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Andaluces, prohibido tomar el sol en la playa
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Agustín Rivera

Tinta de Verano

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Andaluces, prohibido tomar el sol en la playa

Ir a la playa se está convirtiendo en un enrabietado campo de minas más propio de la Indochina que mató a Robert Capa que de la

Ir a la playa se está convirtiendo en un enrabietado campo de minas más propio de la Indochina que mató a Robert Capa que de la Andalucía liberal y desestresada. Primero fueron los chiringuitos, esos espacios lúdicos de absorbente olor a espetos de sardinas que osó derribar la Dirección General del Mar del Ministerio de Elena Espinosa. La tregua llegó a este sector (la Junta de Andalucía intermedió y ahora se llevará las competencias), pero muchos pensaban que este sería su último verano sirviendo a las mesas de manteles de papel lindantes con la arena.

Al igual que ya practicaron las compañías de telefonía y las aerolíneas, los ayuntamientos andaluces parece que se han puesto todos de acuerdo para crear medidas especializadas en incordiar al vecino. La más contundente ya la conté en otra Tinta: Teófila Martínez contra el nudismo en Cádiz. Teo ya está, como el Levante, más calmada, pero la amenaza sobre la playa de Cortadura se ha transformado en “un cuchillo disuelto” (la soberbia definición sobre el Dry-Martini es de Manuel Alcántara) sobre este espacio de libertad. Eso sí, por ahora no han desautorizado el top-less.

Sin salir de Cádiz capital, acaso una de las ciudades más deseadas de España, la playa de la Victoria se convierte cada agosto, con la celebración del Trofeo Ramón de Carranza (devaluadísimo torneo de fútbol) en una fiesta popular y urbana. Para la celebración de las barbacoas la alcaldesa TM se propuso que los vecinos del barrio de la Viña no sacaran sus muebles, sofás y sillones a la arena victoriana. Cualquier día de éstos Martínez también impide que la gente vaya con su fiambrera.

En Benalmádena (Málaga) ya prohíben llevar a la playa la bombona de butano que sirva para hacer fuego en la parrilla. Y en Fuengirola, donde Pepe Griñán cenó con la alcaldesa Esperanza Oña en un chiringuito poco antes de encerrarse con su familia en Galicia a resolver trivials culturales, han decidido que no quieren que nadie haga negocio con las “grandes estructuras de arena”. Oña no ha fijado el límite de cantidad. Aplicada la ley…

Por prohibir, ¿por qué no probar con los vehículos tuneados que van a la playa? “Hacen demasiado ruido e impiden el descanso de vecinos y turistas”, declara a El País Juan Antonio Millán, alcalde de Cartaya (Huelva). Yo, por si acaso, me retiro en un rato a la tumbona con la novela japonesa que me acaban de regalar. Estaré muy atento porque cualquier día viene el poli local (en Málaga les llaman pitufos) y prohíben hasta tomar el sol en la playa.

Ir a la playa se está convirtiendo en un enrabietado campo de minas más propio de la Indochina que mató a Robert Capa que de la Andalucía liberal y desestresada. Primero fueron los chiringuitos, esos espacios lúdicos de absorbente olor a espetos de sardinas que osó derribar la Dirección General del Mar del Ministerio de Elena Espinosa. La tregua llegó a este sector (la Junta de Andalucía intermedió y ahora se llevará las competencias), pero muchos pensaban que este sería su último verano sirviendo a las mesas de manteles de papel lindantes con la arena.

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