Es noticia
La paz desde la desconfianza: algo de presente, mucho de pasado y nada de futuro
  1. España
  2. Tribuna
Tribunas EC3

Tribuna

Por

La paz desde la desconfianza: algo de presente, mucho de pasado y nada de futuro

Desde hace algún tiempo, el debate sobre las negociaciones con la todavía terrorista ETA y Batasuna se presenta como una elección entre el futuro y

Desde hace algún tiempo, el debate sobre las negociaciones con la todavía terrorista ETA y Batasuna se presenta como una elección entre el futuro y el pasado, entre la esperanza y la memoria. Curiosamente, mientras el debate político se viene articulando en los últimos meses en torno a la guerra civil y al franquismo, desde el Gobierno se predica la amnesia para la tragedia causada por ETA y los suyos. ‘La paz’ es hoy el objetivo al que toda otra consideración debe quedar sometida y el fin al que todo principio debe subordinarse. Una paz que es más una exigencia de presente, de un presente de enfrentamiento visceral PSOE-PP, que una garantía de futuro.

En estos días, se habla tanto de paz que hay que dar por sentado que hubo una guerra. Una guerra original, donde las bajas cayeron sólo de un lado, y donde unos lucían palomas, manos blancas y lazos azules y otros pasamontañas negros. Una guerra larga en la que, finalmente, el aislamiento político interior y exterior a Batasuna había producido un ‘colapso sociopolítico’ que hacía inminente el ‘colapso militar’ de los terroristas. Una guerra en la que, tras ganar todas las batallas y arrostrar todos los sacrificios, se pide a los españoles de bien, no ya que renuncien a salir vencedores sino que abandonen la aspiración de ver la derrota de ETA.

Se nos repite que no es la primera vez que hay diálogo, que no se va a pagar precio político. Sin embargo, sólo desde la obstinación más absoluta se puede creer que reunirse con Batasuna notoriamente y sin consultar al PP no es primar políticamente a una organización ilegalizada. Sólo desde la mayor de las cegueras puede no verse la afrenta que ello supone para muchos españoles y el ridículo al que ha estado expuesto a Rajoy por confiar en Zapatero.

Desde el despecho del que se siente engañado, cabe entender la afirmación de que el ‘Plan de Zapatero’ sea el de ETA -entre otras cosas porque el de ETA es conocido y el de Zapatero no-. Sin embargo, señalar que ETA prefiere la actual circunstancia política a cualquiera de las habidas a lo largo de su historia es constatar lo evidente. Esperar por ello que ahora ETA se sienta obligada a corresponder primero al ofrecimiento y a mantener sus compromisos después, parece algo suficientemente dudoso como para exigir prudencia.

Esta prudencia -tan retóricamente reivindicada como ignorada en la practica- habría estado bien aplicada en la gestión de la confianza con los viejos y nuevos amigos ( PP y Batasuna). Entre otras cosas, porque la confianza -que Fukuyama define como “la expectativa de un comportamiento honesto y cooperativo, basada en normas comunes”- se construye mucho más lentamente de lo que se destruye. Tras la jugada Otegi-López-Zapatero, la confianza entre españoles de las dos tendencias políticas mayoritarias, fundamento básico del capital social de nuestro país, está en mínimos.

Si a Aznar le llevó ocho conseguir que una parte sustancial de los españoles le creyeran capaz de cualquier cosa por meternos en ‘su guerra’ (Iraq), a Zapatero le han bastado dos para que casi otros tantos le vean capaz de todo por meternos en ‘su paz’. Una paz que, por defendida desde los mítines de una Cataluña donde se reclama el voto contra el PP más que a favor del Estatut, es más fácilmente percibida como una paz contra el PP, contra los discrepantes. Una paz de parte, tutelada por las armas de ETA y diseñada por Batasuna que, hasta ahora, no ha ido más allá de señalar que “fue un error dar a entender que el dolor de los otros nos era indiferente”.

El daño que esta semana se ha hecho a la confianza, al capital social de todos, no se arreglará con unas disculpas vagas que no explican ni el motivo por el que se incurrió en el error ni se comprometen a evitar que se repita. Sobre todo, si tienen todo el aspecto de un movimiento oportunista (otro) en vísperas de una manifestación de esas que escenificarán otra vez que la España crispada de ayer es la España partida de hoy. Un país donde es posible que el día más feliz en la vida de Eduardo Madina, parlamentario socialista por Vizcaya a quien ETA hace cuatro años le dejó una bomba en los bajos del coche y algunas secuelas para el resto de sus días, sea el día de la derrota del Partido Popular. Una España desconfiada y triste. Una España para la que se ha diseñado una paz chiquita con ETA, quizá para hacer más llevadera la pérdida de la paz con mayúsculas, que entre todos construimos en la Transición.

* Isaac Martín Barbero es economista y abogado.

Desde hace algún tiempo, el debate sobre las negociaciones con la todavía terrorista ETA y Batasuna se presenta como una elección entre el futuro y el pasado, entre la esperanza y la memoria. Curiosamente, mientras el debate político se viene articulando en los últimos meses en torno a la guerra civil y al franquismo, desde el Gobierno se predica la amnesia para la tragedia causada por ETA y los suyos. ‘La paz’ es hoy el objetivo al que toda otra consideración debe quedar sometida y el fin al que todo principio debe subordinarse. Una paz que es más una exigencia de presente, de un presente de enfrentamiento visceral PSOE-PP, que una garantía de futuro.