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Mari Paz Vega: la torera que morirá por la gloria de ser “maestro”
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Agustín Rivera

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Mari Paz Vega: la torera que morirá por la gloria de ser “maestro”

¿Morir en una plaza llena de gente de una feria importante o morir “muerta de asco” en su casa por una enfermedad? “Yo prefiero morir en

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¿Morir en una plaza llena de gente de una feria importante o morir “muerta de asco” en su casa por una enfermedad? “Yo prefiero morir en la plaza. Cualquier persona quiere morir con gloria”. Mari Paz Vega (Málaga, 1975) no es el alter ego de la actriz sevillana recriada en Los Ángeles. Vega lleva 14 años como matador de toros. Es la mejor torera de todos los tiempos. “Eso a mí ya no me llena: quiero triunfar en San Isidro o La Maestranza”.

Con un Aquarius como testigo, habla en una cafetería de Echeverría de El Palo de cómo se enfrenta cada día con la muerte; el epílogo fatal al que ella retará de nuevo el próximo sábado por la noche, cuando haga el paseíllo en la plaza de toros de La Malagueta. “Ningún torero va a la plaza con la idea de morir ese día”, aclara.

“Yo tengo más miedo y me pongo nerviosa cuando estoy en el hotel. Una vez que me visto es como una película, ya viene todo rodado. Cuando lo paso mal es en los tiempos muertos”. ¿Cómo se concentra un torero ante tanto jaleo? La orquesta tocando, los clarines, los gritos y olés –o silbidos– del público. “Parece mentira pero es como si te pusieras unas tapones en los oídos y todo eso lo escucho como murmullo, como una música de fondo, algo muy lejano; realmente estás metido en lo que estás haciendo”.

Huele el toro, lo siente, palpa la respiración, las pisadas… “Cuando golpea en el piso del albero, ves cómo viene trotando y observas esa mirada tan intensa que tiene el animal… Tienes que ser como un psicólogo, intentando adivinar la personalidad del toro desde que sale. Lo vas examinando de modo casi inconsciente: es determinante si sale muy rápido o lento, aunque te puedes equivocar porque no es un animal racional”.

Mari Paz Vega nació en una familia de vocación torera. Su madre era gran aficionada a Antonio Ordóñez. Su padre (Francisco Vega) quiso ser matador, pero se quedó en novillero. Tiene seis hermanos y tres son banderilleros. Su hermano Jorge es su mozo de espadas. El pequeño es el único que no se ha vinculado de modo directo con este mundo. Su primer recuerdo es de 1986, la alternativa de Joselito en La Malagueta.

Aprendió en la primera Escuela de Tauromaquia que montó la Diputación. Con 14 años decidió que quería ser una profesional. Toreando los primeros becerros se dio cuenta que aquello había dejado ser un juego. “A partir de ahí ves que las volteretas te hacen daño y que los novillos son más grandes. Eres ya mucho más consciente de lo que te traes entre manos”.

“Por ser mujer nadie apostaba por mí”

Una temporada después, con 15 años, se trasladó a Zaragoza capital por mediación del apoderado Lázaro Carmona, el único que en ese momento creyó en su talento. “Nadie apostaba por mí por el hecho de ser mujer. Toreé 21 novilladas sin picadores hasta que me ofrecieron una novillada televisada. Luego estuve cuatro años con picadores y allí fue donde más me cuajé”.

En 1997 tomó la alternativa de la mano de la entonces matadora Cristina Sánchez. La corrida la retransmitió Canal Plus. Sánchez sólo estuvo dos años como torera. “Cristina me dijo que tenía por delante una carrera muy difícil y complicada, pero que merecía el esfuerzo intentar el triunfo y que era una profesión muy bonita”.

El machismo es cada vez más acuciante. Denuncia que en los toros se incumple la Ley de Igualdad de Género de marzo 2007. “Si hubiera igualdad yo tendría que torear 80 corridas de toros por temporada en España. Y no tendría que estar en México y Venezuela buscándome la vida cinco meses al año. Está muy complicado abrirse camino; cuando más se sufre es cuando eres matador de toros y si eres torera que medio funciona te ponen mucho más la zancadilla”.

Rivera Ordóñez: “No quiero torear con mujeres”

A las empresas les cuesta poner en los carteles a mujeres. Muchos toreros se niegan a torear con matadoras. Es el caso de Rivera Ordóñez, ahora conocido por el apodo de su padre, Paquirri. Cuando le han preguntado a Javier Conde, él se calla. Rivera y Conde controlan el coso malagueño junto al empresario Fernando Puche. “Hace ocho años sí toreé con Conde, pero era otro tiempo”, recuerda Vega, que en una corrida como la del próximo sábado ganará 15.000 euros brutos (“limpios te quedan 2.000: el resto es para los gastos y pagar la cuadrilla. Sólo hay cuatro o cinco toreros que ganan una pasta”).

En México la vida cotidiana parece más machista, pero la fiesta taurina sí concede más oportunidades a esta mujer fibrosa de 1,67 centímetros. “Yo he toreado con las principales figuras mexicanas y no he tenido jamás ningún inconveniente”, relata la torera. Por ahora resulta improbable que Mari Paz Vega, que practica el parapente y ha hecho tres veces el Camino de Santiago, logre lidiar toros acompañada de maestros como Enrique Ponce, José Mari Manzanares, El Juli o José Tomás. “Torear con ellos sería una osadía por mi parte. Realmente no estoy en la condición de esas figuras”, admite sin titubeos.

“No podría cuidar a un bebé y no saber si voy a volver de la plaza” 

Para estar en forma la torera entrena cuatro o cinco horas diarias. Cuando está en Málaga corre los cinco kilómetros que distan entre El Palo, donde vive, y La Malagueta. En la plaza hace “dos o tres toros de salón”. Un chaval la embiste de modo ficticio. Efectúa la lidia completa con un toro imaginario y coloca palos de banderillas “para entrenar y volver fuerte”. Luego se vuelve también corriendo.

Con este tipo de vida resulta difícil contar con una pareja estable. “Tendría que ser una persona que esté en tu ámbito y que comparta contigo mucho tiempo. No creo que se pueda llevar una relación a larga distancia”. ¿Y los hijos? “No es lo mismo pensar en ti mismo, sabiendo que te juegas la vida a que otras personas dependan de ti. Me encantaría ser madre y crear una familia, pero eso me privaría de los toros, mi otra gran pasión. No podría cuidar a un bebé y no saber si voy a volver de la plaza”.

¿La vida después del toreo? ¿Piensa ya en la retirada? “Supongo que con 40 años ya no tendré tantas fuerzas. Y si a esa edad no has hecho nada grande ya supongo que no lo harás nunca. No me he planteado que haré luego. Vivo el presente, el mañana ya crea sus propios problemas”. Apura el Aquarius. A la torera le quedan cuatro años, un lustro como máximo, para darlo todo por la gloria.

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¿Morir en una plaza llena de gente de una feria importante o morir “muerta de asco” en su casa por una enfermedad? “Yo prefiero morir en la plaza. Cualquier persona quiere morir con gloria”. Mari Paz Vega (Málaga, 1975) no es el alter ego de la actriz sevillana recriada en Los Ángeles. Vega lleva 14 años como matador de toros. Es la mejor torera de todos los tiempos. “Eso a mí ya no me llena: quiero triunfar en San Isidro o La Maestranza”.