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Bossi, el patricio del Norte que controla a Berlusconi
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Carlos Camino

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Carlos Camino

Bossi, el patricio del Norte que controla a Berlusconi

Silvio Berlusconi, el hombre más poderoso de Italia, ya no se hace respetar ni en su propio Gobierno. La semana de il Cavaliere empezó con amargura

Silvio Berlusconi, el hombre más poderoso de Italia, ya no se hace respetar ni en su propio Gobierno. La semana de il Cavaliere empezó con amargura entre el eco de las risas de Merkel y Sarkozy y acabó con la certeza de que quien decide las cosas no es él, sino Umberto Bossi. El líder de la Liga Norte lo dejó claro tras conocer el visto bueno de la Unión Europea: “Yo tengo el cuchillo por el mango. El día en que yo no dé más votos a Berlusconi vamos a las elecciones”.

Bossi ha tenido a Italia y a Europa pendiente dos días de sus idas y venidas. El líder de la Liga Norte tenía claro una cosa, las pensiones no se podían tocar y ni Bruselas, ni su odiada Roma podrían hacerle cambiar de parecer. El actual ministro de las Reformas  para el Federalismo se mantuvo firme y logró conseguir que las pensiones por antigüedad, en referencia a los años trabajados, se mantuviesen. Un jugoso premio, pues el 65% de este tipo de jubilación va al Norte.

“Si cae el Gobierno, no me salvo yo, pero tampoco tú”, le habría espetado Berlusconi a su socio durante las tensas reuniones en las que se decidió el retraso en la edad de jubilación. Durante estos encuentros Bossi sacó a relucir su testarudez crónica para evitar que los italianos se jubilasen a los 67 años. El líder de la Liga dio lo mejor de sí ante los medios, declarando sin ningún rubor que el Gobierno pendía de un hilo, y que si acataba las propuestas de Berlusconi sus correligionarios “le matarían”. No contento, cuando por fin se alcanzó un pacto, Bossi siguió advirtiendo: “No soy optimista sobre el futuro de este Gobierno”.

Más allá de haber arañado este caramelo para sus votantes, la prensa italiana ha especulado estos días con otro pacto que habría salido de esas reuniones de urgencia. Aunque ambas partes lo nieguen, Bossi y Berlusconi  habrían acordado poner punto final a este Ejecutivo, llevando al país a las urnas en primavera. El líder de la Liga Norte, de 70 años, mantiene intactas las facultades que le hicieron famoso pese a haber sufrido un ictus en 2004.

Aliado y verdugo

El Senatùr  - llamado así por haber sido el primer representante de su formación en alcanzar la cámara alta – lleva tiempo deshojando la margarita del poder. Bossi es consciente de su fuerza - ya logró hacer caer a Berlusconi en 1994 –y por ello desde hace unos meses viene haciendo patente su malestar, declarando abiertamente o bien que “Italia se va a pique” o que es “complicado llegar a 2013”, en referencia a la fecha de caducidad de la legislatura.

Bossi es especialmente conocido en Italia por su claridad al hablar y por su rapidez a la hora de soltar exabruptos. Los ejemplos van desde el legendario “los de la Liga la tenemos dura”, pasando por el clásico “Roma, ladrona”, para llegar a referirse al himno de Italia con el dedo corazón elevado. El Senatùr se ha apoyado durante años en estos encendidos discursos y en el populismo para luchar por la secesión del norte del país, o como la Liga lo llama, Padania.

La Liga Norte nació en los años 80 con este fin y para ello no ha ahorrado medios. Entre ellos, culpar a todos los italianos que vivan al sur de la Toscana de retrasar el desarrollo del Norte o intentar frenar la llegada de trabajadores extranjeros a toda costa: "Hay que acabar con los inmigrantes cañoneando las pateras", señalaba Bossi en 2003.

La estabilidad en su liderazgo y sus buenos resultados a nivel regional y nacional, han llevado a Silvio Berlusconi a considerar a la Liga como una inevitable compañera de cama para completar la mayoría en sus Gobiernos. Todo pese al riesgo que supone tener que pelear con Bossi.

Bossi no tiene delfín, sino trucha

Durante la tangana que tuvo lugar en el Parlamento italiano después de que la Unión Europea diese el visto bueno al paquete de medidas anticrisis del Gobierno, Bossi también tuvo algo que decir. El líder de la Liga Norte mandó a “aquel país” al presidente de la Cámara Baja, Gianfranco Fini, que el día anterior, en la televisión, acusó a la mujer de éste de haberse jubilado con 39 años. “Cada uno se jubila, lo hace con las normas vigentes en ese momento”, se defendió el ministro.

Bossi está casado en segundas nupcias con Manuela Marrone, una de las cofundadoras de la Liga Norte que curiosamente tiene orígenes sicilianos. Antes de este matrimonio, Bossi estuvo casado con Gigliola Guidali, que lo dejó después de descubrir que su marido fingía ser médico pese a que todavía a día de hoy le faltan seis exámenes por pasar.  En su primer matrimonio, el Senatùr tuvo un hijo, mientras que del segundo han nacido tres, entre los que se cuenta Renzo, posible heredero político.

Renzo Bossi (1988) no cuenta con el título de delfín oficial porque así lo quiso su padre. En 2008, en un mitin, preguntado si su vástago iba a ser su sucesor, Bossi, sin quererlo, lo bautizó: “Renzo todavía no es un delfín. Es sólo una trucha”. De esta manera, al posible heredero de Bossi se le sigue llamando despectivamente il Trota (el Trucha), pese a que poco a poco va trepando en el poder, alcanzando el cargo de consejero regional en Lombardia, uno de los pulmones del movimiento secesionista.

De esta manera, Renzo está llamado a encabezar el flanco continuista de una Liga Norte que se identifica todavía con Umberto. Sin embargo, tanto su liderazgo como el de su hijo, han sido contestados en los últimos tiempos, con abucheos en algunos mítines y el nacimiento de un grupo de afines al ministro del Interior, Roberto Maroni. Y es que la Liga teme desde hace tiempo que su alianza con Berlusconi le pase factura. Antes de las pensiones ya ha tenido que ceder a caballos de batalla como el federalismo fiscal o a su proyecto de llevar los ministerios al Norte, que fue echado atrás por los tribunales italianos. Y es que resulta difícil de conciliar un partido que busca la independencia sentándose a gobernar una nación que, según ellos, no existe. Bossi ha atacado sin piedad a los símbolos de un Estado del que es ministro, como la vez que aseguró que había encargado un camión de papel higiénico con los colores de la bandera de Italia.

Pese a todos estos problemas, los sondeos dan a la Liga Norte todavía un 9% de sufragios en unas hipotéticas elecciones. Una cifra considerable, pero que se ha visto disminuida desde el gran pico del partido conseguido en las elecciones regionales de 2010, cuando arañó hasta un 12%.

Mientras supera las crisis como puede, Berlusconi aguarda una caída que a los ojos del país parece inevitable. Casi igual de inevitable que esa caída dependa del humor con el que se haya levantado el Senatùr Umberto Bossi.

Silvio Berlusconi, el hombre más poderoso de Italia, ya no se hace respetar ni en su propio Gobierno. La semana de il Cavaliere empezó con amargura entre el eco de las risas de Merkel y Sarkozy y acabó con la certeza de que quien decide las cosas no es él, sino Umberto Bossi. El líder de la Liga Norte lo dejó claro tras conocer el visto bueno de la Unión Europea: “Yo tengo el cuchillo por el mango. El día en que yo no dé más votos a Berlusconi vamos a las elecciones”.

Silvio Berlusconi