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Fidel Castro, el poder en chándal
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Fidel Castro, el poder en chándal

Desde las primeras horas ha acaparado los titulares en los principales diarios de la red y, como esperaba, mi teléfono ha sonado una y otra vez

Desde las primeras horas ha acaparado los titulares en los principales diarios de la red y, como esperaba, mi teléfono ha sonado una y otra vez pues mis amigos españoles se apresuraban a darme la enhorabuena. Sin embargo, muchos no comprendían cómo era posible mi reacción -de absoluta apatía- ante el gran suceso que acababa de producirse. Y es que, lamentablemente, creo que no hay motivos para tanto alboroto. Aunque siempre hay excepciones, estoy seguro de que la mayoría de los cubanos ha recibido la información con la misma indiferencia. Y es que para los que conocemos bien nuestra realidad, este anuncio no parece presagiar la más mínima esperanza sobre futuros cambios en el país.

La renuncia del tirano a los cargos que ostenta desde hace medio siglo no significa en modo alguno que su figura vaya a desaparecer del panorama nacional y, mucho menos, que deje de seguir ejerciendo el control absoluto del país. Él ha sido y seguirá siendo -también a partir de ahora- el responsable máximo de tanto sufrimiento y dolor. Ya no dará la cara, pero, como un fantasma, continuará detrás del escenario moviendo los hilos y disponiendo a su antojo -cosa que nunca ha dejado de hacer- de la miserable existencia de los ciudadanos.

Obsesionado por el poder

Fidel Castro ha vivido siempre obsesionado con el poder y nunca ha estado dentro de sus planes la idea de abandonar ese poder ni por un sólo segundo. Aunque sea en chándal, pero siempre al mando, siempre el primero, dirigiendo la orquesta. Por eso todo seguirá igual, que nadie lo dude. Mientras el dictador respire, el hermanísimo no se atreverá a realizar verdaderos cambios –si es que alguna vez ha pensado en hacerlos, lo que también ponemos en duda- que es lo que realmente necesita Cuba: el fin de la tiranía, la instauración de un sistema democrático y la plena libertad para todos los cubanos.

Es ingenuo pensar que las supuestas transformaciones que muchos vaticinan llevará a cabo Raúl Castro una vez que tenga las manos libres sean de suficiente calado como para alcanzar estos objetivos. Nadie compra cuchillo para su pescuezo.

Pero volviendo a la noticia y a la repercusión nacional e internacional de la misma, de verdad que me sorprende tanto despliegue informativo para mantener en el primer plano de la actualidad a un personaje tan despreciable, a quien todavía le parece poco haber gobernado Cuba con mano de hierro durante cincuenta años. Él ha destrozado los sueños e ilusiones de varias generaciones de cubanos y él es responsable directo de nuestra tragedia como nación.

Qué pena que no se divulgue de la misma manera la situación de los presos políticos en Cuba, condenados a largas penas por el único delito de pensar diferente y muchos de los cuales corren el peligro de morir en prisión por las inhumanas condiciones de las cárceles. Qué pena que ese gran despliegue informativo no condene de forma contundente la falta de libertad de los ciudadanos, la represión sistemática que sufren los disidentes que luchan pacíficamente por cambios verdaderos, la miseria existente por el fracaso del sistema totalitario, las desigualdades entre la clase gobernante y el pueblo trabajador... Es una pena tanto derroche de papel y tinta para una noticia que sólo pretende -una vez más- tomarle el pelo a la opinión pública. Cuba necesita verdaderos cambios, nada de maquillajes ni maniobras entre personajes de la misma calaña.

*Ramón Asensio es el pseudónimo de un ciudadano cubano residente en España.

Desde las primeras horas ha acaparado los titulares en los principales diarios de la red y, como esperaba, mi teléfono ha sonado una y otra vez pues mis amigos españoles se apresuraban a darme la enhorabuena. Sin embargo, muchos no comprendían cómo era posible mi reacción -de absoluta apatía- ante el gran suceso que acababa de producirse. Y es que, lamentablemente, creo que no hay motivos para tanto alboroto. Aunque siempre hay excepciones, estoy seguro de que la mayoría de los cubanos ha recibido la información con la misma indiferencia. Y es que para los que conocemos bien nuestra realidad, este anuncio no parece presagiar la más mínima esperanza sobre futuros cambios en el país.

Fidel Castro