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Éranse una vez los 'Steve Jobs' italianos
“Nació sin que nadie se lo esperase. Ni siquiera nosotros, los creadores”. Y sin embargo, revolucionó el mundo. El primer ordenador personal del mundo nació hace
“Nació sin que nadie se lo esperase. Ni siquiera nosotros, los creadores”. Y sin embargo, revolucionó el mundo. El primer ordenador personal del mundo nació hace poco más de 45 años, bastante lejos del famoso garaje de Steve Jobs y con una fama mucho menor. El 'Programma 101' surgió de la mano de la firma italiana Olivetti, que abrió el paso a un instrumento que habría de poner fin a su producto más famoso: la máquina de escribir.
Lejos del sol de California amanece blanca y helada Ivrea, un pequeño pueblo de apenas 20.000 habitantes a pocos kilómetros de la industrial Turín. Ayer fue la cuna de la Olivetti, hoy es sede del Archivo Histórico de la marca y de la Fundación Natale Capellaro, que alberga una pequeña colección de recuperadas 'Programma 101' y donde se intenta restaurar otras de la mano, entre otros, de uno de los creadores del sueño, Gastone Garziera.
El nacimiento del 'Programma 101' fue debido a “un punto de condensación entre personas, cultura y empresa”, explica a El Confidencial Garziera, cuyo primer trabajo en Olivetti, recién salido del instituto técnico, fue formar parte del equipo que dio a luz el conocido como primer ordenador personal de la historia. Rememorando su juventud, en cierto modo, Garziera guarda el “Stay hungry, stay foolish”, aunque desde la modestia y sin excentricidades. El ordenador nace de una idea de Roberto Olivetti que pidió al ingeniero Pier Giorgio Perotto que se hiciese un estudio para ver cómo resultaría una mezcla entre los grandes ordenadores que ya fabricaba la empresa italiana y las pequeñas calculadoras mecánicas. Perotto se puso manos a la obra a dirigir un equipo en el que se encontraban Garziera y también Giovanni de Sandre, cuyo reto consistía en reducir un monstruo que ocupaba varias habitaciones al tamaño de una máquina de escribir.
El trabajo se desarrolló durante un par de años, mientras el grupo se aprovechaba de avances que se iba encontrando por el camino. “Nos llegamos a encontrar con una pequeña impresora que estaba guardada en un armario porque no tenía ningún uso. Sin embargo, era perfecta para nuestro proyecto”, explica Garziera que cuenta cómo poco a poco se fueron agregando funciones impensables hasta el momento, como el uso de dispositivos magnéticos para registrar los programas: los padres de los futuros discos.
Parecía que el ordenador estaba condenado al olvido. Y es que los ingenieros sufrieron los efectos también de una grave crisis en la marca italiana, que se vio obligada a desprenderse, en beneficio de la General Electric, de casi toda su filial electrónica. La única parte que permaneció en la Olivetti fue aquélla destinada al desarrollo del 101. Durante las negociaciones, “el ingeniero Perotto se mostró como poco maleable, un poco incómodo, para que la General Electric no comprase esta parte porque seguramente esta empresa no hubiese seguido con el proyecto”.
“Si fuese importante, alguien ya lo habría inventado”
Pese a que la nueva dirección se volcó con la parte mecánica, se vio prácticamente obligada a presentar en sociedad el 'Programma 101', eso sí, convencidos de que no tendría ningún éxito. Desde las nuevas altas esferas de la Olivetti se aseguraba que “si fuese algo importante, alguien ya lo habría inventado”. El escenario para dar a conocer a la Perottina, como también se la llamaba en honor al ingeniero, fue una feria celebrada en 1965 en Estados Unidos, donde rápidamente se convirtió en la estrella. El 101 logró vender cerca de 44.000 unidades en Estados Unidos a un precio de 3.000 dólares de la época. Una ganga si se tiene en cuenta que el ordenador más barato del momento costaba unos 100.000. No sólo eso, el dispositivo magnético de tarjetas fue tal éxito, que gigantes americanos como HP tuvieron que pagar cantidades astronómicas por usar la patente.
A raíz de este éxito, Olivetti se vio obligada a repartir de nuevo sobre este tipo de trabajos y a recuperar el espíritu originario del entonces ya desaparecido Adriano Olivetti, padre del éxito de la marca y un pionero a nivel social y empresarial.
El empresario 'rojo'
Adriano Olivetti “invirtió en electrónica aún sabiendo que tendría que haber esperado 10 años en ver beneficios de algún tipo. Su mentalidad no era del beneficio como objetivo, sino del beneficio como medio”. Así se expresa Garziera sobre la figura de este empresario de éxito que llegó a ser despreciado por la propia patronal italiana, a la que nunca llegó a pertenecer. El italiano fue pionero en la implantación de bajas maternales, guarderías para los hijos de los empleados, bibliotecas y toda clase de beneficios a sus trabajadores de cara a mejorar el rendimiento de la producción. Un visionario en definitiva, que antes de morir había creado el caldo de cultivo para el desarrollo de productos como el 'Programma 101'.
“Nuestro ambiente de proyecto era enriquecedor. Hablábamos con los colegas, uno que había leído una revista, otro que había intentado hacer un programa...” y así, poco a poco, se fue gestando el primer ordenador de la historia. “Gracias al ambiente, estaba incentivado, si tenía una idea la podía decir sin miedo. No daba nada por descontado”.
Pese a que su hijo intentó proseguir con este legado, Olivetti se vio metida en una grave crisis por la que tuvo que ser ayudada por un consorcio de grandes empresas italianas. La llegada de otra dirección, que exigía volcarse sobre las máquinas de escribir y las máquinas calculadoras, acabó con la filosofía utópica de Adriano.
La llegada del 101 fue un salvavidas que permitió que la empresa se incorporase al mercado electrónico, llegando a tener una presencia fuerte durante los años 70 y 80 e incluso colocando una pica en Cupertino (Estados Unidos). Sin embargo, la fragmentación de la Olivetti en filiales cerradas y no en una única empresa, tal y como la concebía Adriano, acabó generando unos reinos de Taifas donde las sinergias brillaban por su ausencia.
La Olivetti de los últimos tiempos llegó incluso a intentar converger hacia el sector servicios, con el lanzamiento incluso de Omnitel, primera compañía italiana de telefonía móvil, a principios de los 90. Sin embargo, su decadencia era inevitable y en medio de una furibunda crisis la marca entró en un coma profundo dejando incluso de lado la fabricación de ordenadores. Desde 2005, Telecom Italia, dueña de la marca, intenta resucitarla, incluso con el lanzamiento de su propio tablet, aunque lejos de aquel sueño del Programma 101.
A la vista de la entrañable y laboriosa figura de los personajes de esta historia, sólo cabe preguntarse si en lugar de ser calificados como los Steve Jobs italianos, ¿no sería mejor que Jobs tuviese el apodo del Perotto americano?