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¿Apuesta sincera o estrategia electoral?
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Carlos Fonseca

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Carlos Fonseca

¿Apuesta sincera o estrategia electoral?

El lehendakari Patxi López propuso el pasado jueves el acercamiento de los presos de ETA (que pondría fin a la política de dispersión que PSOE y

El lehendakari Patxi López propuso el pasado jueves el acercamiento de los presos de ETA (que pondría fin a la política de dispersión que PSOE y PNV pactaron en 1989) y la legalización de Sortu, aunque sin citar sus siglas. Una propuesta valiente que sólo Jesús Eguiguren, presidente de los socialistas vascos, se había atrevido a proponer a costa de ser víctima de la descalificación de su partido.  

López ha roto el discurso oficial a menos de dos meses de las elecciones del 20N pese a que ni el Gobierno ni el partido se plantean poner en marcha una medida de tal calado, que le puede dar votos en Euskadi pero se los quita en el resto del país. Tampoco dispone de tiempo y, sólo si ganara los comicios, cosa bastante improbable, podría demostrar que su apuesta es sincera y  no una mera estrategia electoral.

José Antonio Pastor, portavoz del PSE, dijo ayer que Rubalcaba estaba al tanto de la iniciativa, aunque Elena Valenciano, responsable del equipo de campaña del candidato, se apresurara a tirar de las orejas al lehendakari el mismo día de su discurso recordándole que la política penitenciaria no es de su competencia. ¿Puro teatro? Con Rodolfo Ares, consejero de Interior del Gobierno vasco, en el equipo que redactó el discurso es poco probable que Rubalcaba no estuviese al tanto de todo.

El candidato socialista calificó la propuesta de “importante”, sin ir más allá, y José Blanco se sumó ayer al coro de la unanimidad afirmando que el Gobierno tendrá en cuenta la propuesta del lehendakari. La previsible derrota electoral del PSOE deja sin valor sus palabras porque las decisiones, si se cumplen los pronósticos, le corresponderán a Mariano Rajoy y no a Rubalcaba.

Tampoco parece probable que el candidato socialista introduzca el acercamiento de presos en su discurso electoral. Bastante tiene con desentenderse de la política de recortes sociales del Gobierno de Zapatero, del que ha sido miembro destacado, y elaborar un discurso propio como para meterse en semejante charco.

Pactada o no con Rubalcaba, la propuesta de acercar a los presos de ETA al País Vasco es un gesto importante, y así lo ha valorado la izquierda abertzale. Si se trata sólo de una añagaza para arañar votos, Patxi López habrá dilapidado su crédito político en Euskadi. La sociedad vasca no le perdonaría que hubiese jugado con un anhelo de todos, que hubiese jugado con la paz aprovechando que los presos de la banda se han sumado al Acuerdo de Gernika.

El lehendakari ha ganado perfil político durante los últimos meses. No lo tenía ni en el País Vasco, donde la oposición le dibuja como un hombre gris, de aparato y a las órdenes de Madrid; ni en el panorama político nacional, donde Zapatero le ha ninguneado durante toda la legislatura con pactos con el PNV para salvar la estabilidad de su Gobierno. El traspaso de las 32 competencias pendientes del Estatuto de Gernika acordado con los nacionalistas, o el obligado apoyo del PSE a los presupuestos de Ibarretxe en su etapa como lehendakari a cambio del voto del PNV a las cuentas del Estado son dos ejemplos.

El pasado mayo reclamó un Congreso Extraordinario para elegir al candidato del partido a la Presidencia del Gobierno para poner fin a la batalla entre Rubalcaba y Carme Chachón, y ahora se pone al frente de la política de pacificación con un mensaje nítido que contrasta con los habituales discursos vacuos cuando se aborda este problema.

Si ETA cierra definitivamente la persiana, esté quien esté en La Moncloa tendrá que gestionar una decisión histórica que pondría fin a cincuenta años de terrorismo. Ante un escenario semejante, ni PSOE ni PP podrían mirar hacia otro lado como si no pasara nada. Ha llegado el momento de abrir puertas, no de cerrarlas.

Hasta el próximo sábado.

El lehendakari Patxi López propuso el pasado jueves el acercamiento de los presos de ETA (que pondría fin a la política de dispersión que PSOE y PNV pactaron en 1989) y la legalización de Sortu, aunque sin citar sus siglas. Una propuesta valiente que sólo Jesús Eguiguren, presidente de los socialistas vascos, se había atrevido a proponer a costa de ser víctima de la descalificación de su partido.