¿Y si es buena idea darle el Nobel de la Paz a Donald Trump?
Lo mejor que le puede pasar a Europa es que Trump gane ese premio y tenga algún incentivo para no abandonar el papel de EEUU como policía global. Es humillante, pero más humillante es la alternativa
El presidente de EEUU, Donald Trump. (EFE/EPA/Pool/Samuel Corum)
El artículo más leído ayer en el Financial Times está firmado en Oslo y analiza las posibilidades de que Donald Trump ganase hoy el Nobel de la Paz. En el último párrafo, un diplomático europeo opina que sería “un mensaje extraño” otorgar el galardón a alguien que ha renombrado su Ministerio de Defensa para pasar a llamarlo Departamento de la Guerra. Concluye el diplomático, y esta es la frase importante, que todos “vivimos ahora en el mundo de Trump” y el mero hecho de que estemos teniendo este debate no hace más que evidenciarlo.
Cuando ingresó en el País de las Maravillas, Alicia no tuvo tiempo para plantearse si era conveniente perseguir a un conejo que miraba un reloj, discutir con el gato de Cheshire que flotaba en el aire o tomar el té con el Sombrero Loco. Las reglas del País de las Maravillas eran diferentes a las de la Inglaterra victoriana y una niña de siete años fue capaz de comprenderlo enseguida. A nosotros nos está costando un poquito más.
En el mundo de ayer sería ridículo pensar que tiene alguna posibilidad de ganar el Nobel un presidente que se pasa el día amenazando a todo el mundo (incluido al comité noruego que decide a quién le da el premio), que trata de convertir la maltrecha democracia americana en algún tipo de régimen autoritario y que presenta a la candidatura una lista de méritos más falsa que el curriculum vitae de un político español.
Pero con las normas del “mundo de Trump” en el que vivimos ahora, su victoria es la alternativa más lógica. En un escenario donde la única virtud es el poder crudo, no se le niega nada al hombre más poderoso. O le damos el Nobel de la Paz, o nos mete una hostia. Al final, el comité no le ha concedido hoy el premio, pero estoy preparado para defender que, llegados a este punto, hubiera sido la mejor opción. Expongo mis motivos.
Primero. La pérdida de apoyos internacionales seguramente había hecho mella en el ánimo de Netanyahu, pero la única persona que podía frenar la masacre de Gaza era el presidente de los Estados Unidos. Siendo republicano, todavía más, porque hay ciertas cosas en la vida que solo puede evitar quien te tiene más cerca. Y solo Trump era capaz de ahogar a Netanyahu, además de convencer a Qatar, Turquía y Egipto para estrangular a Hamás. La lista de los 20 puntos presentada es una utopía, como todos los procesos de paz anteriores, pero el acuerdo parece encaminado a sellar una tregua duradera. Una que quizá se extienda lo suficiente como para que nos volvamos a olvidar del tema.
Segundo. Trump es mucho más llevadero cuando está contento y se siente aceptado y admirado. La comitiva europea de la humillación lo entendió así cuando decidió viajar a Washington para hacerle descaradamente la pelota tras la reunión en Alaska con Putin. No salió del todo mal. Al menos hace unas semanas que no insulta a Zelenski, ni nos amenaza con arrebatarnos Groenlandia. Es triste ser un vasallo, pero más triste es la alternativa. Mientras no tengamos autonomía militar y Putin siga desafiando el statu quo geopolítico del continente, la firmeza de Europa es tan frágil como un témpano de hielo en un cerezo.
Tercero. Sabemos que el narcisismo es el talón de Aquiles de Trump. Pero si algo anhela es el reconocimiento de la élite más sofisticada, encarnada por gente como Obama, que lo ha visto siempre con desprecio, como un subproducto de los negocios chuscos y la telebasura. Nada haría más feliz a Trump que leer cómo el New York Times alaba su gestión y aplaude su audacia y su inteligencia. Por eso se está gastando una fortuna y una cantidad ingente de capital político en lograr el Nobel de la Paz. Un premio que nunca ha debido interesarle demasiado.
Cuarto. Si Trump se mete en el papel, quizá acaba trabajando por la paz, quizá se alía con Bill Gates. Solo con un ego bien almidonado podría mantenerse al margen de las voces más radicales del mundo MAGA, que le piden que se retire del tablero global y se dedique a arreglar Estados Unidos, mandar inmigrantes a campos de concentración de El Salvador y arrastrar cruces con ruedas por escenarios.
Quinto. Millones de personas frustradas y resentidas disfrutarán por primera vez de un premio Nobel de la Paz. Habrá que soportarlos unos días, pero en el medio plazo podría ser un bálsamo para sus almas. Si la crueldad y el sufrimiento anidan juntos, quizá puedan revertirse al mismo tiempo. Imagínese que todos los que disfrutan con el sufrimiento de quienes consideran sus enemigos se ponen, de pronto, a hablar de la paz. Frenar el genocidio de Gaza, parar los pies a Putin y sanar a millones de amargados. Tres cosas que solo puede lograr Donald Trump.
El artículo más leído ayer en el Financial Times está firmado en Oslo y analiza las posibilidades de que Donald Trump ganase hoy el Nobel de la Paz. En el último párrafo, un diplomático europeo opina que sería “un mensaje extraño” otorgar el galardón a alguien que ha renombrado su Ministerio de Defensa para pasar a llamarlo Departamento de la Guerra. Concluye el diplomático, y esta es la frase importante, que todos “vivimos ahora en el mundo de Trump” y el mero hecho de que estemos teniendo este debate no hace más que evidenciarlo.