Es noticia
No es bueno engañar: Mayor Oreja se reunió con ETA por el mismo motivo que Zapatero quiere hacerlo ahora
  1. España
  2. Tribuna
Tribunas EC3

Tribuna

Por

No es bueno engañar: Mayor Oreja se reunió con ETA por el mismo motivo que Zapatero quiere hacerlo ahora

Es malo engañar, pero mucho peor es engañarse. Hay que vivir con la realidad y con la verdad y asumir las limitaciones de cada uno. Si

Es malo engañar, pero mucho peor es engañarse. Hay que vivir con la realidad y con la verdad y asumir las limitaciones de cada uno. Si te subes en marcha a los carros de otros, te apropias de sus ideas y te las apuntas como propias, más tarde o más temprano se demostrará que te has vestido con plumas ajenas y serás desplumado. Dicen que el engañarse es una enfermedad, que hay gente que engaña de forma inconsciente, sin saber que está engañando. No sé de enfermedades psíquicas, pero no es a estos enfermos a los que me quiero referir, sino a los que mienten y se engañan a sí mismos, mirándose en el espejo cada mañana, sabiendo la verdad y olvidándose de lo que postulaban y decían ellos mismos, sobre las mismas cosas, no mucho tiempo atrás.

El terrorismo es una lacra que la sociedad civil quiere erradicar. Pero ¿cómo pretende la clase política desterrar el terrorismo? No seré yo quien dude y dé pábulo a los comentarios que dicen que los políticos, con tal de gobernar y mandar, son capaces de vender su alma al diablo y pactar con quien sea para obtener cuotas de poder. Los enemigos políticos de ayer serán coaligados en gobiernos mañana, si eso les supone sumar mayorías y formar parte de los órganos de decisión. Da igual que hablemos de Ayuntamientos, Diputaciones, Gobiernos Autonómicos y Gobiernos Centrales o del Estado. Cuando estás en minoría, todo lo comprendes, todo lo compartes, todo tiene su justificación y su lado positivo, aunque el día anterior condenaras y criticaras los hechos políticos del que es ahora tu nuevo aliado.

Los grandes partidos sobre los que giran las opciones de poder y de gobierno no tienen ni programa, ni proyecto, sólo tienen ansias de poder para existir y ser algo, y para ello negocian y pactan todo y con todos. Y si, además, con quien puedes pactar o negociar te ofrece la posibilidad de decir a los ciudadanos: “Yo terminé con esa lacra que tanto preocupaba a la sociedad civil”, los políticos afirmarán que han pactado por su bien y nunca dirán que lo hicieron por defender su posición y sus intereses políticos.

Qué buscaba la Unión de Centro Democrático, cuando era ministro de Interior Rodolfo Martín Villa, en sus encuentros con la banda terrorista de ETA. Y qué buscaba el PSOE, cuando era ministro de Interior José Barrionuevo, en sus encuentros con la banda armada. Qué buscaba el PP cuando se reunió con los terroristas siendo ministro del Interior Jaime Mayor. Supongamos que todos ellos querían lo mejor. Todos ellos han buscado llegar a un acuerdo, para que la barbarie asesina y terrorista termine en España de una vez y para siempre.

Entonces, ¿por qué ahora somos capaces de utilizar el dolor de las víctimas y de sus familiares únicamente con la intención de patrimonializar su capacidad de convocatoria y apuntárnoslo unos como un éxito político partidista y otros como una afrenta o confrontación contra ellos? ¿Qué respeto nos merecen las víctimas y sus familiares para utilizarlos unos y otros como forma de presión política? ¿No hay acaso entre las víctimas y sus familiares, gentes de todo signo político, condición social, representantes de todas las Instituciones del Estado, de sus Cuerpos de Seguridad, empresarios y trabajadores, jóvenes y ancianos, estudiantes y parados...?

Terminar con el terrorismo debe ser un objetivo prioritario del Gobierno de España y para ello debe contar con el apoyo incondicional de los representantes de la ciudadanía, que son los miembros de las Cámaras Legislativas, elegidos democráticamente por el pueblo soberano español. Las únicas condiciones posibles deben ser aquellas que la Legislación Española nos permita, pero no puedan ser obstáculos para llegar al final del terrorismo los intereses partidistas, o de poder, disfrazados de falsas legalidades, o escondiendo viejas venganzas políticas personales o de partido.

No es lo mismo estar en la oposición que en el gobierno. Pero no debe ser menos cierto que los ciudadanos vemos condicionados nuestros derechos y nuestras garantías por la oportunidad política de conseguir credibilidad, utilizando todo tipo de argucias unos partidos políticos contra otros. Vivir en paz es un derecho, y conseguirlo y garantizarlo es el fin supremo de la responsabilidad de la clase política. Quien ahora exige “el ojo por ojo” y cierra toda posibilidad a la negociación dentro de la Ley es el mismo que antes quería llegar a acuerdos.

Es cierto que la política española ha perdido el norte. Pero no es menos cierto que hoy más que nunca hay una gran falta de responsabilidad en la oposición y se echa de menos un proyecto de alternancia política seria, donde el protagonismo no sea el de los heridos por el dolor de haber perdido las elecciones de marzo de 2004. Ya tuvieron su oportunidad y no la supieron defender. Mujeres y hombres nuevos para proyectos políticos nuevos, adaptados a una sociedad abierta, solidaria y participativa y no sujeta a los peores vicios que internamente se han instalado en los partidos políticos en España, en esta etapa democrática y pos-constitucional. Si no llega la democracia interna a los partidos políticos, no habrá participación de la sociedad en ellos y los derechos de los ciudadanos estarán siempre supeditados a los intereses de quien mande en cada momento.

*Ex diputado nacional.

Es malo engañar, pero mucho peor es engañarse. Hay que vivir con la realidad y con la verdad y asumir las limitaciones de cada uno. Si te subes en marcha a los carros de otros, te apropias de sus ideas y te las apuntas como propias, más tarde o más temprano se demostrará que te has vestido con plumas ajenas y serás desplumado. Dicen que el engañarse es una enfermedad, que hay gente que engaña de forma inconsciente, sin saber que está engañando. No sé de enfermedades psíquicas, pero no es a estos enfermos a los que me quiero referir, sino a los que mienten y se engañan a sí mismos, mirándose en el espejo cada mañana, sabiendo la verdad y olvidándose de lo que postulaban y decían ellos mismos, sobre las mismas cosas, no mucho tiempo atrás.