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La mercantilización de la enseñanza
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Carlos Fonseca

Tirando a Dar

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Carlos Fonseca

La mercantilización de la enseñanza

Les voy a contar una historia. Fernando Robles es profesor de Literatura en una Escuela de Magisterio. El recorte en los presupuestos de Educación le ha

Les voy a contar una historia. Fernando Robles es profesor de Literatura en una Escuela de Magisterio. El recorte en los presupuestos de Educación le ha condenado a una jubilación forzosa que ni desea, ni le corresponde por edad o años de trabajo. Está amortizado y sobra. El último día de clase se dirige a sus alumnos, que en breve se convertirán en lo que él ha sido hasta ese momento, y les dice lo siguiente:

“Cuando termine el año casi todos serán profesores. De literatura no saben demasiado, pero es suficiente para empezar a enseñar. Eso no es lo que me preocupa. Me preocupa que tengan siempre presente que enseñar quiere decir mostrar. Mostrar no es adoctrinar, es dar información pero dando también, enseñando también, el método para entender, analizar, razonar y cuestionar esa información. Si alguno de ustedes es un deficiente mental y cree en verdades reveladas, dogmas religiosos o doctrinas políticas, sería saludable que se dedicara a otra profesión, a predicar en un templo o desde una tribuna. Si por desgracia siguen en esto, traten de dejar las supersticiones en el pasillo antes de entrar en el aula. No obliguen a sus alumnos a estudiar de memoria, no sirve. Lo que se impone por la fuerza se rechaza y en poco tiempo se borra. Ningún chico será mejor persona por saber de memoria en qué año nació Cervantes. Pónganse como meta hacerlos pensar, que duden, que se hagan preguntas. No los valoren por las respuestas, las respuestas no son la verdad, buscan una verdad que siempre será relativa. Despierten en sus alumnos el dolor de la lucidez. Sin límites. Sin piedad”.

La educación no puede limitarse a mirar exclusivamente al mercado de trabajo, ni atender sólo a los requerimientos de las empresas; antes tiene que formar personas

La reflexión que acaban de leer no es mía, pero la suscribo íntegramente y la defiendo como modelo de lo que ha de ser la educación, en general, y la pública en particular; y la adopto como reivindicación del papel que deben jugar los profesores. Su autor es Adolfo Aristarain, guionista y director de la película “Lugares Comunes”, que les recomiendo encarecidamente, y el protagonista en la pantalla Federico Luppi. Se rodó en 2002 y discurre en Argentina, pero refleja a la perfección lo que está ocurriendo en nuestro país con la educación, y lo que necesitamos que sea.

El ministro José Ignacio Wert ha elaborado una reforma de la ley de Educación (todavía es un borrador) sin diálogo ni consenso con la comunidad educativo, la que más tiene que decir. Miles de profesores han sido despedidos, se han aumentado las horas lectivas para los que no han perdido el trabajo, se ha reducido las clases de apoyo e incrementado el número de alumnos por clase y se han duplicado las tasas universitarias. Las consecuencias inmediatas son el deterioro de la calidad de la enseñanza y la discriminación en el acceso a la misma de los ciudadanos con menos recursos económicos.

Las limitaciones materiales son importantes, pero más aún el sesgo ideológico de la reforma, que considera la educación como un medio para crear personas empleables y con capacidad de competir en el mercado de trabajo. Al Gobierno no le interesa el conocimiento como herramienta imprescindible para formar ciudadanos libres dispuestos a poner su saber al servicio de la comunidad. Un ejemplo es la desaparición de la enseñanza de la Cultura Clásica en la ESO, hasta ahora una asignatura optativa que los centros estaban obligados a ofrecer; y el griego ha dejado de ser una materia obligatoria en el Bachillerato de Humanidades. Al ministro Wert le debe parecer que volver a los clásicos es un anacronismo en el actual mercado de trabajo, y a cambio aumenta la carga horaria de religión.

La crisis económica ha traído una crisis de valores. Los resultados se anteponen a cualquier otra consideración. Si algo sirve a la comunidad pero no es rentable se privatiza, como está ocurriendo con la Sanidad y la Educación, que de ser un servicio público, gratuito y universal han pasado a ser un negocio. La rentabilidad está por encima de la calidad y la excelencia; justo a lo que debe aspirar lo público.

La educación no puede limitarse a mirar exclusivamente al mercado de trabajo, ni atender sólo a los requerimientos de las empresas; antes tiene que formar personas. No se trata de caminar de espaldas de la realidad, pero ¿qué hacemos si la realidad no nos gusta? Hay que intentar cambiarla, y para eso hace falta el conocimiento que haga posible una nueva concepción de las personas y del mundo frente a la mentalidad rígida y dogmática que el poder intenta imponer a los ciudadanos.

Vuelvo al principio. El profesor Fernando Torres, que tiene sobre la mesa un ejemplar de "Rayuela", les dice a sus alumnos: “Espero que sientan el mismo placer que sentí yo al leerla. Si no les mueve un pelo, los que se joden son ustedes”. Involúcrense y tomen partido. No dejen que les jodan.

Hasta el próximo fin de semana.

Les voy a contar una historia. Fernando Robles es profesor de Literatura en una Escuela de Magisterio. El recorte en los presupuestos de Educación le ha condenado a una jubilación forzosa que ni desea, ni le corresponde por edad o años de trabajo. Está amortizado y sobra. El último día de clase se dirige a sus alumnos, que en breve se convertirán en lo que él ha sido hasta ese momento, y les dice lo siguiente: