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Un Silicon Valley para el 'ladrillo verde'
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Carlos Camino

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Carlos Camino

Un Silicon Valley para el 'ladrillo verde'

Tras el derrumbamiento del mercado de la vivienda, muchos se preguntan si el ladrillo tendrá un mañana. En la región de Alto Adigio (en la frontera

Tras el derrumbamiento del mercado de la vivienda, muchos se preguntan si el ladrillo tendrá un mañana. En la región de Alto Adigio (en la frontera italo-austriaca) no se plantean esta cuestión: allí ya se trabaja en los edificios del futuro. En este entorno montañoso se ha concentrado tal  cantidad de empresas dedicadas a viviendas ecológicas que la zona ya empieza a ser conocida como el Silicon Valley de la casa verde.

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Unas viviendas no solamente caracterizadas por su autoabastecimiento energético, e incluso por su potencial capacidad de vender energía a la red eléctrica, sino por alcanzar, poco a poco, unos precios cada vez más que asequibles. Una casa verde puede llegar a rondar los 100.000 euros y presenta unos plazos de construcción que no se alargan en el tiempo.

Que este foco de nueva construcción se concentre en Alto Adigio no es ninguna casualidad. Davide Reina, profesor de la prestigiosa Universidad Comercial Luigi Bocconi, y coautor del libro GreenWebEconomics, considera dos razones principales: una climática y otra cultural. “La zona del Alto Adigio pone a prueba la comodidad de estas casas por sus temperaturas extremas (de 30 grados en verano a -10 en invierno). Por otro lado, en el plano cultural, en esta región existe una gran tradición arquitectónica. Los arquitectos son muchos y buenos”, explica este profesor a El Confidencial.

Pero detrás de la casa verde no sólo se esconde el perfil de la persona concienciada con el medio ambiente, sino de aquellos interesados en ahorrar. “Cuando oyes en las noticias que la factura de la luz ha subido un 5% tienes dos opciones, o lo sufres o te instalas un molino eólico -explica Reina-. La casa se convierte en un sistema para producir mi energía. Las personas se sienten independientes de esta manera”.

Una casa por 100.000 euros

Uno de los ejemplos citados cuando se habla de casas verdes es el modelo ideado por el arquitecto Mario Cucinella: la casa de 100.000 euros. Una vivienda de bajo coste, pero no solo para el bolsillo, sino también para el medio ambiente: 0 kilogramos de CO2 anuales frente a los 6.200 de una casa gris.

Esta casa se centra también en cuestiones de diseño, ya que gracias a estar formada por módulos ensamblables hechos con material reciclado, puede construirse a modo de rompecabezas. Aunque al hablar de estos módulos venga a la mente la palabra barracón, sólo hay que echarle un vistazo a los diseños para ver que se trata de todo lo contrario. Un modelo que confirma las palabras del profesor Reina: “La casa verde no es una casa elitista para unas pocas personas”.

Desde su página web hablan de “construir con una lógica económica, gracias a una prefabricación ligera y flexible”. El bajo precio “está ligado a la optimización del coste de la construcción”. El sistema prefabricado ofrece para este arquitecto tres ventajas: la reducción de costes, la rapidez de la ejecución y la reducción de riesgos laborales.

En 10 o 15 años, habrá muchos problemas para que la gente pueda adquirir una casa, por lo que se deben construir casas que se puedan comprar”, explica el profesor Reina al hablar de esta edificación.

Más allá de esta idea, otra empresa llamada Wolfhaus, siempre en este particular Silicon Valley, tiene pensado ahorrar costes trabajando sobre terrenos que pertenezcan al interesado en comprar una casa, evitando de esta manera la especulación sobre el terreno. El problema con el que se encuentra esta empresa es que la venta de terrenos desde el ayuntamiento a personas individuales es una excepción solamente practicada en un puñado de municipios italianos.

