera poco, la iniciativa sintoniza con el cambio de actitud de la Comisión Europea, que de pronto ha dejado de ver un “rival sistémico” en Pekín.

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