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Erik el Belga, el ladrón del millón de dólares
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Agustín Rivera

Tinta de Verano

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Erik el Belga, el ladrón del millón de dólares

Demi Moore aceptó al final la proposición indecente de Robert Redford. Erik el Belga no dudaría. Montxo Armendáriz insiste en rodar una película del mayor ladrón

Demi Moore aceptó al final la proposición indecente de Robert Redford. Erik el Belga no dudaría. Montxo Armendáriz insiste en rodar una película del mayor ladrón de obras de arte del siglo XX. “Si me ofrecen un millón de dólares, sí”, confiesa Erik con un cigarrillo Chesterfield’s en la boca.

Su estudio de Málaga, con vistas al Monte de San Antón, lo preside una Virgen de Guadalupe del siglo XV (“No robada”, aclara). A sus 71 años pinta cuadros abstractos y alguna figuración. También negocia la compra de pintura y libros antiguos. Los últimos fichajes, códices de Napoleón Bonaparte de 1860 y las ordenanzas de expulsión de los jesuitas de España (siglo XVIII).

La desaparición del Códice Calixtino de la Catedral de Santiago le ha aupado de nuevo a la actualidad. Y él, encantado. La semana pasada, en 'Verano Directo' de laSexta. El sábado, 'Informe Semanal'. Le gusta pasar desapercibido, pero ¿cómo puede serlo un hombre de caballera plateada, andares muy erguidos para su edad, risa al estilo del perro Risitas, [el detective de la factoría Hanna Barbera], y con 1,6 millones de referencias en Google?

Alfonso Guerra le dedicó dos páginas de sus memorias. 'El buen ladrón', tituló Guerra por su capacidad para devolver obras de arte. Su mujer, la abogada Nuria de Van der Berghe, prevé publicar a finales de este año (en Planeta) algunos capítulos de su vida.. “No se habla de la parte de España. ¡Es tan diferente y tan agradable para mí!”, relata Erik, que luce una camiseta de inspiración picassiana y degusta una caña nocturna en el Gambrinus de su barrio.

Algunos le llaman el Robin Hood del arte. Porque robaba o encargaba robos y luego muchas obras aparecían, incluso restauradas. “Lo importante es entrar en la cárcel solo y salir solo. No he delatado a nadie. Jamás un hombre que ha trabajado conmigo lo ha interrogado la Policía. Eso es bonito”.

Un nómada con “orgullo interior”

Nómada (ha vivido en 11 países), dueño de un “maldito orgullo interior”, como reconoce, vanidoso, sin agobios económicos, tiene cinco hijas de cinco mujeres distintas y dos hijos, de 26 y 23 años, con su actual esposa. Ninguno ha heredado la fascinación por el arte antiguo. “A todos les gusta lo que pinto, pero no el gótico y el románico, que llevo viendo toda mi vida”.

Su última pieza adquirida (insiste que no la ha robado) es una virgen sentada, de un metro de altura, del siglo XII. La compró en Francia por 350.000 euros, ha viajado a cinco museos internacionales y quiere venderla en 450.000 euros. “El gran problema es que todos mis coleccionistas han muerto. Me doblaban o triplicaban la edad y a sus hijos, al igual que los míos, no les interesa el arte. Por eso hay tan pocas piezas en venta”.

No cree que el Códice Calixtino se haya vendido, ni siquiera que lo esté. “Lo único valioso del códice es su contenido, pero si el facsímil lo puedes comprar por 2.000 euros, ¿por qué lo roban? Parece como una broma de estudiante. Ese libro no vale nada”. Propone que, al igual que ocurre en Alemania, la Xunta de Galicia fije una recompensa de 100.000 euros si alguien localiza el ejemplar de esta guía de peregrinos.

Erik fue militar en el Congo. No quiere hablar de esa etapa. “Ya ni me acuerdo de aquello”.  Sus ojos, ya operados (estuvo medio ciego y le operaron con éxito en la Clínica Teknon de Barcelona. Por entonces su obra pictórica reflejaba sombras y sueños), expresan tristeza, alguien que ha visto muchos muertos. “Estuve allí en 1963-1964. Volví en 1966”. No añade más. Ni quiere.

“Este es un negocio de locos”

Es un bon vivant. “Siempre he vivido bien, pero depende de quién te acompañe en la vida”. ¿Y se vive bien como mercenario del arte? “Se vive divinamente. ¿Cómo vas a robar arte si no estás seguro de cobrar? Es un negocio de locos, ¡de locos!”. Risitas resucita.

La locura le ha reportado pingües beneficios: hace algunos años vendió un Picasso de la etapa azul valorado en 3.600 millones de pesetas. “Me quedé con el 0,75% de comisión. No está mal. Si pides más recurren directamente al comprador”. Abunda más: “Sin dinero no hay nada apasionante en la vida”.

Erik el Belga abandonó su profesión a los 40 años tras varias estancias en la cárcel y fugas (de una prisión belga), detenciones, extradiciones y vuelta a empezar. Fue entonces cuando se refugió en Málaga, pero sin retirarse. “La jubilación es un absurdo. Si vales algo, es ridículo. Lo peor del mundo es un viejo bandido retirado, eso es asqueroso. Un viejo marchante de arte, todavía peor”. Y sonríe.

Su pensión como militar belga (jamás ha querido la nacionalidad española) es de 46 euros al mes. “No sé si puedes publicarlo. Bueno, venga, a mí me da igual”, remarca. Apura la caña y pide tabaco al camarero. Ya llega a la terraza el encargado del bar con el chute de nicotina.  

Morirá sin desvelar los nombres de sus compinches de fechorías. “Me enterrarán con mi secreto”, reconoce. Y quiere vivir hasta los 104 años. Su epitafio rezará así: “No te enfades, nos veremos pronto”.