Tanta gente no puede estar equivocada

La conflictividad social contra los recortes del Gobierno va en aumento, y no hay día sin manifestación o protesta en la calle. El malestar afecta a todos los sectores sin excepción: maestros y profesores universitarios, estudiantes, médicos, enfermeras y pacientes, farmacéuticos, jueces, fiscales, abogados, bomberos, periodistas, policías y plataformas que luchan contra los desahucios o los excesos de la banca. Impasible el ademán, el presidente Rajoy y todos sus ministros se han enrocado contra una realidad tozuda que se empeñan en ignorar. La soberbia de quien se cree en posesión de la verdad y desprecia las razones del otro.

Este Gobierno actúa como si la mayoría absoluta que le dieron los ciudadanos hace ahora un año supusiera el respaldo de todos sus votantes a todas y cada una de sus decisiones, y es mentira.  La movilización ciudadana que vivimos no tiene color político ni va dirigido contra este Gobierno porque sea del PP; no es una operación de rojos para tomar el Palacio de Invierno. Es tan simple como que la gente está harta de una política económica obsesionada con la reducción del déficit, que no repara en sus consecuencias. Da igual que que millones de personas se queden por el camino.

Tras cada Consejo de Ministros, en sus comparecencias en organismos internacionales o con declaraciones de pasillo, el Gobierno vende humo. Mes a mes, semestre a semestre, la realidad desmiente sus previsiones, pero aún así sigue anunciando una recuperación que no llega, probablemente confiados en que no hay mal que cien años dure. ‘Se atisba una mejoría’; ‘hay datos que permiten ver el final del túnel’; ‘en el segundo semestre de este año las medidas adoptadas comenzarán a dar resultado’, y si no en el primero del que viene o un año después, son frases huecas que buscan calmar la revuelta ciudadana.

Irrita escuchar decir a los ministros que cada recorte no merma, sino que mejora la calidad de los servicios públicos. Que con menos profesores y aulas con más alumnos la educación va a ser mejor; que duplicar las tasas universitarias beneficiará la calidad de la enseñanza y garantiza la igualdad de oportunidades; que a menos médicos y enfermeras la atención sanitaria alcanzará la excelencia; que una sanidad privatizada es más eficiente que la pública, o que subir las tasas judiciales redunda en beneficio de la justicia gratuita; todo contra el simple sentido común. Con menos no se puede hacer más ni mejor, por mucho que digan que todo se resuelve “racionalizando”, el gerundio de moda. Las mentiras de Rajoy y su Gobierno sólo convencen a quienes no tienen nada que perder y sí mucho que ganar con la crisis, y a los incondicionales que se tirarían de un puente si el presidente se lo pidiera.

Mientan lo que mientan, la indignación ciudadana es imposible de contener; ha sobrepasado a sindicatos y partidos políticos, incapaces de canalizar el descontento, y ha movilizado a una ciudadanía demasiadas veces indiferente que ha descubierto que la unión hace la fuerza, y recuperado con ello una de las palabras más hermosas: solidaridad. Es imposible que tanta  gente esté equivocada.

Hasta el próximo fin de semana.