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El ‘Estatut’, el Mundial y otras cosas que Albert Einstein le habría podido explicar a un español sin usar ecuaciones
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El ‘Estatut’, el Mundial y otras cosas que Albert Einstein le habría podido explicar a un español sin usar ecuaciones

En La ética protestante y el espíritu del Capitalismo, Max Weber explicaba el papel de la austeridad, del enfoque racional en la resolución de los problemas

En La ética protestante y el espíritu del Capitalismo, Max Weber explicaba el papel de la austeridad, del enfoque racional en la resolución de los problemas y de la preponderancia de la preocupación por las cuestiones prácticas en el surgimiento del capitalismo. En definitiva, reivindicaba el peso de los valores y las actitudes sobre los resultados económicos. Quizá no sea casualidad que en una España de niveles récord de ‘no-ahorro’, de apasionamiento militante y de debates en torno a realidades cuasi-metafísicas (nación de naciones versus realidades nacionales o nacionalidades) nos obstinemos en vivir como si nuestra estructura y coyuntura moral no incidiera sobre nuestro bienestar material.

Obramos como si la racionalidad nos exigiera despreciar todo lo no expresado en términos numéricos. Ya se analice el referéndum del Estatut, la situación de nuestro Sector Exterior o las posibilidades de la Selección en el Mundial, nuestros “expertos” hablan como si porcentajes, déficit o goles lo explicaran todo.

Quizá porque sabemos que los valores y normas compartidos están en franco retroceso y porque nuestra menguante capacidad de subordinar intereses individuales a los del conjunto es cada día más obvia, no queremos plantearnos el efecto de esta realidad sobre nuestra capacidad de confiar los unos en los otros y de encarar el futuro.

La debilidad de nuestra sociedad civil se acentúa. Podemos estar en cabeza en donaciones de órganos o adopciones per cápita y, sin embargo, adolecemos de un asociacionismo escuálido, una afiliación política muy reducida y una militancia sindical casi testimonial. Tenemos algunas empresas con fuerte presencia internacional pero, en su mayoría, se desenvuelven en sectores donde la competencia ha estado tradicionalmente limitada o sensiblemente distorsionada por la intervención pública.

En España, el Estado interviene más para propiciar el surgimiento de grandes corporaciones que para evitar que crezcan demasiado. Esta intervención política explica, en buena medida, la aparición de multinacionales en un país de crónico (y creciente) déficit exterior, en el que durante siglos la burocracia ha absorbido la energía de muchos españoles de ambición y talento y en el que de no pocos de sus empresarios puede decirse lo que Colbert (el poderoso ministro de Luis XIV) señalaba de los comerciantes franceses: “…No tienen capacidad de encarar ningún tema con el que no estén familiarizados”.

Fingimos no saber que una democracia sana, una economía de mercado de éxito o un equipo de fútbol dependen menos de la presencia de unas instituciones o procesos concretos y más de la concurrencia de una cultura común, unas prácticas espontáneas y un proyecto compartido fundado en la confianza entre los individuos. La observación de las distintas evoluciones sociales, económicas y políticas de los diferentes estados poscomunistas ofrece un campo de análisis privilegiado para contrastar convergencias en instituciones y divergencias en todo lo demás, debidas al ‘factor moral’.

Otro alemán, Albert Einstein, al que todos asociamos con la Ciencia en su concepción más pura, puede que estuviera pensando en algo de esto cuando dijo: “No todo lo que cuenta puede contarse. No todo lo que cuenta puede contarse”. Él quizá hubiera entendido por qué Maragall se va a pesar de haber “ganado” el referéndum, quizá hubiera visto en nuestro déficit exterior la consecuencia natural de unas tendencias seculares en un nuevo entorno y hasta incluso nos hubiera podido explicar por qué los españoles sienten que se juegan tanto en este Mundial y por qué nuestros jugadores se encuentran más cómodos en el papel de eterna promesa que en el de favoritos. Pero claro, ¡no todos somos Einstein y mucho menos alemanes!

*Isaac Martín Barbero es abogado y economista.

En La ética protestante y el espíritu del Capitalismo, Max Weber explicaba el papel de la austeridad, del enfoque racional en la resolución de los problemas y de la preponderancia de la preocupación por las cuestiones prácticas en el surgimiento del capitalismo. En definitiva, reivindicaba el peso de los valores y las actitudes sobre los resultados económicos. Quizá no sea casualidad que en una España de niveles récord de ‘no-ahorro’, de apasionamiento militante y de debates en torno a realidades cuasi-metafísicas (nación de naciones versus realidades nacionales o nacionalidades) nos obstinemos en vivir como si nuestra estructura y coyuntura moral no incidiera sobre nuestro bienestar material.