“Ponemos verde, decimos que es ecológico y listo”

“Una de las tendencias actuales es el green washing. Ponemos un poco de verde en la fachada, decimos que es ecológica y listo”. Así hacen ver desde CasaClima a El Confidencial la necesidad de la existencia de un juez que determine cuáles son los puntos necesarios por los que una casa puede considerarse verde o gris. Este organismo es una agencia regional que se dedica a la certificación de las nuevas viviendas verdes.

El sello de Casa Clima es también oriundo de Alto Adigio, pero ya ha empezado a poner picas en diversos Flandes, con una expansión que toma como epicentro esta región y se dirige hacia el sur. Los primeros fueron Florencia y Udine, a las que se han sumado ahora Turín y Veneto. Pero el crecimiento no se queda sólo ahí: Eslovenia, Serbia, Alemania, Brasil e incluso Ourense cuentan con la participación de CasaClima y de sus certificaciones. “Nuestra misión es operar en red”, explican a este diario.

Por el momento, 3.200 proyectos han recibido el visto bueno, mientras que 650 se encuentran en fase de certificación. Además, desde 2002, cerca de 21.000 personas han seguido un curso de formación organizado por esta agencia. El resultado no podría ser mejor: el 99% de las personas que viven en una casa certificada se encuentran felices con ellas y se la recomendarían a sus amigos.

La brecha norte-sur

El único pero en su país de origen se encuentra en la brecha norte-sur. En la zona meriodional de Italia, CasaClima pierde influencia con relación al industrializado norte, aunque nos aclaren que ya están consiguiendo proyectos en algunas zonas. Una de las razones es la diversidad climatológica, ya que las casas altoadesinas se han centrado en el panorama extremo de esa región, pero poco a poco van a tener que ocuparse también del insoportable calor del sur de Italia. “Hemos infravalorado al verano”, nos confiesan.

CasaClima ve un gran problema en las viviendas que actualmente se conservan por su alta ineficiencia energética: “Tenemos el gran problema de las viviendas construidas en Europa en los años 50, 60 y 70. Suponen un alto consumo de energía y deberían ser transformadas en 10 años”. Pero esas reformas suponen un gran desafío para confirmar la validez del proyecto, para lo que reclaman ayuda estatal.

“Debemos invertir en informar, con ayuda del ente público, para poder crear una conciencia sobre este problema. Ahora tendríamos que dedicarnos a reformar casas ya existentes, y al ser algo privado resulta también más delicado y, además, tiene que estar justificado”, agregan.

Un paso por el Estado

Todos los protagonistas de este Silicon Valley verde reclaman una mayor presencia estatal para llegar a cumplir con todos estos objetivos. Desde CasaClima, agencia pública, lo tienen claro: “Es necesaria una presencia mayor del Estado que debe adoptar una normativa a la altura para los problemas actuales, es decir, a lo ecológico y a lo económico”.

“La planificación urbanística debe ser adaptada a un sistema de normas que favorezcan este tipo de construcciones. Es una cuestión de voluntad”, opina por su parte Reina. Este profesor recuerda que para que, por ejemplo, sea posible la instalación de las viviendas de 100.000 euros, es necesario que sea el Estado el que venda las parcelas donde se instalen estas casas. Asimismo, la certificación debería ser hecha por un ente estatal para garantizar la independencia, asegura el profesor.

El futuro es hoy, Alto Adigio y la extensión de sus casas verdes en el paisaje deja un claro mensaje para las constructoras, según los entrevistados. “Esta es una revolución, quien se adapte, podrá sobrevivir. Quien no lo haga se verá eliminado”, explica Reina. Y es que el futuro baja de las montañas con la velocidad y la fuerza de una avalancha.

Tras el derrumbamiento del mercado de la vivienda, muchos se preguntan si el ladrillo tendrá un mañana. En la región de Alto Adigio (en la frontera italo-austriaca) no se plantean esta cuestión: allí ya se trabaja en los edificios del futuro. En este entorno montañoso se ha concentrado tal  cantidad de empresas dedicadas a viviendas ecológicas que la zona ya empieza a ser conocida como el Silicon Valley de la casa verde.

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