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El ‘caso Egunkaria’ deja en evidencia a la profesión periodística
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Carlos Fonseca

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Carlos Fonseca

El ‘caso Egunkaria’ deja en evidencia a la profesión periodística

La demoledora sentencia del caso Egunkaria, que ha concluido que el diario en euskera ni prestaba apoyo mediático a ETA ni era una fuente de financiación

La demoledora sentencia del caso Egunkaria, que ha concluido que el diario en euskera ni prestaba apoyo mediático a ETA ni era una fuente de financiación de la banda, obliga a reflexionar sobre el trabajo de los periodistas. Durante los siete años que ha durado la instrucción nos hemos limitado a trasladar a la opinión pública los autos del magistrado Del Olmo, dando como seguro lo que ahora se ha demostrado falso. Un auto judicial es un documento suficientemente solemne para sentirse cómodo a la hora de escribir. Más aún cuando se enjuicia a alguien de pertenencia a banda armada.

 

Cuando se escribe de ETA, ir más allá de la versión oficial es correr el riesgo de ser calificado de tibio con el terrorismo, y de que se te cierren muchas puertas. Esta profesión es tremendamente incómoda y difícil cuando se discurre fuera del carril. Ocurre en la prensa nacional, poco inclinada a cuestionar nada que tenga que ver con la lucha contraterrorista, y en los medios abertzales, para los que nadar contra corriente a toda costa es una señal de libertad frente al seguidismo de los demás. Ni una ni otra reconocen nunca un error.

Me dan miedo quienes no dudan, y el periodismo de trincheras escribe desde certezas. Se parapeta tras sus posiciones y desde ellas interpreta los hechos como si fuera una verdad revelada. No creo en la objetividad de esta profesión, pero sí en la necesaria e imprescindible honestidad de quienes la ejercemos. Nuestro trabajo consiste en contar lo que pasa y contextualizarlo para que el lector tenga elementos suficientes para formar su propia opinión. Un trabajo que es imprescindible hacer sin condicionantes ideológicos, ya sean personales o del medio. Me consta que no es fácil.

Tertulianos y periodistas de renombre alzaron su voz y su pluma para celebrar el desmantelamiento de un apéndice más de ETA cuando se cerró Egunkaria y se detuvo a sus dirigentes. Comentaristas de trazo grueso a los que ni escucharemos y leeremos ahora una rectificación. 

Estoy convencido de que existe una trama civil de la banda que durante años le ha dado cobertura desde la legalidad y se ha servido de las instituciones, y que hay que combatirla como se combate a ETA, a la que justifica y ampara. La Audiencia Nacional ha llegado a la conclusión de que Egunkaria no tenía nada que ver con ella. Así lo hemos escrito ahora, trasladando a la opinión pública los demoledores argumentos de la sentencia, que critica sin contemplaciones la investigación de la Guardia Civil y la instrucción del juez Del Olmo. Una vez más, nuestras crónicas han estado arropadas por una resolución judicial.

Los jueces se equivocan. Los periodistas, también. Es humano, e incluso justificable cuando se ha buscado la verdad con rigor. Trabajar con la libertad y el honor de los demás es una tarea comprometida que así lo exige. La acumulación de sumarios en los tribunales, en algunos de ellos con causas muy complejas, como es el caso de la Audiencia Nacional, no ayuda a que los jueces trabajen con el necesario sosiego. Lo mismo ocurre en las redacciones, donde la presión por la noticia diferenciada con el competidor, aunque sea a costa de intrincadas interpretaciones de un mismo hecho, lleva a cometer errores. Es así, pero no puede servir de excusa. El caso Egunkaria nos recuerda a los periodistas, una vez más, que debemos tener permanentemente presente que la realidad no es siempre como nos la presentan.

La demoledora sentencia del caso Egunkaria, que ha concluido que el diario en euskera ni prestaba apoyo mediático a ETA ni era una fuente de financiación de la banda, obliga a reflexionar sobre el trabajo de los periodistas. Durante los siete años que ha durado la instrucción nos hemos limitado a trasladar a la opinión pública los autos del magistrado Del Olmo, dando como seguro lo que ahora se ha demostrado falso. Un auto judicial es un documento suficientemente solemne para sentirse cómodo a la hora de escribir. Más aún cuando se enjuicia a alguien de pertenencia a banda armada.

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