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Los tiros de tres de ZP y por qué hay que ser del Estudiantes para entender lo que pasa en España
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Los tiros de tres de ZP y por qué hay que ser del Estudiantes para entender lo que pasa en España

Probablemente ha sido la mayor sorpresa colectiva desde el inicio de la campaña de las elecciones generales de 2004, en las que ZP partió con los

Probablemente ha sido la mayor sorpresa colectiva desde el inicio de la campaña de las elecciones generales de 2004, en las que ZP partió con los números en contra. Los éxitos de nuestra selección de baloncesto en el Imperio del Sol Naciente nos ha pillado desprevenidos. Tras Alemania 2006, nos fuimos de veraneo convencidos de que el sol se había puesto definitivamente sobre nuestro deporte. El Mundial de baloncesto tuvo un inicio mediático y político discreto, casi clandestino. Pocos esperaban que termináramos convertidos en ‘superpotencia’. Ahora que todo el país parece loco por el basket, es justo reconocer el acierto de unos pocos locos.

Casi todos temían asociarse al fracaso previsto. La Selección sufrió un ninguneo preventivo. Los responsables políticos lejos, la familia real lejos –muy lejos-, la prensa menos, pero también lejos. La Selección vencía y pensábamos: “Terminarán cayendo”. La derrota esperada era tan huérfana como abundante en padres secretos ha resultado ser la victoria. Se ha desatado la euforia y abundan las recepciones presurosas, los agasajos... En estos días, todos tiramos de credenciales baloncestísticas. Nuestro presidente -que ha encestado desde más allá de la línea de tres puntos ante la defensa en zona de casa real- es baloncestista y barcelonista, y explota el contraste con el futbolero y madridista Aznar, quien hoy sólo parece acompañado en esta triste condición por Pérez Rubalcaba.

En medio de la marea de nuevos y novísimos aficionados al baloncesto, en Madrid destaca un lugar donde ser futbolero (despectivamente pronunciado ‘jurgolero’) y madridista (‘vikingo’, por aquello de los cuernos) siempre fue un baldón: el Instituto Ramiro de Maeztu, la cuna del Estudiantes y de la ‘Demencia’, su afición. Uno que fue antiguo alumno, incurso en ambas faltas –allí eran delitos-, tiene que reconocer que nunca salió totalmente del armario. En no pocas ocasiones, sacrifiqué mis “principios” a la “conveniencia política”.

Aunque me avergüenza mi falta de sinceridad, más me duele mi falta de visión. Me debí haber dado cuenta de que Pepu Hernández, que entonces andaba entrenando categorías inferiores, algún día nos llevaría a la gloria. Y peor aún, con más de veinte años de anticipación, tuve el futuro político de España ante mis ojos y no lo vi.

Corrían los ochenta, para los visitantes Madrid, o al menos el Magariños (‘El Magata’), ya era el infierno. Los ‘dementes’ acudían a los partidos vestidos con palestinos y entre cánticos de la serie de dibujos animados “Marco” y gritos de “¡Es-tu-dian-tes... Es-tu-dian-tes...!” o “¡Campeones, campeones por c...!” se deslizaba el más fino análisis prospectivo de la España actual resumido en tres lemas: “¡España, mañana será musulmana!” (anticipando la proclamación de Osama Ben Laden y/o la realidad migratoria presente); “¡Con el Estatut nos hacemos un canut!” (constatación de la insuficiencia del marco jurídico-político de integración de Cataluña en España en aquel momento y su necesaria superación) y “¡Ea, Ea, Ea, la Séptima Asamblea!” (mención al proceso de reinserción de los militantes de ETA político-militar en la que se preveía el final pactado del terrorismo de ETA).

Nunca se aclaró si estos cánticos anunciaban lo venidero o reclamaban lo necesario, sin embargo, como decía Schumpeter, “las razones por las que alguien dice algo no dicen nada acerca de la verdad de lo que se dice”... y el tiempo les ha dado la razón.

Así las cosas confieso una doble culpa: ni esperaba nada de la Selección de baloncesto ni aproveché mi paso por el ‘Ramiro’. Sin embargo, pasados más de veinte años, hoy sí, siento el sincero y casi irreprimible deseo de salir a la Plaza de los Delfines a bañarme en la fuente (ahora Gallardón me detendría) y gritar a pleno pulmón “¡Demencia, Demencia... la madre de la Ciencia!”.

*Isaac Martín Barbero es abogado y economista.

Probablemente ha sido la mayor sorpresa colectiva desde el inicio de la campaña de las elecciones generales de 2004, en las que ZP partió con los números en contra. Los éxitos de nuestra selección de baloncesto en el Imperio del Sol Naciente nos ha pillado desprevenidos. Tras Alemania 2006, nos fuimos de veraneo convencidos de que el sol se había puesto definitivamente sobre nuestro deporte. El Mundial de baloncesto tuvo un inicio mediático y político discreto, casi clandestino. Pocos esperaban que termináramos convertidos en ‘superpotencia’. Ahora que todo el país parece loco por el basket, es justo reconocer el acierto de unos pocos locos.