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Takoma
Por
La sangre salpica hasta en las urbanizaciones más exclusivas de Pozuelo
Los cambios de época y los procesos revolucionarios suelen ser oscuros y violentos. Las cosas tienden a empeorar antes de volver a la calma. Y la sangre salpica por todos lados
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La desintegración violenta de Yugoslavia generó un excedente de armamento ligero y munición que fue aprovechado durante décadas por grupos criminales y traficantes de toda Europa. El saqueo de depósitos de armas en Croacia, Bosnia y Kosovo, el contrabando, la diáspora de excombatientes, la quiebra del orden estatal en la vecina Albania… todos estos factores hicieron mucho más sencillo comprar un fusil o una pistola en el mercado negro. Se estima que entraron unos seis millones de armas, incluyendo fusiles de asalto, pistolas, granadas y explosivos. En algunos lugares, como en Suecia, cambió radicalmente el rostro de la criminalidad y el modo de operar de las bandas. Luego las cosas evolucionaron a peor.
Hay muchos motivos para pensar que la guerra de Ucrania tendrá con el tiempo efectos parecidos. Y eso en el mejor de los casos, ya que se trata de un conflicto de mayores dimensiones que además abre escenarios más complicados que el de los años 90. Mientras, de Gaza es poco probable que salgan armas o municiones, porque allí no va a quedar nada, pero las masacres de civiles nos condenan a algo igualmente letal: oleadas de resentimiento, odio y traumas que se suman a las anteriores y siguen creciendo. El número de detenidos por yihadismo en España está en máximos históricos desde el 11-M y es casi inevitable que se produzca un nuevo atentado en algún país europeo antes o después.
Los cambios de época y los procesos revolucionarios suelen ser oscuros y violentos. Las cosas tienden a empeorar antes de volver a la calma. Que nos levantemos un día con un abogado ucraniano tiroteado en Pozuelo de Alarcón y al día siguiente con dos israelíes asesinados en Washington podría ser una simple secuencia anecdótica, pero hay muchos motivos para pensar que forman parte de una cadena lógica de hechos. Como decía esta semana Nacho Alarcón en Pausa, parafraseando a Walter Benjamin, cuando la Historia se escribe con mayúscula, es siempre violenta.
El último informe del Global Peace Index, una especie de almanaque anual de guerras y conflictos, indica que el mundo atraviesa su momento más violento en décadas. En 2024 y 2023 se han mantenido activos cerca de 60 conflictos armados, la cifra más alta desde 1946. La mortalidad también ha aumentado de manera significativa y el saldo anual solo es rebasado en la serie histórica por momentos como el genocidio de Ruanda.
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Basta comparar algunos datos para verlo con claridad. Entre 2010 y 2019 se produjeron 953. 000 muertes por conflicto. Mientras que solo en los últimos cuatro años, entre 2020 y finales de 2024, las víctimas alcanzaron superaron largamente el millón, impulsadas fundamentalmente por tres grandes crisis: Myanmar, Ucrania y Gaza. Las pérdidas además afectan a todas las latitudes, siendo Europa, con el 33 % de las muertes, el lugar más sangriento del mundo por primera vez desde la guerra de los Balcanes.
La sensación forma parte del ambiente hasta el punto de que los desarrolladores del mejor juego de estrategia de todos los tiempos, Civilization, han introducido una curiosa novedad respecto a las anteriores ediciones. Cuando el jugador avanza hacia un cambio de era, sus ciudades y sus ejércitos afrontan un periodo de crisis con episodios violentos que van empeorando exponencialmente según avanzan los turnos. Los guionistas, adictos a la Historia, han sintonizado el juego con el Zeitgeist, con el espíritu de los tiempos. Y parece que no hay jardín en el que refugiarse, ni siquiera en las urbanizaciones más exclusivas de Pozuelo de Alarcón.
La desintegración violenta de Yugoslavia generó un excedente de armamento ligero y munición que fue aprovechado durante décadas por grupos criminales y traficantes de toda Europa. El saqueo de depósitos de armas en Croacia, Bosnia y Kosovo, el contrabando, la diáspora de excombatientes, la quiebra del orden estatal en la vecina Albania… todos estos factores hicieron mucho más sencillo comprar un fusil o una pistola en el mercado negro. Se estima que entraron unos seis millones de armas, incluyendo fusiles de asalto, pistolas, granadas y explosivos. En algunos lugares, como en Suecia, cambió radicalmente el rostro de la criminalidad y el modo de operar de las bandas. Luego las cosas evolucionaron a peor.