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Tribuna
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El origen sefardí de Nicolás Sarkozy
El interés por España del nuevo presidente de la República francesa no es solo político. Tampoco se debe únicamente a la sangre española que corre por
El interés por España del nuevo presidente de la República francesa no es solo político. Tampoco se debe únicamente a la sangre española que corre por las venas de su mujer, Cecilia, bisnieta de Albéniz. En realidad, se debe a que él mismo desciende de judíos españoles que fueron expulsados durante el reinado de los Reyes Católicos.
La pasión de Sarkozy por España quedó reflejada hace no mucho, cuando apareció montado sobre una silla española a lomos de un bonito caballo. Incluso la casa de París, por donde discurrió su niñez y adolescencia, está situada en una calle dedicada a un pintor español: Fortuny. Si es cierto que somos la suma de nuestros orígenes, la dictadura genética convierte a Nicolás Sarkozy en un español originario.
Cuando el pequeño Nicolás acababa de cumplir los cinco años, su padre, Paul, un dandy derrochador y caprichoso, se fugó con una veinteañera y los tres hermanos Sarkozy –Guillaume, Nicolás y François- quedaron bajo la custodia de su madre, Andrée, y del abuelo materno, el Docteur Benedict Mallah, un médico de origen sefardí que se convirtió al catolicismo para casarse con Adele al poco tiempo de llegar a Francia huyendo de Salónica.
La pasión de Nicolás por su abuelo era conocida en todo el barrio parisino donde el doctor Mallah ejercía su profesión de urólogo y experto en enfermedades venéreas, en la planta baja del chalé en el que vivían. Y así, si el abuelo Benedict coleccionaba sellos, Nicolás se convertiría en su coleccionista más apasionado. El abuelo admiraba a Charles de Gaulle y llevaba a su nieto a los desfiles militares para que pudiera observarlo de lejos, de forma que aquel ilustre general, que nunca quiso adornarse con mayor número de estrellas, acabaría convirtiéndose en el referente político de su vida.
Tras el divorcio, Andrée, la madre, finalizó los estudios de Derecho que había interrumpido para casarse con Paul Sarkozy, un atractivo húngaro que, huyendo del comunismo, se había presentado en París en diciembre de 1948 con los bolsillos vacíos, sin zapatos que calzar, chapurreando francés y con una apariencia de mendigo. Entre el sueldo de la madre -que pronto encontró un trabajo de abogada- y los honorarios del abuelo, los tres hermanos Sarkozy recibieron una educación de principitos en uno de los colegios más caros del París de la post-guerra, el de Saint-Louis-de-Monceau.
Cuando el abuelo iba a recoger a sus nietos al colegio conduciendo su enorme coche desvencijado y ruidoso, ellos le pedían que lo aparcase en una calle algo alejada para evitar que pudieran compararlo con los lujosos automóviles que, conducidos por chóferes ataviados con gorra de plato y botonaduras doradas, recogían a sus compañeros de pupitre pertenecientes a la alta sociedad.
Los años 1964 y 1972 fueron, casi con seguridad, los que marcaron el destino del joven Nicolás. En agosto de 1964, en Pontaillac, su lugar de veraneo, descubrió el fervor del público, el escalofrío de la celebridad, el éxtasis de las miradas y el ardor de las manos tendidas. Ocurrió durante el transcurso de un concierto en el que Claude François cantaba Belles, Belles, Belles y Si j´avais un marteau, adaptación francesa del If I Had a Hammer de Trini López. En 1972, durante un mitin protagonizado por Chaban Delmas, experimentó las sensaciones que aún le quedaban por conocer: la exaltación de la palabra, el ardor de la oratoria, el orgasmo de la aclamación y la emoción que retuerce el estómago con la intensidad de una descarga eléctrica.
El abuelo Benedict murió justo un año después, en 1973, cuando Nicolás acababa de cumplir los dieciocho. A esa edad, los tres hermanos Sarkozy solían recibir el regalo con el que su padre festejaba la mayoría de edad de sus retoños: un anillo de obsidiana con el escudo familiar, perteneciente a la pequeña nobleza húngara. El único hijo que perdió el anillo fue Nicolás. “Nunca me interesó el pasado”, dijo, “ni siquiera el de mi propia familia. Sólo me interesa mirar hacia delante”. Francia nunca favorecerá bajo su mandato una ley sobre la Memoria Histórica como la que ha apadrinado en España ZP.
*Javier de Ybarra e Ybarra es abogado y autor de Nosotros los Ybarra.
El interés por España del nuevo presidente de la República francesa no es solo político. Tampoco se debe únicamente a la sangre española que corre por las venas de su mujer, Cecilia, bisnieta de Albéniz. En realidad, se debe a que él mismo desciende de judíos españoles que fueron expulsados durante el reinado de los Reyes Católicos.