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Vuelve el macho de bragueta
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Carlos Fonseca

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Carlos Fonseca

Vuelve el macho de bragueta

He dudado si dedicar esta columna a un sesudo análisis sobre la situación política vasca, la izquierda abertzale y el fin de ETA, pero he considerado

He dudado si dedicar esta columna a un sesudo análisis sobre la situación política vasca, la izquierda abertzale y el fin de ETA, pero he considerado que bastante les he dado la tabarra con este tema durante toda la semana, y les voy a regalar una digresión sobre animales. Hoy escribo del macho de bragueta, conocido también como cabrío o cabrón, una especie que creía en extinción, pero que he descubierto goza de buena salud.

 

Antes de entrar en materia quiero advertirles de que a partir del próximo párrafo el texto contiene testosterona y puede herir su sensibilidad. Tampoco es adecuado ni edificante para menores, que en este mismo instante deben interrumpir su lectura si la curiosidad les ha traído hasta aquí. Dicho queda.

Como les decía (intenten imaginar la voz engolada de Félix Rodríguez de la Fuente en cualquiera de sus documentales), vuelve el macho, fácilmente reconocible porque es de bragueta fácil, como buen depredador, siempre dispuesto a desenfundar ante la proximidad de una pieza. Algunos, incluso, son capaces de cobrarse hasta dos en un solo ataque.

El escritor y presentador de Telemadrid Fernando Sánchez Dragó es un espécimen de los que les hablo. Su proeza tuvo lugar hace ya tiempo (1967) en un lejano país (Japón), pero no hemos tenido constancia de ella hasta que el propio protagonista la ha puesto negro sobre blanco. Se folló a dos menores de 13 años durante un viaje a la capital del sol naciente. Unas lolitas de labios pintados, carmín, rímel, tacones, minifalda… unas zorritas, según sus palabras. La gesta había que contarla, porque lo que no se conoce no existe, y de cosas así merece la pena presumir. Lo ha hecho en un libro escrito al alimón con Albert Boadella, de quien sólo puedo decir aquello de ‘quién te ha visto y quién te ve, y sombra de lo que eras’, que es el título de un auto sacramental del poeta Miguel Hernández, pero que me viene al pelo.

Siendo el Reverte un académico, recurro al diccionario para no pillarme los dedos y descubro que la palabra mierda define también a las personas sin cualidades ni méritos. Realmente hay mucho mierda suelto.

Nuestro Sánchez Drago se ha retractado después de lo escrito y ha aclarado que en realidad las niñas no eran tales (las orientales engañan mucho con la edad, las muy putas), y que la cosa no pasó de un tonteo adolescente. Si escribió lo que escribió fue para hacer más literario el relato. Esperanza Aguirre, la Presidenta, lo ha confirmado; el relato es pura literatura, y su autor es equiparable a García Márquez, Henry Miller y Gil de Biedma, que también escribieron  de fornicios y no se montó tanta escandalera.

Está claro. Cada día es más difícil vender libros (se lo digo por experiencia), y Sánchez Dragó, que conoce a la perfección el sector editorial, ha aderezado su relato con los ingredientes del betseller: sexo, amor y dinero. Yo personalmente voy a salpimentar mi próxima novela con estos condimentos para enmascarar mi falta de talento.

Nuestro hombre no es el único macho de la fauna ibérica. Hay otra especie protegida, pero que muy protegida. Don (desconozco el tratamiento formal que hay que dar a un alcalde, pero ilustrísima me parece una pasada) Javier León de la Riva, alcalde de Valladolid, ha dicho que cada vez que ve la “carita” y los “morritos” de la ministra de Sanidad, Leire Pajín, piensa en lo mismo. No ha aclarado qué es lo que piensa, pero lo sabemos, y él sabe que lo sabemos o no habría pedido perdón por su “metedura de pata”, o de lo que sea. Quiero decir en su descargo que sus problemas de entrepierna tuvieron lugar cuando la aludida aún no había sido nombrada ministra, por si sirve de atenuante. “Me he pasado siete pueblos”, ha reconocido campechano el regidor, y aquí paz y después gloria, que un calentón lo tiene cualquiera.

Hay un tercer espécimen incatalogable que, a diferencia del macho ibérico, tiene la bragueta en la frente. Es un mierda, ha dicho del ministro de aspecto bonachón al que se le escaparon unas lágrimas cuando se enteró de que Rodríguez Zapatero le incluía en su ERE gubernamental. Me refiero a nuestro ex ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos. Lloró en su despedida y el académico y escritor Arturo Pérez Reverte ha dicho de él que no tuvo güevos (lo escribo así para diferenciarlos de los huevos de las gallinas) para marcharse y que su actitud fue la de  “un perfecto mierda”. Siendo el autor un académico, recurro al diccionario para no pillarme los dedos y descubro que la palabra mierda no define sólo un excremento, sino también a las personas sin cualidades ni méritos. Realmente hay mucho mierda suelto.

A ninguno de nuestros prohombres les ha ocurrido ni les va a ocurrir nada. Sánchez Dragó continúa con su programa en Telemadrid; don Javier León de la Riva sigue siendo el alcalde de Valladolid, y a Pérez Reverte es posible que la Academia le felicite por el uso preciso y medido que hace del lenguaje. Los tres han recurrido al comentario zafio como argumento, y aunque sean una especie protegida no estaría de más que levantaran la veda. Sería caza mayor, y aunque no tengo licencia, me lo voy a pensar.

PD: Va por ti Agustín

Hasta el próximo lunes

He dudado si dedicar esta columna a un sesudo análisis sobre la situación política vasca, la izquierda abertzale y el fin de ETA, pero he considerado que bastante les he dado la tabarra con este tema durante toda la semana, y les voy a regalar una digresión sobre animales. Hoy escribo del macho de bragueta, conocido también como cabrío o cabrón, una especie que creía en extinción, pero que he descubierto goza de buena salud.

Fernando Sánchez Dragó Arturo Pérez Reverte