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Takoma
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Los leones de la Iglesia: el Vaticano no hace política... salvo alguna cosa
León III coronó a Carlomagno, León IV defendió Roma de los sarracenos, León X excomulgó a Lutero y León XIV ha sido elegido para enfrentarse a las convulsiones más contemporáneas
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Con el Papa recién electo es el momento de decir eso de que el Cónclave no va de política, que la Iglesia está al margen de ideologías, que los valores del cristianismo trascienden al barro mundano. Y como hay que decirlo, dicho queda. Pero quien conoce un poco el Vaticano sabe que hay pocas instituciones con la tradición y la perspicacia política de la Iglesia. El cardenal Robert Prevost ha elegido ser León XIV y compartir nombre, por ejemplo, con León III, el Pontífice que coronó a Carlomagno como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Aquel instante, inmortalizado en miles de cuadros, marcó nada menos que el renacimiento del Imperio Romano en Occidente.
Su sucesor, León IV se enfrentó a las invasiones musulmanas en el Mediterráneo. Fue responsable de la defensa de Roma contra los sarracenos y de la construcción de las murallas que hoy se conocen como las murallas leoninas, que rodean la Ciudad del Vaticano. Luego fue León X quien excomulgó a Lutero y combatió la división de la Iglesia. Mientras que León XIII, el último hasta la elección de Robert Prevost, sostuvo la férula papal en un mundo convulso por las tensiones entre el capitalismo y el socialismo tras la Revolución Industrial. Propugnó, por ejemplo, el fin de la confrontación entre la Iglesia francesa y la Tercera República, avalando la participación de los católicos franceses en el régimen republicano.
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El nuevo Papa, que ha elegido llamarse León XIV, se alza como la reacción del Vaticano a los nuevos tiempos. Tiempos de nuevo convulsos, marcados por el populismo y, en términos más concretos, por las presiones ejercidas desde su país, Estados Unidos, para poner al frente de la Iglesia a alguien alineado con las fuerzas del catolicismo ultraconservador que apoya a Donald Trump. La campaña para imponer un candidato afín ha llevado a los sectores más tradicionalistas a considerar “izquierda eclesial” a Robert Prevost en sus publicaciones y a airear ambiguas acusaciones relacionadas con escándalos de pederastia que, sostenían hasta ayer mismo, hacían inviable su elección en el Cónclave.
Cunde la sensación de que los cardenales —y recordemos que el 80% fueron elegidos por Francisco—, han escogido a un candidato norteamericano, sí, pero agustino, con alma de misionero y una segunda vida en América Latina, quizá la que más huella le ha dejado —ayer habló en italiano y en español, pero no en inglés—. Como decía el diario italiano Repubblica estos días, es “el menos estadounidense de los cardenales estadounidenses”. Queda por ver cómo se desenvuelve ahora. En sus análisis de urgencia, los vaticanistas prevén que adopte un perfil distinto al de su predecesor. Quienes le conocen aseguran que es un hombre firme pero tímido, que mide mucho sus palabras, y que tiene una manera de ser en las distancias cortas que recuerda más a la de Benedicto XVI que a la de Francisco.
JD Vance is wrong: Jesus doesn't ask us to rank our love for others https://t.co/hDKPKuMXmu via @NCRonline
— Robert Prevost (@drprevost) February 3, 2025
Pero no hay que especular demasiado para saber lo que piensa de algunos de los asuntos que polarizan el debate social, y cuya corrosión ha salpicado a la Iglesia. En sus propias redes sociales hay muestras de su rechazo a la versión ultraconservadora de los católicos que rodean a Trump, como este tuit que critica abiertamente a su vicepresidente, J. D. Vance. La mano cardenalicia no da puntada sin hilo. Con una finezza y una capacidad de sorpresa y adaptación que sigue sorprendiendo después de tantos siglos. Así que aunque hoy toca decir lo contrario, el Cónclave es la ceremonia política en estado puro.
Con el Papa recién electo es el momento de decir eso de que el Cónclave no va de política, que la Iglesia está al margen de ideologías, que los valores del cristianismo trascienden al barro mundano. Y como hay que decirlo, dicho queda. Pero quien conoce un poco el Vaticano sabe que hay pocas instituciones con la tradición y la perspicacia política de la Iglesia. El cardenal Robert Prevost ha elegido ser León XIV y compartir nombre, por ejemplo, con León III, el Pontífice que coronó a Carlomagno como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Aquel instante, inmortalizado en miles de cuadros, marcó nada menos que el renacimiento del Imperio Romano en Occidente.