Lo que dicen los generales de la OTAN de Trump, de Putin y del futuro de Europa
Putin está pinchando a la OTAN con un palo para ver si sigue viva. Trump lanza mensajes ambiguos que cada uno interpreta a su manera. Y en la frontera oriental de Europa se preparan para lo que venga
El presidente de EEUU, Donald Trump (d), y su homólogo ruso, Vladímir Putin, en la reunión en Alaska. (Europa Press/DPA/Kremlin)
El estado de confusión en el que Trump mantiene a sus aliados de la OTAN es una técnica de tortura ya bien documentada, como la picana eléctrica o el waterboarding. En su último mensaje en Truth Social habla de Rusia como un "tigre de papel" y dice que Ucrania ahora sí puede recuperar todo su territorio. Pero al mismo tiempo desea suerte a los dos contendientes, como si fuera una carrera deportiva, e insinúa que Estados Unidos seguirá aportando armas siempre que paguen los europeos.
Leyendo las mismas doce líneas, unos interpretan un cambio de actitud favorable a Ucrania y otros ven otra señal de alejamiento. Al margen quedan los hechos: el Gobierno de EEUU ha dejado de financiar los esfuerzos bélicos de Ucrania, se niega a actualizar las sanciones contra Rusia, y está cancelando programas de formación militar y apoyo logístico a los países bálticos.
Esta ambigüedad desquiciante recuerda mucho al modus operandi de Vladímir Putin y hace presagiar lo peor. Los países de la frontera oriental de Europa están cada vez más nerviosos, porque sienten que su integridad territorial, incluso su supervivencia, depende de dos superpotencias que no emiten señales claras. Esta semana, en un foro militar celebrado en Tallin para un grupo muy restringido de asistentes, varios generales de la Alianza explicaban cómo la guerra híbrida que Rusia libra contra la UE se ha intensificado sospechosamente desde la famosa reunión en Alaska.
Las noticias de las últimas semanas son el colofón de un in crescendo de incidentes y sospechas de sabotaje: cables cortados en el Báltico por embarcaciones de bandera china o tripulación rusa, drones y aviones de combate incursionando en casi todos los países fronterizos, oleadas de ciberataques... Lo único que está claro es que las provocaciones resultan cada vez más descaradas y frecuentes.
“No terminamos de entender cuál es su objetivo estratégico, lo mismo que nos pasó con Ucrania durante mucho tiempo. Tenemos claro que están tratando de encontrar vulnerabilidades, pero no sabemos por qué ni para qué”, reconocía otro general de la OTAN en el foro de Tallin.
La estrategia de Putin es la de siempre: medir la temperatura una y mil veces antes de tirarse a la piscina. Y la hipótesis más extendida es que esté tensando la cuerda para ver cómo reacciona Trump, pinchando a la OTAN con un palo para ver si sigue viva. Pero también estaría poniendo a prueba a las sociedades de los países europeos más alejados de la frontera.
En realidad, son dos maneras de medir lo mismo, de obligarnos a hacer las preguntas incómodas. ¿Están dispuestos los americanos a entrar en guerra con Rusia para defender a Polonia o Estonia? ¿Y estamos dispuestos los alemanes, franceses, italianos o españoles?
¿Rusia, qué te pasa?
La situación interna de Rusia es otra fuente de intensa especulación ante la dificultad de obtener información fiable. Los servicios secretos bálticos, generalmente los mejor informados, insisten en que sus finanzas están muy debilitadas. Su último informe asegura que el "auge de la economía de guerra ha llegado a su fin”. Con el frente estancado, Putin podría estar preparando un nuevo giro que le permita obtener algo de oxígeno. “Abrir una nueva brecha, desestabilizar y obtener algo concreto que puedan usar como moneda de cambio”, apostillan los generales.
El régimen parece sólido y cualquier atisbo de oposición ha sido aplastado —se compara el nivel de represión con el de la última etapa de Brezhnev—, pero el desgaste bélico es acumulativo y ya son muchos años de guerra. La invasión de Ucrania, recuerda Alexandra Prokopenko, ha durado ya tanto como la participación de la URSS en la Segunda Guerra Mundial. Las colas en las gasolineras, los ataques con drones ucranianos, la inflación, la caída en picado del consumo, etcétera. Problemas que deberían desanimar a porcentajes crecientes de la población... sin que ello altere la estrategia de Putin.
Al revés, la industria bélica necesita seguir aumentando su producción incluso si se acaba la guerra. Según Prokopenko, después de haber militarizado el país, no hay demasiadas alternativas a medio plazo. “Cualquier intento de recortar el gasto militar provocaría un colapso”, ya que es lo único que tira de la economía. Un dato sirve para entenderlo: Rusia planea gastar en los próximos años 7,5 veces más en Defensa que en atención médica, y eso a pesar de que la Sanidad casi se ha doblado en los últimos años para atender a los heridos en el frente.
Siempre que no haya un colapso, el deterioro de las condiciones económicas podría ser incluso un incentivo para mantener al país en guerra. Pensemos en los trabajadores de la construcción que pierden el trabajo por el frenazo del ladrillo. “Muchos cambian la mezcladora de cemento por el molinillo de carne”, por el frente ucraniano, explican fuentes estonias. Así que no, no parece sensato hacer proyecciones triunfalistas construidas sobre la debilidad económica de Rusia.
El diplomático francés Michel Duclos pronostica, de hecho, que la situación se va a ir complicando para los aliados europeos gradualmente, hasta alcanzar el punto de ebullición cuando confluyan dos o más de los siguientes factores. Uno, el estallido de las tensiones políticas que se están acumulando en Estados Unidos y que lo anularían como actor mundial, al menos durante un tiempo. Dos, un asedio de Taiwán por parte de China que mantendrá toda la atención sobre el Pacífico. Tres, el cese de las hostilidades en Ucrania, que liberaría un caudal de recursos bélicos para emprender otras aventuras. En ese momento, cree Duclos, Europa contendrá la respiración. Sitúa la fecha a la vuelta de la esquina, en algún momento entre 2028 y 2030.
El estado de confusión en el que Trump mantiene a sus aliados de la OTAN es una técnica de tortura ya bien documentada, como la picana eléctrica o el waterboarding. En su último mensaje en Truth Social habla de Rusia como un "tigre de papel" y dice que Ucrania ahora sí puede recuperar todo su territorio. Pero al mismo tiempo desea suerte a los dos contendientes, como si fuera una carrera deportiva, e insinúa que Estados Unidos seguirá aportando armas siempre que paguen los europeos.